«En Brasil los tiempos son oscuros», dice Guilherme Boulos. Dirigente del Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST) y candidato presidencial por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) en las elecciones de octubre, es uno de los líderes más reconocidos por Lula da Silva dentro del campo de la izquierda. Junto con Manuela D´Avila fueron protagonistas del escenario donde el ex dirigente obrero se despidió de sus compañeros metalúrgicos antes de entregarse para cumplir la sentencia del juez Sergio Moro, en abril pasado. De paso por la ciudad para participar en el Foro de Pensamiento Crítico de Clacso, se dio algunos minutos para hablar en la sede del Sindicato de Prensa de Buenos Aires, (SiPreBA) y para mantener una entrevista con Tiempo en la que detalló el panorama que prevé el espacio que integra en Brasil y cómo piensan resistir los embates del gobierno de Jair Bolsonaro.

«Creemos que va a intentar ataques fuertes a las libertades democráticas en el inicio de su gobierno, porque es el momento que tiene más poder para dar respuesta a los más duros de su lado y a los sectores de las Fuerzas Armadas», advierte. En tal sentido, abundó sobre los riesgos que corren los movimientos sociales por la reforma a la ley tendiente a tipificar como acto terrorista a las protestas sociales.

«En la definición de terrorismo que pretende imponer Bolsonaro, ponen que puede ser catalogada como terrorismo toda forma de coacción a los gobiernos. Cualquier protesta en un barrio por el agua o la escuela o por demandas salariales podría ser considerado una coacción al gobierno y por lo tanto un acto de terrorismo», alertó Boulos.

–¿Habrá forma de responder a esos embates?

–Sin dudas que va a haber resistencia. No es que va a hacer lo que quiera  y del otro lado va a estar el silencio de los cementerios. Es cierto que en Brasil hay menos historia de movilización callejera, en comparación con Argentina. Pero los sectores organizados ya empezamos a trabajar en la constitución de un Frente Amplio en favor de las libertades democráticas y los derechos sociales. Una alianza que creemos que debe sumar no solamente a la izquierda sino a todos los sectores que estén preocupados por lo que representa el gobierno de Bolsonaro.

–La izquierda en general y la prensa, que tampoco fue amiga del Partido de los Trabajadores, también figuran entre los enemigos de Bolsonaro aún desde antes de asumir su cargo.

–Él ha sido elegido con un discurso claramente autoritario, en defensa de la dictadura y la exaltación de los torturadores y contra los «rojos», la izquierda y los movimientos sociales. Llegó a decir que la oposición a él tenía dos alternativas: la cárcel o el exilio. Lo dijo antes y mantuvo el discurso después. Eso es un programa de gobierno que ya empieza a mostrar sus primeros rasgos con esa ley antiterrorista. En cuanto a la prensa, ha dicho que se van a acabar algunos medios que no le gustan y que son insospechados de ser de izquierda como la Folha de São Paulo, que está más ligada el PSDB (el partido de Fernando Henrique Cardoso). También tuvo enfrentamientos directos con la red O Globo. Hay un temor de ataques a la propia libertad de prensa, y estamos hablando de una prensa que no fue democratizada. Pero incluso a esa prensa amenaza Bolsonaro. Y dijo que iba a cerrar la Tevé pública, la radio pública y la empresa de comunicaciones.

–¿Puede decirse que ahora finalmente O Globo perdió una batalla? Porque todo indica que la preeminencia la tendrá el canal Record, que es de un líder evangélico, Edir Macedo, el fundador de la Iglesia Universal del Reino de Dios.

–Bolsonaro tomó a la RecordTV como su prensa oficial y ella se está prestando a un papel indigno: es casi el medio oficial del futuro gobierno. Escribe y muestra lo que Bolsonaro quiere de manera escandalosa. Pero es difícil saber hoy día si es que él va a hacer una política de enfrentamiento o va a buscar un acuerdo. Los medios en Brasil dependen del gobierno, desde la publicidad a las deudas con organismos y bancos oficiales. Tienen poderío económico por las pautas publicitarias oficiales y por una ausencia completa de regulación. No cumplen siquiera la ley que existe, que dice que políticos no pueden ser dueños de medios de comunicación en Brasil. Pero hay varios medios controlados por políticos. Es algo que necesita ser reglamentado.

–¿Se equivocó el PT en no hacer una ley para regular los medios?

–Seguro que sí y fue uno de los equívocos más grandes. En Brasil cuando uno habla de ley de medios enseguida salen a decir «eso es censura». Y no se trata de eso sino de democratizar, de que más voces se expresen para el pueblo. Hoy seis familias tienen el control de más del 70% de los medios de todo el país. Es un oligopolio, todos son privados, no hay una tevé pública con la inversión real que se necesita y la que hay puede desaparecer. No hay apoyo a otra forma de comunicación popular, como radios comunitarias. Por el contrario, hay persecución y son criminalizados por la policía.

–De todas maneras, la estrategia comunicacional de Bolsonaro no pasó por los grandes medios.

–Es así. Él ganó con estrategias de comunicación totalmente nuevas, que no han pasado centralmente por los medios. El tiempo en tevé siempre fue decisivo para aspirar a la presidencia. Es la primera vez que alguien gana sin participar casi en debates ni tuvo una gran exposición. Hizo un trabajo altamente profesional a través de WhatsApp con financiación que no sabemos de dónde vino. Con mensajes segmentados para cada público. A mujeres evangélicas pobres en las ciudades le llegaban mensajes de que el adversario era el Anticristo y cosas por el estilo.

–Creador de este tipo de estrategias es el estadounidense Steve Bannon, uno de los fundadores de Cambridge Analytica, exasesor de Donald Trump y por estos tiempos el nexo entre todos los líderes derechistas del mundo. ¿Brasil se inscribe a partir de ahora dentro de esa internacional ultraconservadora?

–Por cierto que sí. De hecho el hijo de Bolsonaro ha ido a visitar a Bannon dos veces, y Bannon le dio el apoyo antes de la elección. Los métodos de campaña, el tema de las fake news, el uso de las redes, todo eso lo habíamos visto en la campaña de Trump y ahora en Brasil.

–Los movimientos evangélicos pentecostales fueron fundamentales para el triunfo de Bolsonaro ¿Qué tipo de políticas deberían desarrollarse en ese terreno?

–Los evangélicos crecieron mucho en Brasil. Hay varios tipos de iglesias evangélicas. No todas son ligadas a la derecha ni todas propagan una posición antipopular, conservadora. Pero hay algunas muy fuertes que sí lo hacen y que fueron muy decisivas. Sin embargo, tenemos que comprender que buena parte de los evangélicos construyeron esa fuerza porque la izquierda y los movimientos sociales dejaron de hacer un trabajo en las bases. La Teología de la Liberación había desarrollado todo un trabajo con los partidos de izquierda en las favelas, en las periferias. Eso se fue perdiendo por un proceso de institucionalización muy perverso y ese espacio quedó vacío.

–El Papa Juan Pablo II hizo mucho por destruir a la Iglesia de la Liberación.

–La Teología de la Liberación en Brasil estuvo muy ligada a la formación del PT. Juan Pablo ha destrozado a ese movimiento, ha perseguido a líderes y debilitado a ese sector de la Iglesia. A eso se suma la institucionalización político-partidaria con una visión solamente electoral.

–Otra cosa que llama la atención de este momento político en Brasil es que las Fuerzas Armadas, que fueron desarrollistas e industrialistas, ahora están comprometidas con este gobierno que será ultraneoliberal.

–Hay una contradicción ahí. Hay sectores de las FF AA que no miran con buenos ojos lo que representa este proyecto entreguista y antisoberano y esta contradicción se va a expresar en su gobierno, va a estar en la coyuntura brasileña. De un lado (Paulo) Guedes (el designado ministro de Economía), del otro lado un cierto nacionalismo que aún existe en sectores de las FF AA. Pero es importante remarcar que lo que parece, mirando desde afuera, es que estos sectores nacionalistas no tienen la misma fuerza que en el pasado.

–Ni siquiera tienen el apoyo del vicepresidente, que también es militar.

–Es así, él ya ha dado declaraciones en defensa de todo tipo de privatización.

–¿Qué puede ocurrir con el sector industrial? ¿Son los grandes perdedores de esta elección? De hecho, la principal compañía brasileña privada, Odebrecht, terminó envuelta en escándalos de corrupción. Podría pensarse también que esa fue una forma de atacar a los empresarios que apoyaron y se beneficiaron con el PT.

–Los efectos económicos de la operación judicial de Lava Jato fueron destructivos para el país. Es verdad también que hubo procedimientos inaceptables y corruptos por parte de esas empresas con agentes públicos y eso no se puede admitir. Porque perdonar esas actitudes no es algo de izquierda ni tampoco creemos que se pueda dialogar y conectar con el rechazo del pueblo a este tipo de procedimientos. Es necesario separar: una cosa es penalizar a los responsables y a los involucrados en corrupción. Pero eso debe estar hecho respetando las garantías constitucionales, con base en pruebas, y también manteniendo la soberanía económica del país.

–Lula es una de las víctimas de esa falta de garantías, como solés recordar. ¿Nadie en el Poder Judicial se plantea ir en contra de este sistema de lawfare, nadie que sea crítico de este tipo de operaciones?

–Lo hay, claro que los hay, y algunos lo han manifestado públicamente en alguna ocasión, pero hasta el momento la mayoría que se ha formado en la Suprema Corte ha dado respaldo a las medidas de excepción tomadas por el juez Moro. Creemos y esperamos que más sectores del Poder Judicial tomen conciencia y actúen ante la gravedad de la amenaza a la democracia para frenar lo que representa un proyecto profundamente autoritario como el de Bolsonaro.

–Para el movimiento obrero ese proyecto va a ser un golpe letal. Recién hablabas de que va a haber resistencia, pero ¿de qué forma se haría esa resistencia si hubo una reforma laboral y no hubo un rechazo tan fuerte en las calles?

–Es verdad en relación a la reforma laboral, que la  consiguieron aprobar. Pero no lograron aprobar la reforma previsional. La mayor huelga general en la historia de Brasil fue en el 2017 contra esa reforma de la jubilación de (Michel) Temer. Creemos que va a haber un proceso de resistencia social pero precisa estar integrado con un frente democrático amplio, no sólo de partidos de izquierda o movimientos sociales, sino con lideranzas políticas democráticas en general, con artistas, intelectuales, juristas, donde estén todos aquellos que estén preocupados por los destinos del país. No podemos volver a cometer el error de subestimar a Bolsonaro. Hubo un error del conjunto de la izquierda y de centro, que han dicho que era mejor Bolsonaro en segunda vuelta porque era más fácil de ganarle y no lo enfrentaron cuando era necesario. Un nuevo error sería pensar ahora «dice eso, pero no lo va a hacer». «