No es poco lograr el 47,5% de votos después de casi 14 años de gobierno y con ello hacer caer esa premisa de que el poder desgasta. Con Evo Morales eso no funciona.

Más de 10 puntos sobre el segundo convierten a Evo Morales nuevamente en presidente de Bolivia, ganando en seis de las nueve provincias, en 85% de los municipios y manteniendo mayoría en la Cámara de Diputados y Senadores.

Doble valor y gusto debe sentir el presidente boliviano, sabiendo que desde los EE UU estuvieron trabajando para su derrota y que a esas operaciones comandadas por Donald Trump se sumaron la derecha continental, Mauricio Macri, Jair Bolsonaro, Luis Almagro, la OEA, los medios locales y muchos internacionales, el poder de las multinacionales, parte de las Iglesias evangélicas y las curias locales católicas, también empresarios y ONG europeas no lo pudieron doblegar.

En definitiva, Evo contra todos.

Como una crónica anunciada y tal como decían encuestas previas, amigas y enemigas, Evo se impuso por 10 puntos rondando el 47,5%. Llega así a un número muy cercano al del referéndum, última elección realizada, en el año 2016, cuando también logró 48% de los votos ciudadanos.

Tomarse de un corte de cargas de datos que se dio partir de las 20 horas del domingo, sabiendo todos que hay zonas alejadas que no podían hacer llegar los datos –situación que ya se había vivido en las elecciones del 2010 y 2015, sin que ello fuera tomado como un tema problemático– sólo puede entenderse como un artilugio para llevar adelante el plan A de la oposición, que es impugnar y tratar de anular el proceso electoral. Tanto hicieron para eso que quemaron cuatro tribunales de justicia electoral con su documentación en las ciudades más importantes.

Bolivia tiene a partir de ahora la posibilidad de intensificar las políticas que en estos años tanto bien le hicieron a su economía y su gente, mostrándose independiente o lejano de los EE UU y las derechas de la región. Estos fueron los motivos que tuvo el poder y por los cuales no querían que Evo Morales ganara.

Por suerte a partir de ahora Evo no estará tan solo. El nuevo escenario latinoamericano hace que los pueblos nos sostengamos mutuamente para iniciar un proyecto de unidad regional con gobiernos populares.