El 18 de diciembre de 2005 se produjo un sismo. No fueron placas tectónicas. Ni el azar. Un tejido de injusticias ancestrales catalizó en pleno corazón de Sudamérica para queBolivia eligiera por primera vez como presidente a uno de los suyos, a un indígena. Evo Morales, líder del Movimiento al Socialismo (MAS),obtenía además el mayor respaldo a un candidato desde que se restableció la democracia en 1982. Un apabullante 53,7 por ciento de los votos.

El 22 de enero de 2006 Morales se quebró. Juró entre lágrimas ante un Congreso Nacional que vistió ropas que nunca antes. Un respeto ancestral se apoderó del hemiciclo y el flamante presidente pidió “un minuto de silencio para Manco Inca, Túpac Katari, Túpac Amaru, Bartolina Sisa, Zárate Vilca, Apiaguaiki Tumpa, Andrés Ibáñez, Che Guevara, Marcelo Quiroga Santa Cruz, Luis Espinal, a muchos de mis hermanos caídos, cocaleros de la zona del Trópico de Cochabamba, por los hermanos caídos en la defensa de la dignidad del pueblo alteño, de los mineros, de miles, de millones de seres humanos que han caído en toda América”. Al día siguientefue fue ungido por las autoridades indígenas en la ciudad sagrada de Tiawanaku. Fue una ceremonia internacionalista, miles llegaron de distintos rincones de América Latina para ser testigos de este acontecimiento bisagra. “Sólo con la fuerza del pueblo, con la unidad del pueblo vamos a acabar con el estado colonial y con el modelo neoliberal”, dijo ante la Puerta del Sol.

A mediados de los 80, cuando comenzó a despuntar su liderazgo sindical entre los cocaleros del Trópico de Cochabamba y soñaba con un partido de masas que cambie la historia del sojuzgamiento de Bolivia, se prometió tres actos refundacionales si algún día era presidente: redistribuir la riqueza, nacionalizar los recursos naturales y convocar a una asamblea constituyente. Cumplió todas. “Evo Morales llega empoderado por los movimientos sociales. El proceso constituyente cambia el canon de nuestra democracia a partir de la incorporación de las naciones indígenas-originarias-campesinas que antes no tenían ninguna decisión en los destinos de la patria. Allí se inicia una progresiva autoestima de los excluidos de siempre”, afirma el analista político Julio Peñaloza Bretel.

Para Guadalupe Peres-Cajías, docente e investigadora en comunicación social, es “innegable que Bolivia ha cambiado en los últimos 12 años. El sentido del ser indígena se ha transformado y la presencia de este, en espacios otrora reservados a los blancos y mestizos, es cada vez mayor. Esto está relacionado con la representación cultural del presidente Morales, la Ley 045 contra el racismo y la discriminación y la consolidación de una nueva clase social, la ´burguesía chola´. Sin embargo, este proceso también ha incitado al reavivamiento de las tensiones étnico-raciales. La inclusión aún está en construcción”.

Bolivia siempre fue, en la región, el país más pobre después de Haití. Eso iba a cambiar. El 1° de mayo de 2006 Evo Morales decretó la nacionalización de los hidrocarburos. “Fue un parte aguas: se modificó la matriz distributiva del país, la relación con el capital transnacional y  se inició una nueva etapa en la economía que, con mucho pragmatismo, estabilizóal país, aumentó el poder adquisitivo, cuadriplicó el PBI y consolidó las reservas internacionales”, explica Peñaloza Bretel. Entre 2006 y 2017 el salario se incrementó un 226 por ciento. Dato que resalta cuando observamos los indicadores de inflación emitidos por el Banco Central de Bolivia (BCB): el promedio anual de la inflación en el mismo período orilló el 6 por ciento. 

En 2005, la diferencia en los ingresos entre los más ricos y los más pobres era de 129 veces, 12 años después la cifra bajó a 39. La pobreza en Bolivia disminuyó de 59,6 por ciento a 38,6 de 2005 a 2015, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). La pobreza extrema se redujo de 36,7 a 16,8 por ciento en el mismo periodo de tiempo.

Este “milagro” económico se combinó con fuertes posicionamientos políticos que han hecho de Bolivia un país de referencia. Al romper relaciones con los Estados Unidos rompió con su historia de sumisión y se convirtió en referente en temas de autodeterminación, integración y medio ambiente.

Pero el proceso vital de transformación que arrancó Hugo Chávez en Venezuela con su victoria electoral en 1998 y se extendió al resto de la región se ha resquebrajado. La derecha salió de su aturdimiento. La restauración conservadora es una realidad sofocante. Bolivia resiste y aspira a la continuidad de Morales con un cuarto mandato a pesar de la derrota oficialista en el referendo del 21 de febrero de 2016 en el que se consultó a la población si habilitaba al Presidente a ser candidato nuevamente para el período 2020-2025.

El Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) allanó definitivamente esa posibilidad al eliminar la prohibición constitucional a una nueva reelección. El enojo de un sector de la ciudadanía se reflejó en la consigna “Bolivia dijo No”. “La obsesión del gobierno por ser reelegido y su creciente negación a la diferencia han nublado su gestión y atentan contra una democracia plena. Evo y su entorno buscan perpetuarse en el poder, aun inconstitucionalmente y esto ha desatado una compleja crisis política. Se demanda un “nuevo proceso de cambio”. ¿Cómo lograrlo? He ahí nuestro reto como bolivianos”, afirma Peres-Cajías.

Evo Morales es admirado dentro y fuera de Bolivia. Su historia es la de millones de indígenas explotados, discriminados, silenciados. Entra al Palacio de Gobierno a las 5 de la mañana y se retira a la medianoche, no se tomó ni un día de vacaciones en 12 años. No descansa fines de semana ni feriados. No se olvida de su origen: que trabaja desde los cuatro años y que perdió a cuatro hermanos por causas evitables. ¿La fijación reeleccionista desdibujará estos rasgos de origen?