El avance como potencia hegemónica versus la pérdida de influencia: ¿destino de guerra? Cinco siglos de historia lo certificarían. Realineación de alianzas, el rol de la India y de Europa, la situación de Hong Kong, la pandemia.
Que China está llamada a ser la potencia hegemónica del siglo XXI es una elucubración de analistas de todos los pelajes desde hace décadas. Y que Estados Unidos va perdiendo influencia es cada vez más evidente, más allá de que sigue siendo la principal potencia militar y se mantiene a la cabeza en tecnología e informática. Pero los últimos escarceos entre Washington y Beijing muestran hasta qué punto están cada vez más cerca de caer en eso que un historiador llamó la “trampa de Tucídides”.
¿De qué se trata?
Tucídides es considerado padre de la historiografía moderna. Hombre del siglo de oro ateniense, más que relatar, puso en contexto la Guerra del Peloponeso. Y la conclusión es que una potencia emergente crece hasta que se convierte en un desafío para el imperio dominante. Así ocurrió entre la Liga de Delos (Esparta) y la del Peloponeso (Atenas), hasta desembocar en la guerra que se desarrolló entre el 431y el 404 A de C.
Para Graham Allison, de la Universidad de Harvard, autor de un libro muy ilustrativo de 2015, (Con destino a la guerra: ¿es posible que EE UU y China escapen de la trampa de Tucídides?) en la abrumadora mayoría de situaciones similares de los últimos 500 años, el resultado fue una guerra. Pero ese podría no ser necesariamente el caso entre China y EE UU. El tema es cómo evitar una hecatombe entre dos potencias nucleares altamente desarrolladas.
Por lo pronto, a medida que se acercan las elecciones estadounidenses, Donald Trump asume una posición cada vez más beligerante en una estrategia destinada a poner como enemigo al gigante asiático (ver columna). Más allá de la guerra comercial que desató a poco de llegar a la Casa Blanca, el coronavirus le planteó un desafío: luego de desoír las recomendaciones científicas, necesita exculparse sobre las consecuencias tanto sanitarias como económicas. Y en eso está, con teorías conspirativas en las que hizo caer a la OMS, de la que anunció el retiro (ver columna).
Coherente con su línea de abandonar toda organización globalista, Trump también retiró a su país de los acuerdos climáticos, de los tratados comerciales del Atlántico y del Pacífico y este jueves anunció que sancionará y prohibirá el ingreso al país de cualquier funcionario de la Corte Penal Internacional (CPI) que pretenda investigar crímenes cometidos por tropas estadounidenses en Afganistán.
Esta medida se choca con el discurso de defensa de derechos humanos que pretende esgrimir para el resto del mundo. En tal sentido, la revuelta en Hong Kong que se inició el año pasado y la ley de seguridad anunciada en Beijing hace algunas semanas le dio un argumento a lo países occidentales y básicamente a la Casa Blanca para hablar de violación a la democracia y la soberanía sobre una ex colonia que tiene un estatus especial desde 1997.
La espuma inicial se fue acallando al punto que el HSBC, uno de los bancos más grandes del planeta y símbolo del sistema financiero internacional de capitales británicos, firmó una petición aceptando las nuevas reglas de juego.
Mientras Trump enfrenta en su propio territorio fuertes reclamos contra el racismo, Xi Jinping recorrió estos días la región autónoma de Ningxia, con mayoría de población de la etnia hui y se comprometió una vez más a terminar con la pobreza. ”Todos los grupos étnicos son parte de la gran familia de la nación china y ningún grupo étnico debe ser dejado atrás en la lucha contra la pobreza”.
China también dio un paso importante para limar asperezas con India, la nación que seguramente en breve será la segunda potencia del mundo, y con la que mantiene conflictos limítrofes heredados de la colonización británica (ver columna). Durante el fin de semana pasada, altos mandos militares de ambos países se encontraron en un puesto en el Himalaya para poner fin a algunas semanas de choques entre fuerzas de seguridad.
Otra muestra de que EE UU pierde influencia es que a pesar de las presiones y amenazas del inquilino de la Casa Banca, la Unión Europea no está tan dispuesta a ser furgón de cola de una aventura bélica.Y tras una reunión del Alto Representante de la UE para Política Exterior, Josep Borrell, con el canciller chino, Wang Yi, el español aseguró que el bloque pretende una relación «realista» con China.
“Está claro que China tiene una ambición global, pero no creo que esté jugando un rol que ponga en duda la paz mundial. No tienen ambición militar, ni participan en conflictos armados», añadió.
POTENCIAS EN PUGNA
PBI (datos de 2019): China, U$S 12 billones – EE UU U$S 19 billones
Producto per cápita: China U$S 9000 – EEUU U$S 58 mil
Deuda sobre PBI: China 50% – EE UU 104%
Déficit fiscal: China 4,6% – EE UU 5,6%
PBI para Salud: China 9,07% – EE UU 22,55%
PBI para Defensa: China 5,5% – EE UU 9,01%
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