El desplazamiento, el viernes, de Stephen Bannon, asesor ideológico de Donald Trump, confirmó que el Estado Mayor Conjunto y los senadores republicanos decidieron poner un límite a la movilización de los supremacistas blancos por la Casa Blanca, ordenar la caótica gestión de su gobierno y devolver el país al intervencionismo en los asuntos mundiales. 

Todo comenzó cuando el sábado 12 un coche atropelló intencionalmente en Charlottesville, Virginia, a manifestantes que protestaban contra una marcha neonazi que, a su vez, procuraba evitar el derribo de la estatua del general Robert E. Lee, comandante de los ejércitos de la Confederación durante la guerra civil (1861-1865). El conductor mató a la agente financiera Heather Heyer e hirió a otras 19 personas. Durante los hechos murieron también dos agentes estaduales, cuando cayó el helicóptero desde el que observaban los choques. Al comentar los acontecimientos, el presidente tuvo el mal tino de igualar a los manifestantes neonazis y a sus contrarios de izquierda, acusándolos por igual de violentos. 

Como la oleada de críticas a sus palabras incluyó a parlamentarios republicanos y altos militares, dos días después el mandatario amenazó a los supremacistas blancos con perseguirlos legalmente. No obstante, un día después (martes 15) retrocedió, diciendo que los derechistas, en realidad, solo habían respondido a la violencia de la izquierda. Finalmente, intentó dar el pésame a la madre de la asesinada, pero la señora se negó a atender el teléfono.

En protesta por las palabras del presidente, ocho líderes empresarios renunciaron a los dos consejos asesores de la Presidencia que integraban. En lugar de lamentar la decisión, el mandatario clausuró sin más ambas entidades. 

¿Quiénes son los supremacistas? La idea de la superioridad de la raza blanca sobre los demás pueblos de EE UU y sobre el mundo es parte de la ideología fundacional de la nación desde el siglo XVIII, pero últimamente ha adquirido una especial virulencia. Amplios sectores de la clase trabajadora y la baja clase media blanca creen hoy que los blancos están condenados a la extinción ante la «avalancha» de gente de color controlada y manipulada por los judíos. Esta creencia se expresa en las llamadas 14 palabras: «Debemos asegurar la existencia de nuestro pueblo y el futuro para los niños blancos».

Desde que en 2009 comenzó la actual expansión supremacista, su número no creció tanto, pero están más nerviosos y agitados, provocando más actos violentos y más graves. La mayoría de ellos no adhiere a organizaciones, lo que los hace aun más incontrolables. El movimiento supremacista tiene diferentes componentes: 1) los neonazis, 2) los cabezas rapadas, 3) los blancos supremacistas «tradicionales», 4) los miembros de la llamada Christian Identity y 5) las bandas supremacistas en las prisiones. Las últimas, sobre todo, están creciendo aceleradamente. Además, hay un creciente número de «odinistas» (adoradores del dios nórdico Odín) o supremacistas paganos. También es muy importante la llamada «derecha alternativa» (altright, en inglés), liderada por el propio Stephen Bannon y organizada –principalmente en las redes digitales– desde el portal Breitbart y The American Prospect. Los líderes de este grupo pueden ser considerados como «intelectuales» que buscan justificar públicamente la barbarie supremacista. Se trata de un informal enjambre de grupos y organizaciones que se conectan mayormente a través de las redes.

Los alternativos son aislacionistas (o sea, contrarios a las intervenciones de EE UU en la política mundial), proteccionistas, antisemitas y supremacistas blancos. A menudo son también neonazis, nativistas, islamofóbicos, antifeministas, homofóbicos, populistas y neorreaccionarios.

Si bien la gama de sus actividades es muy variada, están crecientemente envueltos en hechos violentos. El 83% de las muertes relacionadas con extremismo en EE UU ha sido cometido en los últimos diez años por supremacistas y en el 52% de los tiroteos entre extremistas y la policía han estado involucrados ellos. Sin embargo, la mayoría de las muertes de las que son responsables tenían simples motivaciones criminales.

El supremacismo racista es sintomático de la cultura estadounidense desde el inicio de la colonización. EE UU fue construido sobre la esclavitud, el genocidio contra los indios, la violencia de clase y contra las minorías, y en base a un sangriento supremacismo masculino blanco. 

Trump, por su parte, movilizó a los nacionalistas, para rebalsar a los partidos, el Congreso, el sistema de inteligencia y las fuerzas armadas que le impiden realizar su programa aislacionista, proteccionista y desarrollista. Pero los militares norteamericanos piensan en términos del universalismo liberal de la Segunda Guerra Mundial y aventaron el peligro neonazi con un golpe de Estado de palacio. Ahora es probable que el magnate-presidente intensifique su retórica, para mantener una aparente autonomía, mientras retorna al libre comercio y envía tropas a todo el mundo. Salimos de la sartén, para caer en el fuego. «