Durante 2021, después de que las hordas trumpistas atacaran el Capitolio, los legisladores republicanos, los pastores pentecostales y organizaciones estaduales que responden al expresidente se lanzaron contra el derecho al voto, contra los derechos de las minorías –los negros y los pobres primero–, contra los derechos de los inmigrantes y contra la cultura. Bajo la máxima de que la moral no es cosa de la escuela sino de papá y mamá, se retiraron cientos de títulos de libros de las bibliotecas, desde Harry Potter hasta el clásico antinazi Maus. La caza de brujas –ya no las de Salem ni de los seres pensantes a los que a mediados del siglo pasado el senador Joseph McCarthy condenó bajo el rótulo de comunistas, fueran Humphrey Bogart o Charles Chaplin– tuvo su primera pira en el patio exterior de la Global Vision Bible Church de Tennessee, donde el 35% de sus habitantes son negros.  

En 49 de los 50 estados del país, la ofensiva para suprimir el voto de negros, inmigrantes, mujeres y pobres cuenta ya con 446 proyectos en trámite. Según el Brennan Center for Justice de la Universidad de Nueva York, 19 estados aprobaron 34 de esas leyes, dejando la democracia electoral reducida a no mucho más que un bonito enunciado. Paralelamente, en la mayoría de esos mismos estados es donde más crece la campaña contra los libros. “Para qué andar leyendo todo el día”, sorprendió Matt Krause, un republicano de Texas cuando presentó una nómina de 850 títulos para que sean retirados de las bibliotecas. De acuerdo con la Asociación de Bibliotecarios de Estados Unidos, la lista de Krause fue elaborada por un equipo de pastores protestantes. Solo en el último trimestre del año pasado, 330 libros salieron de las bibliotecas, contra 165 de todo 2020.

En total, 36 estados aprobaron leyes que limitan las referencias a la discriminación en todas sus formas y el uso de literatura comprometida con el racismo. Como resultado de una de estas normas fue prohibido The Bluest Eye, de la escritora negra Toni Morrison, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1993. Antes, los diez miembros de la Junta Educativa de Tennessee habían decidido por unanimidad retirar del programa escolar el empleo de Maus, una novela gráfica de Art Spiegelman usada por los docentes para hablar del Holocausto. La resolución del consejo escolar dice que en el libro “se muestran cuerpos desnudos” (son fotos de prisioneros esqueléticos llevados a la cámara de gas) y “se emplean palabras blasfemas que recogen el nombre de dios” (God Damn, maldición, una de las palabras más utilizadas en el menguante lenguaje popular norteamericano).

En este contexto, el senador republicano Rob Standridge, de Oklahoma, presentó un proyecto de ley “contra el adoctrinamiento en las escuelas”, por el cual, “basado en sus convicciones”, un padre puede exigir el cese del uso de un libro en no más de 30 días. El incumplimiento de la petición llevará al despido del docente y el bibliotecario implicados y al pago de una multa de 10 mil dólares diarios hasta el retiro del libro, en el entendido de que “el sistema escolar no es un lugar para darles lecciones morales a los niños”. «