Es el gran candidato para presidir el progresismo oriental y reconstruir la fuerza tras la derrota de 2019 y de cara a 2024. De origen sindical, acusa: «Con el gobierno de derecha, Uruguay tiene 100 mil nuevos desocupados».

La histórica Convención Nacional Trabajadores uruguaya fue prohibida por la dictadura de 1973. Hubo intensa militancia en la clandestinidad y ya en 1983 un grupo de sindicatos creó el Plenario Intersindical de Trabajadores. El advenimiento de la democracia los llevó a llamarse con el simbólico PIT-CNT. Fernando Pereira es su presidente desde 2018 pero renunciará antes de las internas del Frente Amplio: es el que mayor consenso tiene para conducirlo. Surgido del sindicato de maestros, disputará ese cargo con la exsenadora del MPP Ivonne Passada y el secretario general del PS, Gonzalo Civila. “Pedí licencia hasta la inauguración del Congreso, el 5 de noviembre. Allí me voy a despedir de mis compañeros. El movimiento sindical fue mi casa, mi refugio, mi principal amor durante más de 35 años. No es una decisión que se pueda tomar sin duelo. Con un conjunto de compañeros hubo consenso: es un momento para reconstruir el FA y poder ganar en 2024, pero para construir un FA para 30 años. Implica renovación generacional, ponerles oídos a la comunicación, la ciencia, la cultura, con hombres y mujeres que construyan sueños y esperanzas, el feminismo, la juventud. La clave es que la gente se vuelva a enamorar de un proyecto tan transformador como ha sido el del FA en los últimos 50 años”.

-¿Cómo digirió la derrota el FA?

-Fue dura pero son la derrotas que querés que te toquen. Quedó con el 40% del electorado. Y la derecha recibió un gobierno que cualquiera querría recibir: bajo índice de pobreza, inversión educativa alta, transformación de la matriz productiva y de energética, una computadora por niño, la pobreza disminuida del 40 al 9%. Las políticas que el FA hizo son de una envergadura tal que, de hecho, la publicidad Uruguay XXI coloca todos estos cambios como opción para invertir en el Uruguay. Si tendrá un patrimonio político, cultural, social, el FA que este gobierno para mostrar cosas, debe mostrar lo que hizo el gobierno anterior.

-La derecha gobierna hace casi dos años. ¿Cómo está hoy Uruguay?

-Con 100 mil uruguayos nuevos desocupados: 35 mil son niñas y niños. Un país de 3 millones. No es un dato menor. Mientras los más pudientes, los que se denominan “malla oro”, concentraron 6.800 millones de dólares. El Estado se congratula de haber ahorrado 600 millones, pero mientras, decenas de miles se alimentan de olla populares. ¿Cómo estamos? Añorando estar como en el 2019: buena parte de la sociedad uruguaya quisiera tener ese poder de compra, el trabajo, la inclusión social. Ahora, nuestro desafío es pelear la hegemonía cultural: no es un tema menor.

Ese descontento se nota en las calles. Como en la movilización del 15 de setiembre.

-Fue impresionante. Como cualquier movilización convocada por un movimiento social nos sometidos a que la gente responda, si se sienten convocados, si las consignas son las adecuada. Me sentí conmovido. Fue un acto que rebosó de gente la avenida más ancha de Montevideo. Hay una reserva democrática: no se puede gobernar de cualquier manera. Le dijo al gobierno que no se puede gobernar así. El movimiento sindical ha sido un movimiento de protesta, de reivindicación, pero también de propuesta. Y el gobierno escucha pero no atiende.

-¿El que falló el Frente que debió dejar el gobierno tras tres mandatos?

-Encontramos muchas pistas. La más dura es que gobernamos para la gente, pero no con la gente. Eso implica participación social en todos los cambios. Si te instalo una plaza maravillosa en la puerta de tu casa, la vas a disfrutar, pero si la hacemos juntos, es tu plaza y es mi plaza. El patrimonio de la izquierda es construir colectivamente. Tuvimos políticas muy de fondo, una reforma tributaria, una reforma de la salud que está ubicada en las mejores del mundo, una reforma laboral que nos ubicó entre los 10 países con mejores negociaciones colectivas… Los cambios fueron brutales. Pero ¿se hicieron con la gente? En los últimos cinco años no construimos conjuntamente. Es cultural. Hace a la esencia del amor que debe tener la política. La política son decisiones pero también pasión. Amor por el compañero. Abrazar una idea.

-¿Falló el gobierno, el partido, ambos?

-Todos. Debe haber una comunicación entre gobierno, partido y sociedad. A veces no nos damos cuenta que nos estamos separando de nuestra base social, que es el alma. Podemos perder una elección, pero no podemos perder el alma: nuestros militantes territoriales, en comisiones de fomento, en las comunidades, en las cooperativas, sindicatos, universidad, academia, el arte. Lejos de enojarte con ellos hay que ir a buscarlos. Tenemos chances de reconquistar el gobierno en 2024, con una agenda temática que enamore a los uruguayos. Tenemos un increíble elenco para gobernar, joven y con experiencia. La renovación debe ser un viento que entre en el FA y lo modernice. Debe animarse a cambiar.

-La recolección de firmas seguramente provocará la derogación de 135 artículos clave de los 476 de la Ley de Urgente Consideración (LUC), una carta trascendente para el gobierno. El propio Lacalle calificó como la “ley de refundación del Estado”.

-No se puede hacer cualquier cambio. Los movimientos deben quedar en condiciones de defender las conquistas: con la LUC, firmaron 800 mil uruguayos y ahora lo refrendarán. Pero demostraron que hay al menos un millón que no sintoniza con votar leyes de 274 artículos en unos minutos. No es la forma. El pueblo lo dice de manera democrática, rebelde y contundente. Un movimiento conmovedor. El FA debe emocionarse con eso. Nada es posible cambiar si la gente no se motiva. Hay que ver las lágrimas en los ojos de nuestra gente cuando llegamos a las 800 mil firmas. Esas ganas de cambiar al que está mal, de levantar al que está en el piso, de ir a una olla popular, de que la gente salga de la pobreza, de generar desarrollo productivo, de los médicos de atender a los pacientes, de los científicos de aportar al desarrollo productivo, las ganas del Maestro Tabárez de dirigir nuestra selección, son muchas cosas por las que el Uruguay puede sentirse orgulloso.

-Los neoliberalismos pasan y dejan tierra arrasada. La Argentina es un claro ejemplo de eso.

-El tema es el voto. No es posible que un oprimido defienda a un opresor. No es posible que alguien que está siendo explotado defienda al explotador. El sueldo, el aguinaldo, el salario vacacional, la licencia, la seguridad, la jornada de 8 horas, los convenios del sector doméstico, no entiendan son hijos de la lucha sindical, del movimiento obrero y de la sensibilidad de los gobiernos de izquierda que fue capaz de escuchar. Es la cultura que un pueblo construye para defender los cambios que logró, para hacerse dueño de su propio destino. Y de sus pasiones. Yo desconfío de los desapasionados.

El Pepe, Danilo, Francisco, la región

-Hace unas horas te reuniste con el Pepe.

-Es un amigo, y además es un sabio. Igual que Danilo (Astori). Son personas de 80 años que miran a 30 años para adelante. Y es lo que necesita la izquierda. Tener una mirada en perspectiva que permita visualizar el tipo de sociedad en la que queremos vivir. Los chiquilines en el futuro van a tener que tener estudios terciarios o, como dicen el Papa Francisco, van a quedar a un costado del camino, descartado, excluidos. De eso nos tenemos que ocupar.

-¿Comó ves a la región?

A la Argentina le ha tocado vivir muchas situaciones negativas. Cómo los ha afectado la pandemia y antes el neoliberalismo. Esa campaña dura que le aplican a diario los medios masivos de comunicación. Veo con mucha esperanza la circunstancia de Lula en Brasil y el resurgimiento del PT. Bolivia fue recuperada. Pero el problema que hemos tenido en América Latina fue que no hemos podido generar una hegemonía cultural permanente. Yo sueño con un mundo mejor, con igualdad social, con un desarrollo productivo sustentable y democrático. La política internacional del gobierno uruguayo, con un discurso anti Cuba, Nicaragua y Venezuela, cuando en realidad lo que Uruguay necesita es insertarse en el mundo desde un bloque regional como el Mercosur.