En una nueva batalla del papa Francisco contra el sector más conservador de la iglesia católica, desde el Vaticano se prepara una respuesta a la carta del ex nuncio en EEUU, Carlo María Viganò donde le pide la renuncia por su rol en los escándalos de abusos sexuales en ese país. Al mismo tiempo, se anunció una cumbre de los presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo para el 21 de febrero donde se tratará el caso más delicado que envuelve a la Iglesia en décadas y que desde la Curia romana no dudan en calificar como el 11-S del catolicismo.

Viganò, un italiano de 77 años que supo crearse un aura de controvertido tanto como de puntilloso observador de vidas y miserias entre los prelados, elaboró un texto con ayuda de un periodista que suele cubrir información vaticana y también inclinado hacia la derecha eclesiástica, Marco Tosatti, donde acusa a Jorge Mario Bergoglio de haber tenido una conducta por lo menos sinuosa en el caso del cardenal Theodore McCarrick, quien está acusado de abuso de menores.

Viganò tiene viejas cuitas con los purpurados y él mismo no pudo acceder al capelo cardenalicio, lo que para quienes conocen las intimidades de la Santa Sede, fue alimentando rencores que estallaron durante el papado de Joseph Ratzinger en una denuncia sobre corrupción que fue conocida como Vatican Leaks. Benedicto XVI lo trasladó de Roma, donde había sido Secretario General del Gobernador del Vaticano, a Washington como nuncio, es decir, embajador ante el gobierno estadounidense.

Desde allí, siguió buscando ubicarse en la línea de decisiones de la Santa Sede pero también fue aliándose con la de por si conservadora iglesia norteamericana. Representa dentro de la dos veces milenaria institución, la línea que tomó con sorpresa y disgusto la designación del argentino y sobre todo que rechaza la visión que Bergoglio pretende imponer a la institución. El papa lo sacó de ese cargo en 2014.

A mediados de agosto una corte de Pensilvania presentó un informe donde se revela que durante al menos 70 años alrededor de 300 curas católicos a los que llamó “depredadores sexuales”, cometieron abusos contra un millar de menores. Una semana más tarde, Francisco se fue de gira a Irlanda, otro país atravesado por denuncias sobre abusos, al igual que Chile, donde el papa estuvo a principios de año y escuchó en persona las denuncias no solo de delitos sino de toda una trama de ocultamiento que se prolongó pro añares.

La carta con el pedido de renuncia salió para la misma fecha. Oportuna coincidencia que revela una estrategia de los grupos más conservadores para limar la credibilidad del Pontífice. No es casual que en este contexto, una frase de Francisco ante periodistas en el avión que lo llevaba de vuelta a Roma fuera otra piedra de escándalo. Fue esa en al que se refería a la homosexualidad.

Según el extracto que circuló en primer lugar, el argentino dijo que es un tema para tratar con psiquiatría, lo que derivó en titulares donde el papa la calificaba de enfermedad. Una aclaración posterior, y sobre todo el video posteado indican que en realidad dijo que había que tener la mente  amplia y añadió que “hay muchas cosas por hacer por medio de la psiquiatría, para ver cómo son las cosas”. En todo caso pide a padres que tengan hijos con “inclinaciones homosexuales” que escuchen y no alejen de las familias. Pero ciertamente aparece como ambigua.

El tema daba para la polémica dentro de esa institución, pero más aún cuando parte de las acusaciones de Viganò se relacionaban con lo que el religioso nacido en el seno de una familia multimillonaria de Milán ve como una peligrosa tendencia de muchos de los que rodean al papa hacia la homosexualidad o al menos a ser tolerantes. Se nota en la famosa carta el tufillo de la homofobia, aunque en el marco de denuncias y casos corroborados de abusos en todo el mundo que minan a la iglesia desde hace más de 6 años y que aceleraron la renuncia de Benedicto XVI en 2013.

La semana pasada una nueva arremetida de Viganò levantó polvareda en el Vaticano. Declaró que el papa se había reunido con una feroz opositora al matrimonio igualitario en EEUU, una funcionaria que se negó a consagrar a parejas gay y llegó a estar detenida por no cumplir con la ley. El papa resultó envuelto en una polémica por haber recibido en su visita a Washington a Kim Davis, secretaria judicial de Kentucky. Francisco asegura que la vio en una reunión masiva y no sabía quién era. Viganò dice que si sabía. Por lo bajo, en la Santa Sede aseguran que le tendió una trampa.

El papa no respondió aún a la carta ni a la nueva acusación del “monje negro”. Pero sí deslizan que otra vez el italiano fue muy oportuno en esta nueva imputación. Una de las profundas modificaciones en el funcionamiento de la Iglesia que encaró Bergoglio es lo que se conoce como la Constitución Apostólica, la suerte de Carta Magna que regula el gobierno de la Curia romana.

Si reformar un corpus legal en una democracia es una puja de intereses que a través de la lucha política, ni qué decir de lo que implica en una institución que se maneja de manera vertical y mantiene comportamiento cristalizados desde hace siglos. En este caso, la Pastor Bonus, dictada en 1988 por Juan Pablo II, había modificado una anterior de Pablo VI de 1967 y establecía la composición y competencias de los dicasterios, o sea los “ministerios”, con que se maneja al Vaticano.

Para ayudarse en esta nueva reforma, Francisco había designado un “gabinete” de cardenales de su extrema confianza, que llegó a tener nueve miembros y se lo llamó C-9. Por distintas razones no ajenas a la crisis de los abusos, esta semana en Roma se reunieron seis purpurados. Faltaron George Pell, primado de Australia, acusado en tribunales penales de encubrir abusos, el chileno Francisco Javier Errázuriz, que también proviene de una diócesis cuestionada, y Laurent Monsengwo Pasinya, del Congo. El argentino Leonardo Sandri suena como reemplazo de Errázuriz, que rpesentó la renuncia.

Los cardenales del C-9 que entregaron el borrador de la nueva constitución, que tiene el título provisorio de Praedicate Evangelium, son Pietro Parolín, ex cardenal de Venezuela; el italiano Giuseppe Bertello; el arzobispo de Bombay, Oswald Gracias; el de Munich, Reinhard Marx; el de Boston, Sean Patrick O’Malley; y el de Tegucigalpa, Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, este último otro denostado por Viganó. Como secretario figura  el obispo de Albano, Marcello Semeraro.

Este miércoles, la vicedirectora de la Sala de Prensa de la Santa Sede, la española Paloma García Ovejero, informó del cierre del «C-9 menos 3» informando que «tras escuchar el Consejo de Cardenales, el Santo Padre ha convocado a una reunión con los presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo para hablar de la prevención de abusos de menores y adultos vulnerables”.

La Conferencia Episcopal es un cuerpo colegiado que reúne a los obispos de cada territorio eclesiástico y ejerce funciones pastorales, aunque también establece líneas políticas en relación con las autoridades civiles. Son 117 y en esta ocasión, el planteo es debatir la forma de tratar estos casos y responder anta acusaciones que se vienen registrando en todos los rincones de la tierra.

Este jueves, Francisco recibiría a obispos de Estados Unidos y se supone que luego responderá a las imputaciones de Viganò. Aunque todo indica que está juntado fuerzas para evitar mayores derramamientos de sangre en una iglesia que no lo tiene como amigo. Es que Wall Street está muy lejos de Roma y la posición de Bergoglio desde que llegó al Vaticano no as afín a los mercados financieros.