Un 27 de octubre pero de 2014, el expresidente Luis Inácio «Lula» da Silva pidió en Twitter que su regalo de cumpleaños fuera el triunfo electoral de quien lo sucedería en el cargo, Dilma Rousseff. Ayer Lula cumplió 73 años pero esta vez la suerte parece adversa para el líder del PT y su candidato, Fernando Haddad. Todos los sondeos publicados a 24 horas del balotaje señalan que Jair Messías Bolsonaro del Partido Social Liberal (PSL) será el próximo presidente de Brasil. Si bien la distancia en la intención de voto que separa a ambos candidatos se redujo en la última semana, la diferencia se mantiene en torno al 12% según las encuestas publicadas por Data Folha e Ibope. Pese a esos indicadores, desde el círculo de asesores de Manuela DAvila, candidata a vicepresidenta del PT, insisten en que «hay posibilidades reales de una virada». La esperanza del partido del expresidente Lula está depositada no sólo en la migración de votos de los demás candidatos que disputaron en la primera vuelta sino también en la asistencia de los casi 30 millones de electores que se abstuvieron de votar en aquel momento.

Bolsonaro está envalentonado, cree que juega un partido de fútbol en el que va ganando y sólo resta el tiempo de descuento para consagrarse. Pero no se trata únicamente de sondeos preelectorales, también son los 49 millones de votos que obtuvo el pasado 7 de octubre en el primer round electoral, un número que si bien apenas supera el tercio del padrón electoral (147 millones de electores), debe contemplar que hubo 30 millones de inasistencias más 10 millones de votos nulos y blancos. Esto llevó a que los votos de Bolsonaro terminen representando el 46% de los votos válidos positivos. El excapitán del Ejercito también logró, para el año próximo, que entre las 513 bancas de la Cámara de Diputados estén sentados 52 miembros de su partido (tenía una sola banca), entre ellos Eduardo, uno de sus hijos que se consagró como el legislador más votado en la historia del país. Un cargo de la democracia que no combina con sus recientes comentarios de que para cerrar el Superior Tribunal Federal no era necesario más que «un soldado y un cabo».

En el Senado Federal obtuvo sus primeras cuatro bancas, nada despreciable en una cámara que tiene 81 senadores divididos en 21 fuerzas. Y finalmente, el PSL consiguió que tres candidatos propios y otros tres aliados mañana peleen por gobernar algunos de los 14 estados que hoy definen su conducción en balotaje.

En Río de Janeiro, los 33 grados de temperatura de día preelectoral parecen haber corrido a las personas de la ciudad hacia la playa. Sin las movilizaciones de los días previos, con calles vacías y apenas unos caminantes por la avenida Atlántica que bordea el mar en Copacabana. Es la tierra de Bolsonaro. Los locales de ropa que optan por ofrecer remeras partidarias, sólo exhiben la suya. «25 reales», dice una vendedora ambulante desde su reposera en la vereda. Río, ciudad balnearia de un Brasil donde tres de cada cuatro personas se sienten «tristes cuando piensan en el país», según publicó horas atrás Datafolha. A unas cuadras de distancia, cerca de 15 personas mezclan la idea de patria, futbol y religión: algunos con la camiseta de la selección, otros con la frase repetida por el candidato «Brasil acima de tudo. Deus acima de todos». Bolsonaro se volvió merchandising. El color rojo parece vedado, los permitidos son el verde amarelho. No se trata de una disputa de colores y eso quedó claro la semana pasada cuando el exmilitar hizo una arenga virtual, desde un discurso emitido por celular dirigido a diversos actos partidarios en su apoyo. Dijo que Lula se iba a pudrir en la cárcel, que Haddad también iría preso, y lanzó frases como «no queremos socialismo», «bandidos del MST (Movimiento Sin Tierra) y MTST (Movimiento de Trabajadores Sin Techo) sus acciones serán tipificadas como terrorismo» y habló de la necesidad de hacer una «limpieza más amplia» en la que los «marginales rojos» serán prohibidos.

Río es también la ciudad con los mayores índices de inseguridad global y donde la Defensoría Pública reconoce que existen más de 30 tipo de violaciones a los Derechos Humanos a partir de la intervención militar de la ciudad. La semana pasada, Jair Bolsonaro declaró en una entrevista con la TV Aparecida que la baja en la edad de imputabilidad es «algo por lo que lucho hace mucho tiempo» y agregó que «hoy la doctrina dice que el policía tiene que esperar a recibir un tiro para reaccionar. Uno de los dos va a morir y en esta situación creemos, tenemos la certeza, la convicción, de que el otro lado es el que tiene que ser abatido». Frente a la violencia, hay que «cambiar, vía el Parlamento, el Código Penal». Además dijo que tienen «un programa con un calendario de privatizaciones», que la reforma previsional la presentará el año próximo para «atacar privilegios» y «si hay que modificar la edad lo vamos a hacer», que Brasil es «un país que no puede tener sus fronteras abiertas» y concluyó en referencia a su compañero de fórmula Hamilton Mourão: «Yo soy capitán, él es general, pero en realidad nosotros somos soldados de Brasil».

Fernando Haddad, que lleva apenas mes y medio en campaña, que en el primer término electoral tuvo el desafío de darse a conocer, de difundir las políticas que llevó a cabo como ministro de Educación de Lula, en la recta final optó por una estrategia más agresiva que fue desde acusaciones a Bolsonaro que derivaron en la Justicia por envíos compulsivos de mensajes de WhatsApp con fake news.

A su vez, el candidato del PT les habló a algunos sectores del capital internacional diciendo que no habrá privatizaciones pero sí lugar para las inversiones conjuntas por ejemplo con China. También agregó como parte de su programa que buscará «delegar algunas atribuciones de los estados a la administración central de la Unión» en temas como seguridad, educación y salud. La campaña que busca un cambio de la tendencia que marcan las encuestas hasta el momento también recibió apoyos internacionales como los de François Hollande, expresidente de la República de Francia, Bernie Sanders, senador de Estados Unidos, José Pepe Mujica, expresidente de Uruguay, Noam Chomsky, profesor emérito del Instituto de Tecnología de Massachusetts, Pablo Iglesias secretario general de Podemos, España, y el economista Thomas Piketty, quienes fueron algunos de los que firmaron un documento titulado «Manifiesto internacional contra el fascismo en Brasil». El resto del globo parece advertir sin miramientos, como cierra el documento, que «¡entre democracia y fascismo no puede haber neutralidad!».  «