No es fácil desandar el camino de la integración con Europa. Lo sabe Theresa May, la jefa de Estado del Reino Unido, que pasó una semana de zozobra luego de la renuncia de dos integrantes de su Gabinete, descontentos por el nuevo perfil que analiza el gobierno conservador para el llamado Brexit.

El viernes pasado, May había dado indicios de que, ante el nuevo panorama que se abre para esa nación, habría que bajar un poco las expectativas del Brexit sometido a referéndum en 2016. Cerca de ella lo llamaron «softBrexit», o sea una salida de Europa (British exit) suave. Pero los más acérrimos antieuropeístas no dudaron en calificarlo de «Breshit», o sea, una «salida de mierda».

La crisis del Brexit llevó a la renuncia del titular de Exteriores, Boris Johnson, y del jefe de la oficina que lleva adelante la negociación con la UE, David Davis, ambos descontentos por el nuevo rumbo para esa decisión.  Johnson había militado con alma y vida por irse de la UE y se le hacía difícil recular, por eso declaró que no quería un semiBrexit ni convertir al país en una suerte de colonia de la Unión Europea.

Davis, fue más escueto. Dijo simplemente que ocupaba un cargo que implicaba un compromiso con una política que en la que ya no cree porque es una versión «descafeinada» del Brexit que eligió la población hace dos años.

El reemplazante de Davis, Dominic Raab, tuvo su bautismo de fuego con la presentación del Libro Blanco del Brexit, un plan donde se establecen las condiciones que plantea May para las relaciones futuras con la Unión Europea.

Según el texto que presentó Raab, habrá «un comercio de bienes sin fricciones» con los Veintisiete y se evitará una «frontera dura» con Irlanda. De la misma manera, el nuevo Brexit dará al Reino Unido «la flexibilidad que necesita para firmar nuevos acuerdos comerciales en todo el mundo», dejará las manos libres para un área de libre comercio para bienes con la UE. Pero parafraseando aquel viejo chiste de Groucho Marx, Londres firmó un contrato muy ventajoso con Europa, sólo falta que lo firmen ellos.

Por lo pronto, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, confió en que las renuncias de Davis y Johnson sean una señal de que Londres aceptaría dar marcha atrás con el portazo al bloque. Michel Barnier, el negociador de la contraparte europea para el divorcio, dijo desde Nueva York que «cerrar la negociación será difícil».

Donald Trump echó un poquito de leña al fuego al declarar al tabloide The Sun que un tratado de libre comercio RU-EE UU no sería posible con un Brexit. «Si aprueban un acuerdo como ese, estaríamos tratando con la Unión Europea en lugar de con Reino Unido», amenazó. Frente a May, sin embargo, dijo que esas declaraciones no eran ciertas, que se trataba de «fakenews».

«Lo que hagas, está bien», le dijo a la premier, confianzudo. «Esta señora es una mujer increíble que está haciendo un trabajo increíble», agregó, como para calmar los ánimos. «