Chris Sullivan se apuró a reconocer que le había vendido armas a Stephen Craig Paddock, el tirador que el domingo a la noche mató a 59 personas e hirió a otras 500 desde el piso 32 del Mandalay Bay Hotel de Las Vegas. Una de las razones es que la balacera, según los especialistas, se produjo con un fusil automático, lo que implica controles de venta muy estrictos y quería dejar en claro que él no le había provisto de este tipo de armamento. La otra es que su nombre iba a parecer tarde o temprano y considera que no tiene nada que ocultar porque hizo todo en regla.

«Paddock era un cliente y compró antes armas de fuego de nuestra tienda; sin embargo, se siguieron todos los procedimientos y se comprobaron los antecedentes necesarios, según lo que requiere la ley local, estadual y federal. Nunca dio indicio o razón alguna para creer que fuese inestable o incapaz», le dijo a un diario de Estados Unidos.

Allí también aclaró que no tiene licencia de clase III que le permitiría vender todo tipo de artefactos de fuego letales. Lo que dijeron los peritos es que Paddock modificó alguno de los rifles que tenía en sus manos para convertirlo en automático y poder disparar a mansalva sobre la multitud, como registran los videos.

Sullivan es el gerente propietario de Guns & Guitars, una extraña combinación que refiere a la banda de Axl Rose y que fundó su padre hace algunos años en Mesquite, una localidad de Nevada, a 130 kilómetros de Las Vegas.

Christopher Sullivan, como cuenta en la pagina web del local, es hijo de Jan y de Mike Sullivan y se hizo cargo del negocio cuando Mike enfermó y debió retirarse. Es experto en armamento y entrenador en el uso de armas de fuego.

Para que no queden dudas que en el emprendimiento es el que pone su expertise particular sin mayor interés por otro rubro tan poco cercano como el de los instrumentos musicales, se lo puede llamar para concretar compras o clases de tiro al 702-346- GUNS (O sea, 4867).

Sullivan agregó al local fundado por sus padres esa tercera pata que no figura en el nombre pero que según parece le da muchas satisfacciones: Wild West Firearms & Training (WWF&T), literalmente, «armas de fuego y entrenamiento del Oeste salvaje».

Con ese rótulo da los cursos necesarios para obtener el permiso de portación de armas ocultas (CCW por sus siglas de Concealed Carry Weapons), de defensa personal con pistola y ya que están, para manejar las consecuencias posteriores a una balacera. No se aclara si el tema pasa por cargar con la culpa o las penalidades legales.

Porque los encuentros se producen en el templo de la First Baptist Church, (Primera Iglesia Bautista) ubicado en el 700 de Hardy Way, Mesquite, Nevada, a 3 kilómetros del local de G&G.

Armas son control

La vieja controversia por el control de armas en Estados Unidos volvió a estar en el candelero luego de este brutal ataque, que se atribuyó prontamente Estado Islámico pero sin fundamentos para asociar a Paddock con el grupo extremista, como aclararon de inmediato tanto el FBI como los parientes del hombre de 64 años, millonario y adicto al juego en el lugar ideal para apostar, Las Vegas.

Donald Trump, desde tiempos de la campaña electoral, mostró su apoyo a los postulados de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), el poderoso e influyente club que hace lobby por la mantener en vigencia la segunda Enmienda Constitucional, aprobada en 1791 para que cada ciudadanos tenga el derecho de armarse en defensa de la patria.

Pero aquellos eran tiempos de guerra independentista. Desde entonces el armamentismo, sin dudas la principal industria de Estados Unidos a nivel global, siendo una muy lucrativa actividad para el comercio exterior y las continuas guerras en que se involucra esa nación, pero causa estragos y genera inseguridad en la población civil fronteras adentro.

Es así que la masacre en el Festival de la Cosecha de Las Vegas del domingo figura como la más terrible en al historia reciente. Pero la lista es tenebrosa:

En junio de 2016 Omar Mateen había asesinado a 49 personas en un night club de Orlando, Florida; en diciembre del año anterior, hubo 14 víctimas de un tiroteo en un centro para discapacitados de San Bernardino, California; en octubre de 2016 se registraron 10 muertos en un centro universitario de Roseburg, Oregon.

Durante la administración de Barack Obama, que impulsó sin éxito normativas mas estrictas para otorgar permisos de portación de armas, se computan también la masacre de la Escuela Primaria de Sandy Hook, en diciembre de 2012 en Newtown, California, con 26 muertos entre alumnos y docentes. Por esos mismos días un psiquiatra militar mata a 13 personas en el Centro de Procesamiento de Preparación de Soldados en Fort Hood, Texas.

Uno de los episodios mas recordados se produjo bastante antes, en abril de 1999 en la escuela de Columbine de Littleton, Colorado, cuando dos estudiantes mataron a 13 e hirieron a 23 personas. El caso motivó la preocupación del cineasta Michael Moore, que hizo un memorable documental, Bowling for Columbine, donde alertó sobre la cruda realidad que se cernía sobre una sociedad militarizada como la estadounidense. Sin ningún resultado hasta ahora, con las consecuencias a la vista.

El tema del armamentismo en manos particulares y las argumentaciones para su permiso son tales que cuando la balacera en Sandy Hook hubo dirigentes políticos que propusieron autorizar a que los maestros fueran armados como modo de defenderse de los ataques.

Incluso desde hace años, iglesias estadounidenses imparten clases de tiro, como viene haciendo desde hace cuatro años en Marengo, Ohio, el predicador Jeff Copley. o el reverendo Ryan Bennet en Lexington, Carolina del Norte., todos ellos de Iglesias Bautistas, como el pastor Chuck McAlister, que desde el templo de Lone Oak, en Kentucky, convoca a sus feligreses con la promesa de una cena y el sorteo de 25 armas de fuego.

Al lado de ellos, los cursos de Sullivan en la iglesia de Mesquite parecen juego de niños.