Los principales partidos políticos italianos viven calculadora en mano las elecciones generales que se desarrollan hoy. Todas las encuestas previas confirmaron la incertidumbre acerca de cuál tendrá los números para superar la mayoría parlamentaria de 316 diputados o 40% de los votos que le permita formar un nuevo gobierno.

La coalición de centroderecha que reúne a Forza Italia, el partido del expremier Silvio Berlusconi, la formación xenófoba La Liga Norte y los post fascistas de Fratelli d’Italia, es la que reúne las mayores intenciones de voto en la previa. Sin embargo, ni los sondeos más optimistas les otorgan la cantidad de escaños necesarios para gobernar sin apoyos externos. Y ninguna fuerza, por ahora, estaría dispuesta a darles ese soporte para un virtual gobierno en minoría, que estaría a cargo del presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, confirmado como candidato a premier por Berlusconi. 

El partido que se perfila en el segundo lugar es el Movimiento Cinco Estrellas (M5E), que hizo del rechazo de la política de casta su principal bandera, tampoco estaría en condiciones de formar gobierno en solitario. 

Y menos aún lo está el oficialista Partido Democrático de Matteo Renzi, que termina profundamente debilitado luego de cinco años de gobierno en los que se turnaron tres Primeros Ministros diferentes de la misma coalición. A eso se le suma la huida de importantes dirigentes oficialistas, como el expremier Massimo D’Alema o el expresidente del senado Pietro Grasso, que presentaron su propia lista, Liberi e Uguali, y que niegan cualquier ayuda a sus excompañeros del PD.

Según este panorama, Italia se encamina, a partir de mañana, a una larga sucesión de cabildeos para sellar pactos que permitan a tal o cual fuerza la formación de un nuevo gobierno. Sin embargo todos los candidatos especulan con poder doblegar aunque sea una parte del ejército de indecisos o abstenciones hacia su lado. Se calcula que entre el 25 y el 40% de los 50 millones de electores italianos optará por no votar. 

Es este quizás uno de los procesos más alarmantes de las últimas décadas para los italianos, que hasta los años 90 han podido jactarse de que, a pesar de que el voto no fuera obligatorio, casi el 90% de los electores concurría a las urnas toda vez que eran llamados. La crisis de representatividad institucional favoreció el surgimiento de partidos anti-todo –como el M5E– o líderes mediáticos –como Berlusconi–, que este domingo podrían verse beneficiados. 

Un proceso que alarma también a los líderes europeos. En Berlín, París y Bruselas todos abogan por la repetición del pacto entre los partidos liberal moderados –el PD de Renzi y Forza Italia de Berlusconi– que permita la continuidad del actual primer ministro Paolo Gentiloni y aísle los sectores más hostiles a los grandes poderes continentales. 

El buen resultado que se espera de la derecha de Berlusconi se debe también a su aceptación entre los sectores de mayor edad y conservadores en un país cada vez más viejo. La edad promedio en Italia es de 44 años, mucho más que los 38 de losEE UU, los 40 del Reino Unido e inclusive los 35 de Argentina. Y el 41% de los electores que puede concurrir hoy a las urnas tiene más de 55 años. Todos aquellos que hoy tienen menos de 40 pertenecen en cambio a una generación vulgarmente denominada como «quemada», porque en su enorme mayoría desconoce qué es un trabajo estable. 

Desocupación, trabajo temporal, contratos basura y precariedad es todo lo que conocieron del mundo laboral, a pesar de las promesas y reformas realizadas por la centroizquierda en los últimos años. 

Según el último relevamiento del Centro de Estudios Inversiones Sociales (Censis), los trabajadores no registrados treparon a 3,3 millones en 2017, y para muchos jóvenes la emigración volvió a ser una opción de futuro. Unos 115 mil italianos abandonan su país cada año según cifras oficiales muy conservadoras, reubicando el flujo a niveles cercanos a los de los años 50, y emparejando el número de migrantes y refugiados que llegan a las costas Italianas desde África y Oriente. 

Una problemática, la de la inmigración, que también está en el centro del debate. En plena campaña electoral estallaron nuevos episodios de violencia racista, y los candidatos de la derecha prometen resolver lo que denominan «una invasión» con mano dura y deportaciones, subiendo así aún más en las encuestas.

Frente al virtual bloqueo del Parlamento, de cuyo seno debe, por Constitución, emerger una mayoría que defina quién va a tomar el Poder Ejecutivo, los italianos esperan los resultados de hoy, manteniendo su desencanto y desconfianza hacia el mundo de la política. Pero es de allí que también se esperan soluciones a los grandes problemas de la sociedad. 

En Sudamérica también se elige

Un millón y medio de italianos residentes en América del Sur ya votaron a sus representantes en el Parlamento de Roma. Según la ley Tremaglia de 2001, 12 de los 945 legisladores italianos deben ser elegidos por aquellos ciudadanos que viven en el exterior y  cuatro diputados y dos senadores asumirán en representación de sus compatriotas en Sudamérica. El país con mayor cantidad de electores es Argentina, donde entre el 18 de febrero y el 1 de marzo pasados, unos 700 mil italianos emitieron su voto por correo. En nuestro país se presentaron ocho listas para senadores y nueve para la Cámara de Diputados y los votos serán escrutados junto con los que se emitan hoy al cerrar las urnas en Italia. 

En las elecciones de 2013 fueron elegidos los diputados Fabio Porta del Partido Democrático, Ricardo Merlo y Mario Borghese del Movimiento Asociativo de Italianos en el Exterior (MAIE), y Renata Bueno de la Unione Sudamericana Emigrati Italiani (USEI). Al Senado, en cambio, entraron Longo Fausto Guilherme del PD y Claudio Zin del MAIE. «