Las elecciones parciales, o de medio término, en EE UU han desatado un frenesí de actividad entre comentaristas y académicos que están preocupados por la seria posibilidad de un importante triunfo de los republicanos. O, mejor dicho, del trumpismo. Así Noam Chomsky se ha lanzado a insistir que hay que «prevenir el mal mayor», o sea hay que votar por el mal menor demócrata; David Smith, del diario liberal británico The Guardian insiste que los republicanos son «el partido del odio»; Michael Moore repite que los demócratas triunfarán e impedirán la instalación del fascismo.

Es indudable que el partido de Clinton, Obama y Biden no tiene nada que ver con los problemas del norteamericano medio, ni con la crisis, ni con el racismo, ni con la inflación, o la pobreza. Mis amigos universitarios, todos doctores (les deben haber regalado el título), insisten que Trump retiene el apoyo de 43% de los posibles votantes porque son brutos, ignorantes, machistas, y racistas. Pero, como me señaló uno, «confiamos que el sistema democrático (o sea electoral) les pondrá firmes límites». Por supuesto que en la democracia más grande del mundo» nunca deben haber existido las elecciones cuestionadas como la de 1960 donde se sabe que la mafia jugó para Kennedy, o la de 2000 donde la Corte Suprema hizo lo mismo, pero para Bush Jr., o la de 2016 donde Hillary aún insiste que Putin robó la elección a favor de Trump, o la de 2020 donde Trump dice que le robaron el resultado. Caramba que luego de 200 años de una historia maravillosa, de ascenso ininterrumpido camino a la grandeza nacional, parece que «la grieta» llegó a EE UU.

¿Quién sabe por qué?

Esta histeria emerge de algunos datos preocupantes. Según las proyecciones de realclearpolitics.com los resultados electorales del próximo martes podrían ser que los republicanos ganaran tres nuevas gobernaciones, llevando su total a 31 en contra de 19 estados controlados por los demócratas. Asimismo, es probable que el oficialismo pierda tres asientos en el Senado, lo cual implica que los republicanos lo controlarían 53 a 47; por último, en la Cámara de Representantes a una semana de las elecciones consideran que los demócratas tienen aseguradas 174 bancas, contra 228 de los republicanos y 33 que continúan en disputa. Suponiendo que las bancas disputadas todas fueran para el oficialismo esto significaría que este tendría 207 legisladores contra 228 republicanos. Digamos, una derrota abrumadora con importantes consecuencias para la política norteamericana.

Lo que subyace a esto es que la opinión pública (otra vez según RCP) rechaza al liderazgo Demócrata. Biden tiene una aprobación que oscila en 42%, la vice Kamala Harris en 38%, y la titular de la Cámara, Nancy Pelosi en 34%. Mientras tanto Trump, tras la campaña denostándolo en casi todos los medios, retiene entre 42 y 44% de aprobación, empatando a Biden. Digamos, suponiendo que Chomsky y Moore tuvieran razón y ésta fuera una disputa entre el fascismo y la democracia, muchísimos norteamericanos prefieren el fascismo. En realidad, lo que prefieren es rechazar a las elites políticas de todo tipo, convencidos de que en EE UU no hay democracia. O por lo menos, no la hay en el sentido de gobierno de las mayorías. Pensemos simplemente que a dos años de las elecciones de 2020 casi la mitad de los electores están convencidos que Biden cometió fraude, mientras que la otra mitad creen que Trump hizo lo mismo, pero en 2016.

En lo único en lo que casi todos coinciden es que el famoso sueño americano no existe más, y que en muchos casos se convirtió en una pesadilla. Trump repite hasta el hartazgo su mantra de Make America Great Again (MAGA), implicando que ya no es más «great». Pero no es el único. La progresista Russell Sage Foundation, que supo estar vinculada con la laborismo norteamericano, señaló en 2017: «El aumento en la desigualdad económica durante las últimas cuatro décadas cuestiona la noción de que cualquiera puede lograr el sueño americano». (https://www.russellsage.org/exposure-rising-inequality-shapes-americans%E2%80%99-opportunity-beliefs-and-policy-support) Luego señaló que la movilidad social ascendente había caído más de la mitad en ese período, y que el ingreso medio en 2018 equivalía a la mitad del de 1970. Lo anterior mientras señalaba que el 10% más rico de la nación tenía ingresos equivalentes a 7,4 veces el de los sectores medios y 75 veces el de un trabajador. En ese sentido, mientras Biden insiste en enviar miles de millones de dólares a Ucrania, Trump repite que «hay demasiada disparidad de ingresos y hay que hacer cambios pronto». No debería sorprender a nadie que los republicanos estén por ganar la próxima elección.  «