La cumbre de jefes de Estado de los siete países más industrializados del mundo cerró el sábado en Taormina, Italia, sin un acuerdo en la lucha contra el cambio climático, tema sobre el que Estados Unidos planteó abiertamente sus diferencias con el resto de los miembros en el debut del mandatario estadounidense Donald Trump en el G7.

Con una declaración final, Alemania, Estados Unidos, Italia, Japón, Canadá, Francia y Reino Unido dejaron en evidencia las divergencias al interior del bloque de países que concentran el 32.2% del PBI mundial. Migración, comercio internacional, la política sobre Rusia son todos los temas que se trataron y quedaron en la nada. El foco sobre el “terrorismo” fue el único punto en común.

«El G7 hospedó una discusión verdadera, que en este caso fue más auténtica que otras veces. Fue una ocasión de encuentro e intercambio que sirve para meter en foco las posiciones incluso cuando son diversas, haciendo más claras las diferencias», aseguró el premier italiano Paolo Gentiloni al terminar la cumbre y antes de reconocer que los mandatarios no pudieron alcanzar acuerdos en dos de los objetivos centrales que se habían planteado: el cambio climático y el comercio internacional
Las divergencias en torno a la lucha contra el cambio climático fueron las más profundas.
“Después de una discusión muy articulada llegamos simplemente a tomar cuenta del hecho de que seis de los siete países confirman su empeño con los acuerdos de París”, de 2015, en clara referencia a la negativa de la administración Trump a refrendar las metas fijadas globalmente en la denominada declaración COP21 de fines de 2015.

“Los EEUU todavía están en una fase de discusión de su política en este campo. Espero que esta fase de revisión termine rápido y bien. Pero no tengo la más pálida idea de cuándo decidirá”, afirmó Gentiloni, mientras se distribuía la declaración que explícitamente marca que fue la administración Trump la que no se unió al consenso.

En referencia al comercio internacional, Gentiloni reconoció que desde el país norteamericano se había hecho un énfasis en el proteccionismo, mientras que los otros seis jefes de Estado pugnaban por un acuerdo hacia el libre comercio, que no pudo concretarse por la posición de EE UU. La primera ministra inglesa Theresa May, antes de volver a su país, acordó con Trump y que cuando se concrete la salida británica de la Unión Europea (Brexit), ambos países firmarán un acuerdo comercial.

Con respecto a la cuestión migratoria, se impuso la posición más ligada a Estados Unidos, en la que si bien se dice respetar los “derechos humanos de los migrantes”, se destaca que los Estados “tienen derecho a controlar sus propios confines y establecer políticas de acuerdo al interés nacional y por la seguridad”. La terrible dimensión que posee el drama de los refugiados y desplazados no encontró más que un eco retórico, sin siquiera mencionar ninguna medida concreta sobre este tema. Incluso se acentúa “la necesidad de apoyar a los refugiados tan cerca de sus países de origen como sea posible”.

Los miembros del G7 también disintieron en cuanto a la política sobre Rusia, expulsada en 2014 del entonces G8 por su política con Ucrania. Las discordancias con la Casa Blanca se reflejaron en que esta sostenía una posición más flexible. La declaración expresa que “las sanciones pueden revertirse cuando Rusia cumpla con sus compromisos. Sin embargo, también estamos dispuestos a tomar nuevas medidas restrictivas con el fin de aumentar los costos en Rusia si sus acciones así lo requieren. A pesar de nuestras diferencias con Rusia, estamos dispuestos a abordar las crisis regionales y los desafíos comunes cuando sea de nuestro interés.”

Las posiciones de la gestión Trump en la primera cumbre a la que este asiste fueron determinantes para que no se llegara a un consenso sobre cómo encarar los temas que los países occidentales más ricos y poderosos decidieron poner en agenda.