Meses después de los asesinatos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel en los territorios mapuches argentinos, y tras la extradición y condena en Chile del lonko Facundo Jones Huala, la represión cruzó la Cordillera y la víctima fue, otra vez, un joven mapuche. Camilo Catrillanca fue asesinado el 14 de noviembre, al fin de la jornada. Le volaron los sesos, literalmente. Su muerte actuó como un disparador de conciencias. Cinco semanas después, el 19 de diciembre, se conocían el nombre del asesino, el de quien ordenó la masacre lanzada en la Araucanía –600 kilómetros al sur de Santiago– y ante el repudio global el presidente Sebastián Piñera ya se había visto forzado a destituir al jefe del cuerpo de Carabineros. Amigo del argentino Mauricio Macri, ingeniero como Macri, egresado de la Universidad Católica como Macri, empresario como Macri, rodeado de CEOs como Macri, sufrió sin embargo un shock, un golpe de realidad que Macri no experimentó. En lugar de gendarmes fieles a la omertá, se encontró con carabineros que eligieron salvar su pellejo y aportaron unos videos brutales, en los que se ve en detalle cómo asesinaron a Catrillanca.

Apenas asumió la Presidencia, en marzo, Piñera sabía que su relación con los carabineros sería complicada, porque complicada es la relación de la sociedad chilena con la temible policía militarizada que sembró el pánico durante los 17 años de la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet. Y que siguió sirviendo con idéntico ahínco a todos los gobiernos civiles posteriores, cada vez que necesitaron apagar el fuego de los estudiantes en las calles, los obreros en sus fábricas o los mapuches en sus tierras. En marzo destituyó al jefe de Carabineros que había heredado de su predecesora, Michelle Bachelet (2006-2010 y 2014-2018), pero cometió el error de designar en su lugar a un general de dudoso pasado (ver aparte).

De los videos, uno revela los detalles necesarios para derribar todas y cada una de las mentiras urdidas por los jefes de Carabineros. La filmación es casi profesional, con primeros planos, contrastes, uso de la luz y el color y grabación perfecta de las voces. Fue hecha con una cámara Go Pro, asegurada sobre el casco del represor que la aportó a la Justicia. La versión oficial decía: primero, que los carabineros perseguían a tres encapuchados que habían robado un vehículo blanco a unos docentes en las inmediaciones de la comunidad en la que fue asesinado Catrillanca; segundo, que el joven mapuche los atacó con un arma de fuego; tercero, que hubo un largo intercambio de disparos. Los videos muestran que Catrillanca fue acribillado cuando manejaba un tractor azul, no un automóvil blanco, que no tenía armas y que los únicos 12 disparos que se oyen se corresponden con armas de un mismo tipo y calibre.

Cuando en junio pasado Piñera puso en funciones al escuadrón del cuerpo de Carabineros entrenado para acometer la cacería de los mapuches, los curiosos se preguntaron el porqué del nombre dado a esos legionarios, los que ahora mataron a Catrillanca. «Comando Jungla», le pusieron. Todo es producto de una sucesión de actos de frondosa imaginación que tuvieron a la cabeza de la empresa libertadora del flagelo mapuche a la expresidenta –dizque progresista– Bachelet y a su par colombiano Juan Manuel Santos (2010-2018), un experto cazador de guerrilleros. Bachelet pensó que en Colombia estaban los instructores adecuados para enfrentar al «poder mapuche». Esos instructores, formados en la selva y en el saber de sus maestros del Comando Sur de Estados Unidos, expertos en lucha antiguerrillera, en el combate a narcotraficantes y el enfrentamiento a grupos paramilitares, eran en la concepción democrática de Bachelet los indicados para formar a los carabineros de Chile. Con tal comunidad de intereses era razonable que en el paisaje vegetal chileno irrumpiera el Comando Jungla, reprimiendo con su nombre y su tradición a cuestas, en medio de esos apacibles y prolijos bosques de araucarias. Y así asesinaron a Catrillanca.

Frondosos prontuarios

El cuerpo de Carabineros, el símil chileno de la Gendarmería argentina, quedó en el ojo del huracán por la implicación de sus más altos jefes en los peores delitos. El martes 18 fue procesado y detenido Bruno Villalobos, el general que como jefe del arma acompañó el segundo gobierno de Michele Bachelet (2014-2018). El viernes 21 se sumó la destitución del nuevo director general del cuerpo, Hermes Soto, al que el presidente Sebastián Piñera había ungido en junio para que se ocupara de perseguir a los mapuches.

Villalobos cayó tras probarse su responsabilidad en la tortura y asesinato del estudiante Patricio Manzano, un hecho ocurrido en 1985, cuando el general servía al gobierno del dictador Augusto Pinochet. Entonces, 173 jóvenes fueron detenidos y torturados por los carabineros. Además, ordenó a sus efectivos el armado de falsos testimonios para culpar a comunidades mapuches de la ejecución de delitos que nunca cometieron. Soto no se quedó atrás. Es el principal inculpado por el asesinato del comunero mapuche Camilo Catrillanca.