En un golpe a dos bandas, Donald Trump anunció que EE UU se retira de la OMS y dio una nueva vuelta de tuerca a su ofensiva contra China. Todo esto, mientras se apilan los cuerpos de las víctimas de coronavirus en todo el país, crece la represión en Minneapolis y parece peligrar su reelección en noviembre. Muchos creen ver en el anuncio de Trump sobre la Organización Mundial de la Salud una forma de desviar la atención sobre sus propias torpezas a la hora de evaluar el daño que podía causar el Covid-19.

Desde hacía varias semanas, el presidente venía amenazando con retirar a EE UU de la OMS. Aducía que había administrado mal la pandemia y que el titular, el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus “ignoró constantemente los informes creíbles del virus que se propagaba en Wuhan a principios de diciembre de 2019 o incluso antes”.

No es fácil irse de la OMS. Es una decisión que le compete al Congreso y no están los tiempos como para que el mandatario pueda imponer rápidamente una ley semejante. Pero además, desde los primeros escarceos para el portazo encontró el rechazo-reclamo-sugerencia de los países europeos en medio de la crisis sanitaria.

Por otro lado, China mostró su disposición a compensar los 400 millones de dólares de aportes que anualmente viene poniendo Washington. De modo que en lugar de un castigo, es la mejor oportunidad para que Beijing ocupe los espacios que va dejando EE UU.

Pero esta semana el gobierno chino anunció la extensión de la legislación de seguridad nacional a Hong Kong. Para los países anglosajones –EE UU, Canadá, Australia y el Reino Unido- eso es considerado violatorio del compromiso establecido en 1997, en el que China recuperó la soberanía de lo que había sido colonia británica.

Las autoridades chinas de entonces aceptaron preservar el sistema político vigente hasta 2047. Un régimen de “un país, dos sistemas”, fue la forma de recuperar un territorio que había sido ocupado con la Guerra del Opio de 1841. En el último año hubo varias revueltas en Hong Kong contra el gobierno local que Beijing interpreta como fomentadas por activistas occidentales para demorar o modificar ese estatus, a medida que el gigante asiático fue avanzando hacia políticas capitalistas vigentes en el resto del mundo.

Trump propuso desde su primer día en la Casa Blanca recuperar la industria que emigró a China por mejores condiciones ya desde los años ‘80 del siglo pasado. Para ello planteó una guerra comercial que parecía destinada a terminar en derrota, agravada además por el coronavirus.

Tal vez por eso golpea a la OMS acusando al organismo de ser aliado de China. Al mismo tiempo, insiste en que el Covid-19 es el “virus chino”. A su vez, el secretario de Estado, Mike Pompeo declara que Hong Kong no es autónomo de Beijing como para tener de aquí en más un trato separado y prohibió el ingreso de ciudadanos chinos para estudios de posgrado en universidades estadounidenses. Un tuit de Trump del viernes era la mejor imagen de este clima. Decía, simplemente “CHINA!”. Así, en mayúsculas y con signo de admiración.