El único habitante de la Tierra con título de emperador, el monarca japonés Akihito, dejará el trono el 30 de abril del 2019, 30 años después de asumirlo, con una única aparición por televisión, perfil muy bajo, un estado de salud delicado y después de una necesaria reforma a la Carta Magna nipona que le permitirá salir vivo del cargo.

El Gobierno y la Agencia de la Casa Imperial de Japón acordaron esa fecha para la abdicación de Akihito, en la que será la primera renuncia al trono de un emperador en vida, y también, claro, la primera sucesión en vida en el Trono del Crisantemo desde la renuncia del emperador Kokaku, en 1817, hace dos siglos.

La decisión fue tomada en una reunión celebrada en Tokio entre representantes del Gobierno, de la Casa Imperial y expertos juristas, con el objetivo de marcar el calendario para la abdicación después de que el emperador expresó hace ya 3 años su deseo de abandonar el cargo, según anunció el primer ministro nipón, Shinzo Abe.

La fecha fue elegida porque coincide con el comienzo del año fiscal y administrativo japonés, lo que facilitaría todos los procedimientos legislativos y administrativos que significarán la llegada al trono de Naruhito, de 57 años y sucesor de Akihito.

Para que sea posible su sucesión en vida fue necesario aprobar una normativa específica -en julio último- que sólo se aplicará a su caso, porque la Carta Magna no contempla este supuesto, además de ajustar a los intereses del Ejecutivo el calendario del tortuoso proceso legislativo y administrativo que conlleva la abdicación.

El 1 de mayo de 2019, entonces, con Naruhito en el trono, habrá un cambio de era en Japón, porque eso representa cada asunción de un nuevo monarca. La era actual, denominada «heisei» o paz, se inició el 8 de enero de 1989, el día después del fallecimiento de Hirohito, anterior emperador y padre de Akihito.

Los japoneses mostraron, en general, comprensión con la voluntad de abdicar de Akihito, una figura muy valorada en el país asiático, señaló la agencia EFE.

Inicialmente se había barajado para la abdicación el 31 marzo de 2019 -justo cuando concluye el año fiscal japonés-, pero el Gobierno finalmente prefirió fijarla para un mes más tarde para evitar que la sucesión coincida con las elecciones a asambleas regionales de la mayoría de prefecturas niponas.

El largo plazo que habrá entre el anuncio de Akihito y la fecha para su retirada se debe a la extrema cautela con la que actuaron tanto la Casa Imperial nipona como el Gobierno, que buscaron respetar las escasas atribuciones que asigna la Constitución al emperador.

Esta figura, a la que antes se atribuía un carácter divino, está ahora definida como «símbolo del Estado» sin poder político alguno, por lo que en lugar de abdicar de forma inmediata cuando la legislación no lo permitía, expresó su voluntad de hacerlo de forma indirecta para dar pie a los procedimientos legislativos necesarios.

Aquejado de una frágil salud y tras superar varias operaciones de corazón y próstata, Akihito cumplirá los 85 años antes de ceder el trono.

Akihito, cuyo estado de salud es motivo de preocupación desde hace más de una década, sorprendió a los japoneses en agosto de 2016 cuando habló al país para explicar que por su avanzada edad y condición física le sería difícil «seguir asumiendo responsabilidades importantes».

Fue una aparición totalmente excepcional para un hombre conocido por su extremada discreción, que se convirtió el 7 de enero de 1989 en el único emperador japonés en llegar la trono sin el halo divino de sus antecesores.

Solo en una ocasión anterior, el silencioso y menudo emperador le habló al pueblo por TV: fue cinco días después del terremoto y posterior tsunami del 11 de marzo de 2011, una tragedia en la que murieron casi 20.000 personas y que desencadenó la crisis nuclear de Fukushima.

El sucesor de Akihito, Naruhito, tiene una hija, Aiko, de 15 años, por lo que la línea sucesoria se continúa en su sobrino Hisahito, de 11 años, único príncipe varón nacido en el Trono del Crisantemo en cuatro décadas.