Son estas horas desesperadas para los golpistas que destituyeron a Dilma Rousseff en 2016 y tratan de enterrar bajo siete lápidas al exmetalúrgico Luiz Inácio da Silva. El gobierno de Michel Temer se apuró a rechazar la orden del Comité de Derechos Humanos de la ONU para que se autorice la candidatura del hombre que lidera todas las encuestas para las elecciones de octubre bajo el argumento de que «es una recomendación no vinculante».

Toda una estantería leguleya indica que se trata de una exigencia a ser acatada ya que el país es miembro pleno de ese organismo y no hacerlo implicaría que Brasil –que tiene el privilegio de abrir la Asamblea General de cada tercer martes de setiembre desde 1946– se convierta en un paria internacional.

El texto emitido el viernes por la ONU exige al Estado brasileño «las medidas necesarias para permitir que el autor (Lula) disfrute y ejerza sus derechos políticos desde la prisión, como candidato en las elecciones presidenciales de 2018, incluyendo el acceso apropiado a la prensa y a los miembros de su partido político, ya que no tiene sentencia firme».

La Cancillería brasileña se quejó de no haber sido informada de la deliberación sobre ese caso, cosa que no es tan así ya que hace tiempo representantes del PT habían adelantado que presentarían ese recurso si se le cerraban las puertas a la postulación.

Ahora la pelota está en manos del Tribunal Superior Electoral y específicamente del relator de su caso ante ese estrado, el juez Luis Roberto Barroso. El miércoles pasado, al PT inscribió la fórmula Lula- Fernando Haddad, y a fin de mes a más tardar el TSE debe aceptar o impugnar al dúo, amparado en la Ley de Ficha Limpia, ya que el exmandatario está preso desde el 7 de abril. Nada indica que Lula sea aceptado.

Este viernes se produjo el segundo debate presidencial en la RedeTV. El canal anunció que todos habían sido convocados, incluso Lula, que no obtuvo el permiso para asistir ni para intervenir desde su celda con una cámara. Una de las  presentadoras del evento, la periodista Amanda Klein, informó que habían planeado poner nueve tarimas para los postulantes a la presidencia, pero que salvo Guilherme Boulos, los demás rechazaron que quedara una silla vacía porque se trata de un reo por corrupción al que incluso Jair Bolsonaro, el ultraderechista, tildó de «bandido».

Pero esa ausencia fue de algún modo el eje del debate y lo será en los futuros comicios.