«Dos personas pueden dormir en la misma cama y no compartir el mismo sueño» (refrán chino)

Al proyecto que presentó la jefa de Gobierno de Hong Kong, Carrie Lam, se lo conoce como ley de extradición. Se trata de una legislación sobre la asistencia legal mutua en materia de asuntos criminales y delincuentes fugitivos. Vale aclarar que no es un pedido de China sino que surge a partir de un caso que tuvo mucha repercusión mediática en Hong Kong y Taiwán. El detonante fue un femicidio luego de que una pareja de Hong Kong fue a Taiwán y allí él asesino a su joven esposa de una forma brutal. De regreso en Hong Kong, él utilizó la tarjeta de crédito de ella, por lo que fue procesado por malversación de fondos pero no por asesinato.

A partir de allí, hubo presión, incluyendo tres pedidos por parte de Taiwán para que él fuera extraditado y juzgado por asesinato allí. Dada la presión y el aniversario del femicidio, Carrie Lam propuso el tratado de extradición que, por extensión a la China continental, permitiría la entrega de fugitivos al gobierno central. La sociedad hongkonesa lo interpreta como un avance sobre sus derechos políticos y prerrogativas, en caso de ampliarse a China continental.

En 1997 China continental asumió la soberanía de Hong Kong. Fue devuelta por parte de Inglaterra luego de 155 años bajo un estatus especial. Quienes allí viven forman parte de una etnia china con influencia occidental. Deng Xiaoping ideó la reunificación de Hong Kong y Macau, colonia portuguesa restituida a territorio chino en 1999. «Un país, dos sistemas» fue otra gran ocurrencia de Deng, artífice de la reforma y apertura chinas de fines de los ’70, a partir de la cual se trazaron las directrices básicas para avanzar hacia la «prosperidad». Como corolario, más de 700 millones de chinos salieron de la pobreza. El esquema pensado permitió la conservación de los sistemas económicos y administrativos «especiales» por 50 años. Él supo ver que la condición económica y política que preservaría Hong Kong era una ventana al mundo al que se estaban abriendo. Hong Kong era un centro económico internacional relevante y, vale decir, Shanghai actualmente le disputa ese liderazgo regional financiero.

Las condiciones poco democráticas por las que más de un millón de personas han salido a la calle en contra de este proyecto de extradición no sólo son respuesta a la política de Beijing, sino, en parte, herencia del colonialismo británico e influencia de poderes extrarregionales. En la antesala de la reunión del «G20 Osaka» que tuvo lugar en Japón, los hongkoneses –apoyados por el propio Trump en este tema– manifestaron que iban a poner el asunto en la agenda del encuentro. Así, el presidente de EE UU aprovechaba lo que suponía un encuentro multilateral para criticar el gobierno de Xi Jinping. La respuesta china fue que este asunto no estaba en la agenda y, en todo caso, responde a un problema de política interna china. ¡Y después los chinos son acusados de interferir en las elecciones norteamericanas!

En el contexto de guerras comerciales y disputas tecnológicas que tendrán largo aliento, por un lado, el nacionalismo revitalizado que sustenta el PC Chino no es novedad. Como dijo Mao, «el marxismo-leninismo no tiene belleza alguna, tampoco misterio. Sólo es extremadamente útil», en la multiplicación de tensiones globales, agrego.

Por otro lado, tampoco debería llamarnos la atención la supuesta «preocupación» de Occidente por los hongkoneses y sus derechos políticos que se verían vulnerados o significarían un avance del Estado central sobre una región de con estatus especial. También es menester recordar que, según lo acordado, es hasta 2047 que Hong Kong continuará con este esquema de relativa autonomía. El desafío será si la soberanía de China sobre Hong Kong degradará o no los derechos que los hongkoneses suponen fundamentales para ellos, la capacidad del PCCh para liderar esas transformaciones en su periferia territorial y la intencionalidad que tendrá en ello el resto los poderes occidentales.

Los muy movilizados jóvenes que se manifestaron en las calles y tomaron la sede parlamentaria no han vivido los (poco democráticos) años de la colonia inglesa. En cambio, sí tienen un contacto profundo con Occidente y sus esferas de influencia. Se calcula un millón de movilizados de una población de casi 7,5 millones. Temen que el tratado de extradición sea, entonces, tan amplio que vulnere sus derechos, es decir, las prerrogativas para el establecimiento de su propio sistema político dentro del esquema «un país, dos sistemas», con las que ellos nacieron y crecieron. Conviene que sean escuchados, por lo tanto, por quienes tienen que hacerlo. Los trapitos se lavan en casa, dice otro refrán occidental. «