Como Trump y sus seguidores, la oposición recalcitrante en Bolivia, aquella que protagonizó el golpe de Estado en noviembre de 2019, no se resigna al retorno victorioso del MAS-IPSP al gobierno. Han acudido a la puerta de los cuarteles y las comisarías a pedir otra vez golpe de Estado. Son pocos pero ruidosos y reciben atención mediática. Se trata de las huestes del ultraderechista Luis Fernando Camacho, como el Comité Cívico pro Santa Cruz y la Unión Juvenil Cruceñista, que junto con la Resistencia Juvenil Cochala y los Casquitos Blancos de La Paz, se han erigido, con la anuencia del gobierno de facto, en células irregulares de choque con el único objetivo de intimidar a la militancia del Movimiento al Socialismo. También sectores de la Iglesia Católica, de las fuerzas políticas derrotadas el 18 de octubre, varias ONG que reciben dinero desde EE UU y hasta una vocal del Tribunal Supremo Electoral (TSE) salieron a pedir auditoría de las elecciones. Esto fue respondido por Salvador Romero, presidente del TSE, que calificó de “fantasiosas” estas especies.

Esto es una advertencia para el MAS que, a pesar de la paliza histórica que propinó a los golpistas, deberá enfrentar un escenario de desestabilización y una situación económica y sanitaria crítica. Las élites blancoides siguen sin entender la amplia base social que sustentó el liderazgo de Morales y que se transfirió aun con más fuerza a Luis Arce. No se trata de un partido tradicional, sino de un instrumento político de sectores populares, campesinos e indígenas preparados para gobernar nuevamente Bolivia.

Mientras en una fiesta popular Arce fue investido hoy como presidente del Estado Plurinacional, al día siguiente, en el sur del país, Evo regresará a Bolivia por el cruce La Quiaca-Villazón justo un año después de su exilio forzado. Encabezará una caravana de tres días que recorrerá pueblos del altiplano y el trópico hasta llegar al Chapare, su terruño, su lugar en el mundo, en donde será recibido por sus bases campesinas de las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba. El acto será en el aeropuerto de Chimoré donde el 11 de noviembre de 2019 un avión de bandera mexicana lo sacó del país. Las gestiones de los presidentes de México, Andrés Manuel López Obrador; de Paraguay, Mario Abdo Benítez; y el recién electo en la Argentina Alberto Fernández, más la heroica defensa de los campesinos cocaleros, permitieron que Morales, Álvaro García Linera y otros funcionarios salvaran su vida del intento de asesinato por parte de los golpistas.

Así de épica fue la victoria del MAS, que pudo revertir en apenas un año el quiebre institucional, las masacres, detenciones, exilio y la salvaje persecución contra dirigentes y militantes.