Estereotipos

Por: Cecilia González

Sin importar del país del que se trate, la derecha se apropia del tema migratorio para promover el racismo, la xenofobia y la discriminación. Le ayuda a conseguir votos.

Lo vuelvo a ver ahora en España, en donde colectivos de Derechos Humanos llevan a cabo una campaña para recolectar 500 mil firmas de apoyo a la regularización de 500 mil personas bajo el lema: “No es caridad, es justicia social”. Pero hay resistencia, y cómo no, si políticos y medios de comunicación a cada rato refuerzan mensajes prejuiciosos y desinformados que convierten a las y los migrantes en una amenaza. Hay que tenerles miedo. En Argentina es tema constante de personajes como Patricia Bullrich o José Luis Espert.

De hecho, apenas llegué vi en la televisión varios reportajes amarillistas sobre “las bandas latinas” que han “invadido” Madrid. Ya los títulos dicen bastante pero, además, van acompañados de imágenes violentas y música tenebrosa. Así no es muy difícil temerles a jóvenes latinoamericanos que quedan por completo estigmatizados.

En el otro extremo está la pornografía de la pobreza que usa a las personas para exhibirlas en algunos de los peores momentos de su vida, ya sea mientras viajan desde África hacia Europa en pateras a través del Mediterráneo, al ser rescatadas, o incluso cuando mueren ahogadas. Son imágenes que lesionan la dignidad porque sólo generan lástima, no conciencia; ni ayudan a entender, dimensionar, reconocer y resolver las desigualdades que persisten entre el norte y sur del mundo y que tienen en las migraciones forzadas uno de sus efectos.

De todo esto se habló durante el Primer Festival de Podcast en Vivo que se realizó en Madrid para apoyar la campaña “Regularización Ya” y que fue promovido por las periodistas y escritoras Gabriela Wiener, de Perú, y María Fernanda Ampuero, de Ecuador, ellas mismas inmigrantes que han tenido que luchar para obtener sus papeles. En dos estimulantes jornadas de denuncia, activismo y reflexión se evidenció la persistencia de discursos estereotipados que uniforman a los migrantes: o son criminales o son “pobrecitos” dignos de compasión.

No deja de ser frustrante que todavía sea tan difícil tratarnos como seres humanos que deberíamos tener igualdad de derechos, más allá de nuestras procedencias y circunstancias.

Durante el Festival me acordé de una serie de artículos que acaba de publicar la oficina en Argentina de la Organización Internacional para las Migraciones y Le Monde Diplomatique, y que desmienten mitos que (lo apuesto ya) vamos a volver a escuchar en las campañas presidenciales del próximo año. Algunas de esas falsas premisas también recorren Europa.

“Los migrantes no realizan tareas esenciales y les quitan los mejores trabajos a los argentinos”. ¿Les suena? Pues resulta que el 37% de la población migrante tiene una situación laboral inestable o se encuentra desocupada. Otro prejuicio repetido es que los migrantes “abusan” del sistema de salud argentino, pero el último dato de 2016 revela que sólo el 0.04% de las personas egresadas de hospitales en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tenía su residencia habitual en el extranjero. Las universidades tampoco están “tomadas” por migrantes en detrimento de los argentinos, como quieren hacernos creer, ya que apenas representan 3.6% de las matrículas de pregrado y grado y 9.4% de los posgrados.

La prejuiciosa y clasista idea de que las mujeres “solo tienen hijos para cobrar planes” se extiende a las migrantes, aunque en realidad solo tres de cada 10 recibe algún tipo de ayuda social. Y no olvidemos que el macrismo puso de moda eso de que Argentina “está llena de migrantes delincuentes”, a pesar de que solo el 5.1% de las personas presas son extranjeras.

El tema es que, a estas alturas de la historia, todavía hay que explicar que migrar no es delito. Que las personas migrantes tienen derechos. Que no son nada más “mano de obra”, ni cifras, ni “oleadas”. Que llevan consigo su cultura, sus idiomas, sus costumbres. Son seres humanos que enriquecen a las sociedades en las que se insertan. La diversifican. Ayudan al desarrollo y crecimiento económico y al capital intelectual. Y forjan lazos entre sus países de origen y destino.

Seguimos. 

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