Durante las dos últimas semanas, podría hablarse de un milagro, no hubo ninguna matanza en las escuelas o en los supermercados de Estados Unidos. Hablar sobre una noticia que no existió sería algo así como titular un diario con el absurdo de que “ayer no llovió”. Eso no significa que el amor por las armas de fuego de una sociedad enferma de violencia se haya eclipsado. Simplemente, son cosas que llegan acompañadas de cualquier estadística, en la que en algún momento se produce un ligero quiebre, hasta volver a la “normalidad”. Es decir, a los números de 2021, cuando 45.222 norteamericanos, 124 por día, murieron por disparos de armas de fuego y se registraron 693 ataques masivos, 14 por semana, 2 por día.  

En los últimos 15 días nadie entró a matar a ninguna escuela o supermercado. Pero el tema estuvo presente. El lunes 14 se cumplieron cuatro años de la masacre en un colegio secundario de Parkland, en el estado sureño de Florida. Aquel día de 2018 un ex alumno del Marjory Stoneman Douglas asesinó a 17 jóvenes con un rifle producido por Remington en su planta de Massachusetts, el estado en el que se fabrican las armas de la muerte y, oh, paradoja, sede también de lo más selecto del mundo académico norteamericano. Ese día, el presidente Joe Biden recordó a las víctimas. Casualmente, en la misma jornada, Remington transó con las familias de 20 niños y seis docentes masacrados en 2012 con uno de sus fusiles, en la escuela Sandy Hook del estado nordestino de Connecticut.  

Vale hacer un alto para internarse en la “normalidad”. Remitiéndose a la historia reciente, fuentes oficiales y privadas dicen que los asesinatos a balazos aumentaron el 75% en la última década. Pero ya en el presente, el Gun Violence Archive (GVA) señala que en 2021 se registraron 693 tiroteos masivos con armas de alguna de las once grandes fábricas de Massachusetts. La página web del GVA ofrece “en tiempo real datos sobre la violencia armada en el nuevo año”. Hasta el fin de semana último, la información registra: 52 tiroteos masivos, 2408 muertos, 4186 heridos, 39 niños asesinados, 90 niños heridos, 156 adolescentes muertos, 376 adolescentes heridos.

El abogado de los familiares de los muertos de Sandy Hook, Josh Koskoff, explicó que el acuerdo alcanzado con Remington –una indemnización a las nueve familias querellantes– “rompió la hasta ahora infranqueable barrera de las leyes impuestas durante los gobiernos de George W. Bush (2001-2009) en favor de los grandes fabricantes de armas de fuego, una legislación que otorga inmunidad a los productores, distribuidores y vendedores de armas ante demandas de responsabilidad por el uso de sus productos por parte de terceros”. La derogación de las normas impulsadas por Bush fue señalada como prioridad en el programa de campaña de Biden, opuesto a la plataforma belicista de Donald Trump.

Koskoff se refería a dos leyes redactadas por los asesores de Bush a pedir de boca de los fabricantes y de la Asociación Nacional del Rifle (ANR), el lobby fascista que propugna la libertad absoluta de los civiles para la tenencia y portación de armas de fuego, incluso armas de guerra. La primera de esas normas es de 2004 y elimina la prohibición de vender fusiles de asalto y armas semiautomáticas de calibre 9 mm, como las pistolas Remington C.9MM-RP9 con las que se perpetraron las masacres en la escuela Sandy Hook y en el Marjory Stoneman Douglas. La segunda norma es de 2005 y su título todo lo dice: Ley de Protección del Comercio Legal de Armas (otorga inmunidad legal a todos los participantes de la cadena de la muerte).

El acuerdo firmado por Remington con las familias de Sandy Hook conlleva la implícita admisión de responsabilidad en los hechos ejecutados con sus armas. Implica, además, un revés para todo el sector, pues la inmunidad legal y la autorización para vender armas de guerra a cualquier civil que, simplemente, pague por ellas, era el argumento central de los fabricantes de Massachusetts demandados por el Estado de México por su responsabilidad en el armado de los carteles de la droga. Eso, sumado a la supuesta voluntad de Biden de poner límites al comercio de armas de fuego, podría significar un vuelco para los armadores y para los narcos.

Al recordar a las víctimas del secundario de Florida, Biden exhortó a “luchar contra la epidemia de violencia armada” y pidió que “las voces de las víctimas y los sobrevivientes sean más fuertes que las voces de los fabricantes de armas y de la Asociación Nacional del Rifle”. Sus palabras no fueron recibidas por todos de la misma manera. Manuel Oliver, un venezolano que llegó a Estados Unidos en busca de bienestar económico y apenas hace changas salteadas, es el padre de Joaquín, uno de los adolescentes asesinados. El lunes 14 se trepó como pudo a la gigantesca grúa de una construcción próxima a la Casa Blanca y allí extendió su pancarta acusatoria: “Señor Biden, 45 mil personas murieron por armas de fuego desde que usted asumió la presidencia”. Oliver, que también había llegado a Estados Unidos “en busca de libertad”, dijo su mujer, fue detenido apenas bajó de la grúa.

El enmascarado no se rinde

Cuando Remington, uno de los grandes fabricantes mundiales de armas de fuego para uso civil y militar, admitió su responsabilidad en una matanza de niños perpetrada con uno de sus fusiles semiautomáticos, y cuando reaparecen las voces de condena a los productores de la muerte, uno de los hermanitos menores de la familia bélica sorprendió con el lanzamiento al mercado de una versión similar al AR-15. Pero para niños.

La WEE1 Tactical anunció el viernes que el rifle infantil “luce, se siente y opera como el arma de mamá y papá”. Tras semejante introducción, la página web del fabricante detalla: “Es liviano y viene en atractivos colores, es el primero de una línea de plataformas de disparo que ayudará de manera segura a introducir a sus hijos en el manejo de las armas”. El JR-15 mide 80 centímetros y pesa menos de un kilogramo. Lleva cartuchos de 5 o 10 municiones calibre 22 y cuesta 389 dólares, tanto como cualquier buen juguete de precio medio ofrecido en el mercado. Pero tiene un plus: mata a la perfección.