Washington

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, eligió como secretario de Seguridad Interior a otro general retirado, John Kelly, un ex jefe del Comando Sur que dirige todos los operativos militares en América latina.

Al mismo tiempo, el mandatario electo intentó enmendar la relación con el mayor acreedor del país, China, y nominó como embajador al gobernador de Iowa, Terry Branstad, un republicano que conoce personalmente al presidente de esa potencia, Xi Jinping, y tiene muchos y buenos vínculos en el gigante asiático.

El fin de semana pasado Trump había desatado la furia de Beijing al mantener una conversación telefónica con la primera ministra de Taiwán, Tai Ing-wen, algo que no suele hacer el presidente de Estados Unidos ya que Washington no reconoce formalmente a la isla desde que reanudó relaciones diplomáticas con China en 1979.

Pese a ese primer traspié diplomático, Trump dejó contentos a sus aliados chinos con la nominación del gobernador de Iowa, quien ocupó cinco mandatos seguidos y después, una sexta vez, en 2012.

«Me gustaría decir que el señor Branstad es un viejo amigo del pueblo chino y le damos la bienvenida a que desempeñe el papel más importante en la promoción de las relaciones chino-estadounidenses», celebró el vocero de la Cancillería china, Lu Kang, durante una rueda de prensa en Beijing, según la agencia de noticias EFE.

Según el diario The Washington Post, el mes pasado, a menos de una semana de la victoria electoral de Trump, Branstad realizó su séptima visita a China, donde se reunió con el ministro de Agricultura. El año pasado el gobernador republicano había mostrado durante una entrevista con la agencia de noticias oficial china Xinhua dos fotos de él junto a su «viejo amigo» Xi, primero en 1985, durante el primer viaje del líder asiático a Estados Unidos y la segunda de hace apenas cuatro años.

Cada día se conocen nuevos nominados para el futuro gabinete de Trump; sin embargo, la gran incógnita que sobrevuela a esta transición es quién se quedará con el codiciado cargo de secretario de Estado.

En una entrevista telefónica con la cadena de noticias NBC, el mandatario electo prometió que está «muy cerca» de tomar una decisión. «Creo que la semana que viene será cuando lo anuncie», adelantó.

En la entrevista, Trump dijo que la elección está entre seis personas: el ex gobernador de Massachusetts y ex candidato presidencial, Mitt Romney; el ex alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani; el ex embajador ante la ONU de George W. Bush, John Bolton; el general retirado y ex comandante en Irak y Afganistán, David Petraeus; un ex directivo de la petrolera Exxon Mobil, Rex Tillerson; y el presidente de la comisión de Relaciones Exteriores del Senado, Bob Corker.

La prensa anunció también que Trump habría nominado al fiscal general del estado de Oklahoma, Scott Pruitt, para encabezar la Agencia de Protección Medioambiental, una institución a la que elegido había criticado duramente en los últimos años.

Medios estadounidenses describieron a Pruitt como una figura muy próxima a empresas de hidrocarburos.

Mientras Trump construye un gabinete marcado por la presencia de generales retirados, empresarios multimillonarios y conocidos referentes ultraconservadores, su popularidad comenzó a crecer en Estados Unidos a un mes de las elecciones presidenciales.

Mientras en agosto pasado la cadena de noticias Bloomberg le otorgaba un 33% de imagen positiva, ahora sostuvo que la mitad de los estadounidenses lo apoya o espera con expectativas positivas su gobierno, que debe asumir el próximo 20 de enero.

Pero el presidente electo aún genera incertidumbre y despierta temores en una parte importante de la sociedad estadounidense.

Una de las promesas de campaña de Trump que más rechazo sigue provocando en la sociedad es derogar todos los decretos sobre inmigración que firmó quien será su antecesor, Barack Obama.

Entre esos decretos figura el plan de Acción Diferida de 2012, que buscó frenar la deportación de los llamados dreamers, los más de 750.000 jóvenes que llegaron al país muy chicos y ahora viven de manera ilegal. El plan de Obama les permitió, sin cambiar su estatus migratorio, estudiar en la universidad y comenzar a trabajar de manera legal.

«Desde un punto de vista humanitario es una situación muy difícil pero vamos a trabajar en algo para hacer que la gente esté feliz y orgullosa», prometió Trump en una entrevista que publico la revista Time, que lo ubicó como la Personalidad del Año, después de varias tapas negativas durante la campaña electoral.

El comentario alimentó las esperanzas de un pequeño grupo bipartidista de senadores que planean presentar un proyecto de ley para legalizar a estos jóvenes ya que el presidente saliente Obama se negó en noviembre, una vez más, a firmar un indulto masivo.

El tono conciliador de Trump en la entrevista con Time se sumó la marcha atrás que el magnate dio apenas electo presidente sobre las deportaciones masivas. En una entrevista con la televisión, anunció que arrestará y deportará de inmediato a dos o tres millones de inmigrantes que viven sin documentos, no a los 12 millones que no tienen su situación regularizada.