El Ecuador durante las décadas iniciales de funcionamiento de la democracia reestablecida en 1979, acuñó nacional e internacionalmente el adjetivo de “isla de paz”. Muchas veces discutido por académicos y analistas que decían que era “isla de paz” para los sectores sociales acomodados, pero que no lo era para una gran mayoría de ecuatorianos, que vivían diariamente la violencia estructural de la pobreza.

Ubicado entre la violencia colombiana narco, la guerrillera y política y la demencial violencia “polpotiana” de Sendero Luminoso, en Perú, internacionalmente, para los medios, efectivamente sí era el Ecuador una “isla de paz”.

Incluso recuerdo la asistencia a seminarios y reuniones académicos de la época en las que el tema ecuatoriano era analizado como una excepcionalidad histórica que podía dejar de existir, escudriñando la violencia en los dos vecinos más grandes territorial y demográficamente.

Hoy en  el mundo académico latinoamericano ya el Ecuador ha dejado de abordarse como “isla de paz”.

Se lo analiza como un caso de naciente membresía en el club de los narco estados y potencial candidato a estado fallido futuro en la realidad difícil de una Latinoamérica que junto a sus problemas históricos padece las consecuencias de la crisis Covid-19.

Colombia, México, Honduras, para citar tres casos conocidos, han dejado de ser vistos en el espejo retrovisor  del automóvil que Ecuador conduce, como coches de los que hay que huir, tomando otra camino. El Ecuador está en la misma narco carretera y en buen coche. Es uno de los narco automóviles que se multiplican en los caminos de la historia latinoamericanas del siglo XXI.

Los narco estados se caracterizan porque el crimen organizado logra penetrar en instituciones encargadas de la seguridad pública, en sectores empresariales, en élites políticas y hasta en organizaciones de la sociedad civil organizada.

Al respecto, en Ecuador, hay generales de la Policía que fueron señalados por el embajador de Estados Unidos como narco-generales. Las fuerzas armadas instalaron un radar para detectar narco-avionetas en la provincia de Manabí. El  artefacto fue saboteado a los pocos días de su instalación y hace cuatro meses que inexplicablemente no funciona. Es un tenebroso misterio.

Los narco-generales de la policía fueron despojados de la visa americana. El 8 de Marzo de 2022, la embajada de USA anuncia que le quita la visa a Abdalá Bucaram y su familia, acusándolos no de narcotráfico sino de corrupción generalizada con bienes públicos, lo que es siempre una de las características de las condiciones de descomposición que originan narco-estados.

El año 2021 y desde el inicio del 2022, la violencia, el sicariato, las desapariciones de personas no cesan de crecer. En el 2021 los asesinatos violentos alcanzaron la cifra record de 2464, en un país de 17 millones de habitantes.

 En el diario El Comercio hace pocos días se reportaron varios centenares de secuestros y desapariciones de personas denunciados en meses recientes. Los análisis de centros académicos especializados detectan una correlación lineal entre violencia criminal y desgarramiento del tejido social en todos los países latinoamericanos. Y en el Ecuador no hay una política exitosa y visible de empleo, reactivación económica y mejoramiento en la equidad social.

La crisis sanitaria, económica, social, ya ha saltado a las cumbres de la política. El deterioro de la figura presidencial parece una realidad que confirma ese termómetro del ambiente social  que son las redes sociales, cada día más llenas de memes criticando al gobierno y su inacción.

En la Asamblea Nacional se ha constituido una nueva mayoría integrada por el Partido Social Cristiano (PSC), la Unidad por la Esperanza (UNES) y un sector de Pachakutic cuyo objetivo es modificar la actual estructura directiva de la Asamblea, cabezada por la Guadalupe Llori y el órgano de administración legislativa.

También figuras como Jaime Nebot reaparecen con críticas al inmovilismo del gobierno, con declaraciones que producidas inicialmente en Guayaquil, son reproducidas en redes sociales del puerto principal y de Quito, la capital de la república.

Como siempre, en cualquier país que está en la antesala de ser narco estado, las posibles respuestas salvadoras se encuentran en la calidad de la política y la condición histórica de sus líderes.

El destino social no está escrito ineluctablemente. La historia es viva y la hacen los pueblos  conducidos por sus élites. Que Ecuador salga de su actual agobio estatal, donde los problemas crecen y al no resolverse se multiplican, es el deseo de todos quienes tuvimos la suerte de nacer en esa bella patria.

Rememorando al inolvidable escritor guayaquileño Pedro Jorge Vera, los ecuatorianos en democracia nunca hemos votado por “animales puros” para realizar una transformación revolucionaria.

Siempre hemos apostado mayoritariamente por ofertas de reforma viables. Y así lo hicimos en 2021.Siempre por un Estado reformador, pacífico y democrático. Para que las actuales amenazas a ese Estado no vuelvan la democracia de cuatro décadas una “semilla estéril” parafraseando al gran novelista, tenemos que seguir impidiendo la consolidación de un narco-estado.