El tono general fue de análisis profundo y descarnado, de crítica y evaluación de errores cometidos por los sectores progresistas de la región, pero también de optimismo ante este embate de la derecha en varios países tras el triunfo de Mauricio Macri en Argentina y el apartamiento de Dilma Rousseff del poder en Brasil. Álvaro García Linera, Emir Sader y Eduardo Rinesi participaron en una charla organizada por la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y la Fundación Germán Abdala para debatir un tema que resulta candente, «la restauración conservadora». El encuentro se desarrolló ante una sala que desbordaba, el auditorio Roberto Carri de la sede de Constitución. 
El vicepresidente boliviano, notable orador y un fino analista político, se hizo cargo de que los gobiernos que en lo que va del siglo estuvieron en el poder en Latinoamérica representaron un «republicanismo plebeyo» contrario al que desde los inicios de la historia se enseñoreó en nuestros países. Y destacó que esta década larga fue el período de mayor crecimiento e integración en 200 años. Pero si bien reconoció que «no estamos en un buen momento», al mismo tiempo insistió en que se debe luchar por retomar la senda virtuosa que ahora parece perdida. «Estamos en el fin de una primera oleada revolucionaria, hay un reflujo y debemos acelerar una segunda oleada que nos lleve más lejos». La síntesis podría resumirse en que no se puede bajar los brazos. «Luchar, vencer, caer, levantarse, y volver a luchar», puntualizó el vicepresidente boliviano «hasta que se acabe la vida».
Didáctico,  García Linera detalló varios puntos que a su modo de ver representaron los puntos más destacados en este proceso regional. «En el plano político hubo un ascenso de las clases sociales al control del Estado». Esto implicó que en el caso de Bolivia, un 20% de la población se incorporó a las clases medias. 
También hubo un fortalecimiento de la sociedad civil y un notable proceso de redistribución de la riqueza en el continente más desigual del planeta. «se amplió la capacidad de consumo de la población en general», destacó.
Estas políticas posneoliberales y el fortalecimiento de las instituciones regionales produjeron un crecimiento en los grados de libertad de los países latinoamericanos. Lo que permitió que en el caso de su país, se pudiera con ayuda de los gobiernos vecinos y las instituciones como Unasur parar un golpe contra el presidente Evo Morales en 2008, «cuando de nueve departamentos que hay en Bolivia, no pudiéramos ni Evo ni yo pisar en cinco, gobernados por la derecha». 
Pero esas fortalezas convivieron con un cúmulo de debilidades que ahora pueden producir desazón, pero, dijo, es necesario afrontar. ¿Qué no hemos hecho bien? se planteó. Teniendo en cuenta que la derecha siempre va a estar al acecho, abundó, porque nunca va a renunciar a sus privilegios. Pero «es necesario identificar dónde están nuestras debilidades, para superarlas y retomar la iniciativa». Y la primera debilidad pasa por las contradicciones al interior de la economía. «No tenemos que olvidar que política es economía», apuntó García Linera, haciendo hincapié en que el proceso político revolucionario debe garantizar los satisfactores básicos de la sociedad para mantener la iniciativa. 
Otra debilidad es haber hecho redistribución sin politización. Esto es, que los logros de la sociedad no fueron en muchos casos entendidos como parte de un proceso político. Un error que, reconoció, implicó haber perdido en Bolivia el referéndum de febrero pasado «por no haber entendido las nuevas sensibilidades que hay en sectores de clase media que se incorporaron a la economía en estos años y que nosotros no supimos entender». 
Este punto es importante porque implica saber que para que los cambios sean profundos «es necesario constituir otro sentido común». Y el problema es que ese sentido común todavía está representado por los grandes medios de comunicación.

Pero para los movimientos populistas  un tema clave también es el de la continuidad del liderazgo, lo que en el caso boliviano se intentó zanjarmediante la consulta popular para una nueva reelección de Evo Morales. «Es algo que no hemos resuelto para regímenes democráticos», destacó. Otro tema fue que la integración económica continental es aún débil, una cuenta todavía pendiente y que en momentos de reflujo como los que ahora se viven, aparecen como un grave déficit. Porque, sostuvo García Linera, «cada gobierno está viendo su espacio geográfico, su mercado, y pierde perspectiva. Hay limitaciones». 

Nada es fácil, agregó el vicejefe de gobierno boliviano, quien propuso le creación de un gran estado plurinacional continental «que respete la idiosincrasia de cada país» pero represente una unidad de 450 millones de personas y todas las riquezas de la naturaleza. «Solos somos presa de la angurria y el abuso de empresas y países del norte»

¿Que va a pasar en el futuro? García Linera propuso no ser pesimista. Porque la derecha no tiene nada que ofrecer, «todo lo que propone es ir hacia atrás». No es como en los 90, que podía plantear el combate de la inflación o sea suerte de utopía privatista. «Ellos son como zombies, como muertos vivientes -agregó- nosotros somos el futuro». «

La democracia bajo la mirada de Rinesi

Eduardo Rinesi comenzó su exposición intentando una caracterización de las distintas etapas que vivió el concepto de democracia desde el fin de la dictadura. Para el filósofo, era natural que en América Latina y en Argentina una «palabra tan polivalente» tuviera distintos significados se la asociaran con lo peor de una sociedad. «Los últimos gobiernos de la dictadura entendían a la democracia como el orden, opuesto al populismo». La forma de resolver esa cuestión fue arrasar con las libertades individuales. Frente a ese poder temible del Estado, era casi natural que se iniciara en los ’80 una democracia asociada a la utopía. Pero con un fuerte contenido antiestatalista. «En los largos ’90 la democracia se la asoció con una rutina, más desangelada, que garantizaba ciertas garantías mínimas, ciertos derechos elementales y libertades básicas, con votación cada dos años», añadió Rinesi. 

Pero todo estalló en el aire a fines del 2001 en una «suerte de espasmo participativo». Fue una democracia muy vigorosa, asambleística. Era la idea participativita de la defensa de derechos que el neoliberalismo había dejado de lado, defensa de la libertad positiva para participar en la cosa pública. «En el 2003 empieza otra historia: la democracia no es como orden hay una democratización de un proceso de administración, de universalización de derechos». 

En tal sentido el ex rector de la Universidad de General Sarmiento sostuvo la importancia de apropiarse de la idea de republicanismo y liberalismo en el buen sentido. «Porque nosotros, los populistas, somos los verdaderos republicanos», resumió.

Sader: «Eligieron el peor Congreso»

El sociólogo brasileño expuso sobre los problemas relacionados con el actual momento que vive Brasil luego de la aprobación del juicio político a Dilma Rousseff. Y fue contundente: «Ellos (los conservadores) perdieron cuatro elecciones y como sabían que no podrían derrotar a Lula en 2018 buscaron un atajo para sacar a Dilma del medio». 

Relató luego que esta fue la última elección en que hay financiamientos privados se aprovecharon, afirmó,  de una situación especial y lograron imponer sus propios candidatos. «Eligieron el peor Congreso en la historia de Brasil», aseguró Sader. Y ese Congreso fue el que dio «un espectáculo vergonzoso el 17 de abril» al votar el impeachment en Diputados.

Pero como buen analista de la realidad, desde que es uno de los intelectuales de la izquierda latinoamericana más brillantes, pidió reparar en los errores cometidos en el gobierno del PT. «Se hizo una política económica errada, un ajuste fiscal injusto» que hizo caer la crisis en los más pobres. Pero también inistió en los errores gruesos en la política económica ya que «nunca un ajuste lleva al crecimiento» y cuestionó una estrategia política catastrófica que le quitó apoyo popular al gobierno. 

Sin embargo, lo que terminó siendo decisivo para la suspensión de Dilma fue la mayoría parlamentaria de derecha, acicateada por los medios hegemónicos. «Este es un gobierno de bandidos, con perdón de los bandidos», ironizó Sader.  Con todo, el sociólogo destacó que aún no está todo dicho sobre el futuro del gobierno, ya que las manifestaciones a favor de Dilma son masivas y crece el malestar por los escándalos que envuelven al gobierno provisorio.