Por primera vez se realiza un foro del G20 en Latinoamérica. En medio de la aguda crisis que se vive en nuestro país, crecen las críticas al foro, al gasto económico y a la militarización de nuestro país.

Sin embargo, creo que es errado concluir que la participación Argentina en el G20 sea algo malo de por sí. Los foros internacionales fueron creados para resolver problemas humanitarios y defender intereses globales. Aunque hay algo innegable: su fracaso fue estrepitoso.

El problema no radica en los foros en sí, sino en las políticas y los programas que se impulsan. Ahí está el mayor problema. Y ahí, la participación de organismos internacionales no es menor. Repasemos, participan los “20 países más influyentes”, un puñado de invitados, el FMI y el Banco Mundial: si nos esforzamos, contamos con una mano a los que no responden directa o indirectamente al capital financiero trasnacional.

A lo largo y ancho del globo, existen conflictos que hacen crujir a la humanidad: la terrible situación de los migrantes, los conflictos de medio oriente, la concentración de la riqueza, entre otros. Si quienes se encuentran buscaran conseguir acuerdos y consensos para resolverlos, su solución estaría más cerca. Pero en la dictadura del capital financiero, parece mejor que los presidentes se reúnan a discutir recetas económicas. Lo político es secundario.

Si revisamos la historia del foro, también resulta difícil prever desenlaces beneficiosos. A priori, la imagen que nos queda de los últimos G20 son represiones brutales a manifestantes en las calles, y presidentes impulsando las políticas neoliberales de siempre desde decorosos salones: flexibilización laboral, menor intervención estatal, menor proteccionismo comercial, privatizaciones y unas cuantas más.

La agenda: Trabajo, Desarrollo y sustentabilidad

Quien organiza el foro tiene la potestad de incluir algunos temas en la agenda. Los que forman el título son los que Macri eligió. Temas sobre los cuales la gestión de Cambiemos mostró un fracaso escandaloso. Si las respuestas a sus políticas las pretende buscar en este foro, me temo que las consecuencias pueden ser aún más dolorosas para nuestro país.

Para Cambiemos organizar este foro en nuestro país es la demostración más loable del éxito en su política exterior. Me permito poner en cuestión semejante afirmación. La política exterior de Macri, planteada como una “vuelta al mundo de manera inteligente” – como si alguna vez nos hubiéramos ido- es una acumulación de fracasos. Malcorra, su as de espadas, se fue por la puerta trasera. Las promesas de abaratar costos o la flexibilización laboral, no las pudo cumplir (gracias a la movilización colectiva, claro); mientras tanto, los capitales concentrados, esos que gobiernan sin ganar elecciones, pierden cada día más las esperanzas en su gobierno y le sueltan la mano, revisemos sino, la caída de las acciones argentinas en Wall Street o las bajísimas inversiones que llegan. No alcanza con ruegos o excusas: para la política que expresa Macri en el mundo ya no hay lugar, ni lo va a haber.

Entonces cómo

Los destinos del mundo parecen inciertos. Mientras crece el hambre y el rechazo a la política tradicional, se refuerzan las alternativas neo-fascistas y xenófobas. Mientras el capital financiero crece, dinamitando Estados, industrias y generando crisis humanitarias, los gobiernos evitan dar discusiones sinceras sobre las salidas posibles y se someten.

El mundo necesita nuevas voces y liderazgos. Latinoamérica, sobre todo. Las expresiones de rechazo al actual orden mundial crece a pasos agigantados. La caravana migrante en Centroamérica, las protestas contra los aumentos en Francia o las calles colmadas en nuestro país ante cada posible pérdida de derechos. Sin embargo, esos emergentes sociales como el feminismo o los movimientos sociales que ya lograron papeles protagónicos en las calles, todavía no tienen su correlato en la esfera política.

La salida, entonces, puede ser contraponer al desarrollo neo-fascista a los nuevos emergentes sociales, que hacen crujir el relato neoliberal y buscan construir desde la justicia y la igualdad. El desafío entonces será que estos emergentes comiencen a ocupar lugares protagónicos en los armados políticos futuros, y concebirlos como lo que son: la condición de posibilidad para que la próxima oleada pueda llegar más lejos.