Los pronunciamientos sobre la planificación familiar y el aborto tienen una larga historia en el pensamiento musulmán. Los teólogos de la primera época apoyaban métodos anticonceptivos si eran consentidos por ambos cónyuges y la mayoría aprobaban la práctica del aborto si se realizaba hasta la semana 12, que es cuando se cree que llega el alma al embrión. Avalado por esta legislación, en Egipto y Turquía su práctica era extendida hasta fines del siglo XIX. Estos abortos eran practicados por parteras, hasta que la profesionalización de la práctica médica impuesta por los europeos dictaminó su reemplazo por médicos varones.

La colonización europea hizo de los cuerpos de las mujeres el lienzo sobre el que escribió su dominación imperial, y los convirtió en territorio de disputa con los hombres de la región. La sexualidad femenina se encontró desde entonces en el centro del debate; controlar y legislar sobre los cuerpos de las mujeres fue –y es hasta ahora- la obsesión de colonialistas y colonizados.

La ley colonial francesa tuvo una fuerte influencia en países como Argelia, Irán, Líbano y Mauritania. En los países conquistados por Inglaterra, como Iraq y Egipto, la moral victoriana hizo lo propio. El resultado de ello es que la mayoría de la legislación respecto al aborto en la región es punitiva. Como excepción, sólo Túnez (1973) y Turquía (1983) tienen acceso irrestricto al aborto legal seguro y gratuito en los hospitales públicos hasta el tercer mes de embarazo.

Antes de su independencia en 1956, la legislación de Túnez respecto al aborto estaba inspirada en la francesa, de naturaleza pro-natalista. La ampliación de derechos de las mujeres en este país fue parte de un proyecto de construcción nacional poscolonial impulsado por el presidente Bourghiba y conquistado por el movimiento de mujeres tunecinas finalmente en 1973. Desde entonces prácticamente no se registran muertes por su práctica en el país y el número de abortos practicados se ha reducido también. En 2001 se autorizó incluso el uso del Misoprostol, y al día de hoy un 60% de las tunecinas lo prefiere.

En el caso de Turquía, a fines de los años 70 las complicaciones por la práctica insegura del aborto  era el principal problema de salud del país. Ello derivó en la promulgación de la ley 2827 de 1983 que autoriza desde entonces su práctica hasta la semana número 10 de embarazo y hasta la 24 en caso de indicación médica.  

Si bien Turquía es el único Estado secular de la región, las variaciones en las restricciones al acceso al aborto no se derivan de la tradición religiosa de la región o aplicación de la sharia (ley islámica), sino más bien de la legislación colonial. La ley restrictiva de Mauritania está basada en la ley colonial francesa, no en el islam y el código islámico saudí es más permisivo que la legislación libia, derivada de la italiana.

De esta manera, mientras los argumentos religiosos continúan siendo utilizados para legitimar prácticas patriarcales que tienen graves consecuencias para la vida de las mujeres hay gran diversidad en las políticas, los discursos hegemónicos y las decisiones individuales. Así por ejemplo, Irán, gobernado por un régimen teocrático conservador, es uno de los países con mayor tasa de aborto en la región. Si bien no hay cifras oficiales, se calcula que en el país se practican mil abortos clandestinos por día. El 10% de las mujeres iraníes que se exponen a la práctica no sobreviven.