Los socorristas que intentan evacuar a los 12 niños y a su profesor atrapados desde hace 14 días en una cueva inundada en Tailandia mantenían ayer una carrera contrarreloj para evitar que nuevas lluvias hicieran todavía más difíciles las tareas de rescate.

Hasta ahora son pocas las vías que barajan las autoridades para poder sacar a los menores integrantes de un equipo de fútbol y a su entrenador. Los socorristas anunciaron ayer que habían realizado más de 100 perforaciones verticales para intentar una vía alternativa a la evacuación por buceo. «Hemos realizado más de cien perforaciones. Pero todavía no hemos localizado su posición», declaró el jefe de la célula de crisis, Narongsak Osottanakorn. Estos trabajos pretenden encontrar una grieta por la que se pueda llegar a los niños.

Los equipos de rescate estudian el modo más seguro de evacuarlos, teniendo en cuenta que una buena parte de los chicos, de entre once y 16 años, no saben nadar y ninguno ha practicado nunca submarinismo. Por ahora, un buzo experimentado necesita once horas para un trayecto de ida y vuelta hasta los niños, seis de ida y cinco de vuelta, gracias a la corriente. El recorrido es de varios kilómetros y tiene algunos tramos angostos y otros que se tienen que realizar bajo el agua. La muerte de un exbuzo de la marina tailandesa el viernes durante una operación de abastecimiento refleja el nivel de riesgo del trayecto.

Ahora, los niveles de agua se rebajaron sensiblemente. Se instalaron más máquinas de bombeo para extraer el líquido de la cueva de Tham Luang, en el norte de Tailandia, y las autoridades empezaron a mostrarse más optimistas. Las condiciones son las mejores posibles —no las ideales— para intentar el rescate. Unas condiciones que durarán «tres o cuatro días» y que los equipos pretenden aprovechar antes de que nuevas tormentas puedan anegar otra vez la gruta.

Según la cadena de televisión ABC News, que obtuvo un informe interno del gobierno estadounidense sobre un plan que coincide con lo que declararon en los últimos días los expertos, y que prevé que cada niño vaya acompañado de buceadores experimentados a lo largo de los cerca de cuatro kilómetros que les separan de la boca del túnel.

Pese a los riesgos, apunta el documento, la propuesta de acelerar la evacuación busca aprovechar que los niños aún disfrutan de niveles adecuados de oxígeno dentro de las cámaras de aire y se encuentran en relativo buen estado. También pretende evitar las fuertes lluvias previstas a lo largo de la semana entrante.

Los buceadores han enseñado las nociones más básicas del buceo a unos niños que en su inmensa mayoría, ni siquiera sabían nadar cuando entraron en la cueva. Y que aún no han recuperado por completo toda su fortaleza tras nueve días en la oscuridad y sin comer, hasta que fueron encontrados el lunes pasado.

Los 13 desaparecieron el 23 de junio después de un entrenamiento. Por razones que se desconocen, bien para celebrar el cumpleaños de uno de ellos o bien para guarecerse de la lluvia, entraron en la gruta. Allí quedaron atrapados cuando la tormenta inundó los pasajes de la cueva. «

El apátrida que se convirtió en vocero

Adul Sam-on, nacido en Birmania y educado por profesores cristianos en Tailandia, se convirtió en el portavoz de los 12 menores atrapados. Como decenas de miles de niños en este país del sudeste asiático, es un apátrida.

«Me llamo Adul, estoy bien de salud», dijo en tailandés el niño flaco haciendo el saludo tradicional «wai».  Los profesores donde el niño estudia alaban sus dotes lingüísticas, sobre todo en inglés, en un país donde sólo un tercio de los habitantes hablan esa lengua. Es el único capaz de conversar con los buzos británicos que los encontraron.

«¿Qué día es hoy?», pregunta Adul en inglés, y explica a los socorristas que él y sus compañeros tienen hambre. Nació en el Estado Wa, una región del este de Birmania escenario de una guerrilla étnica. Adul también habla tailandés, birmano y chino, y estudia en el mismo colegio desde que tiene siete años. Dejó su familia para recibir una formación mejor en el norte de Tailandia. Sus padres se quedaron en Birmania pero lo visitan en la iglesia cristiana que lo acogió.