Cuando Michel Temer envió a las fuerzas armadas a desbloquear las rutas, nadie esperaba que los soldados fueran recibidos con vítores. La admiración de los brasileños por los unifomados.
Los camioneros iniciaron su protesta el lunes 21, por reclamos contra el aumento continuo del precio del diésel. Los bloqueos de rutas provocaron hasta inicios de la semana pasada un desabastecimiento general de combustibles, insumos industriales y alimentos en la mayor economía de América Latina. Aun así, el movimiento contó con gran apoyo popular y permitió expresar un fuerte descontento por la situación económica y la corrupción rampante del país y denunciar al impopular gobierno de Michel Temer.
Después de la sorpresa inicial ante la amplitud de la huelga, el reflejo de Temer fue llamar a los militares para escoltar a los camiones que no adherían a la huelga para atravesar los bloqueos. Pero lejos de estar molestos con la llegada de las tropas, muchos huelguistas los recibieron con pancartas clamando «Intervención militar ya!».
«Intervenção já!», equivale a pedir el retorno de la dictadura militar que gobernó Brasil de 1964 a 1985, o al menos un golpe de Estado seguido de nuevas elecciones. El llamado aparecía hasta ahora en actos de algunas corrientes de derecha en manifestaciones contra la corrupción. Esta vez tomó protagonismo durante la huelga.
«Queremos una intervención militar, si es posible, para que se encargue del país», dijo a AFP Alexandre Bastos, de 43 años, que formó parte del bloqueo de una refinería en las afueras de Río de Janeiro. «Un llamado a la intervención no tiene nada que ver con la dictadura. Sólo queremos que el ejército intervenga en esta situación», agregó.
Incluso corrió un rumor en WhatsApp sobre una disposición constitucional que autorizaría una intervención militar si la huelga se extendía más de siete días y seis horas hábiles. El supuesto plazo se cumplió el martes y la huelga siguió. Pero el polémico tópico se extendió como reguero de pólvora.
«Es un sentimiento que va creciendo en la población, que ve en los militares una solución para el problema nacional», dijo el general Augusto Heleno Ribeiro Pereira en una entrevista con Folha de São Paulo. Pero el oficial, excomandante de la Misión de la ONU en Haití y acérrimo crítico de la política de Lula da Silva para la Amazonia, insistió en que las fuerzas armadas «no pretenden ni buscan» un golpe.
Sin embargo, en la misma entrevista destacó que el Brasil de la época de la dictadura es visto ahora como «un país más organizado, donde la gente tenía una vida mejor». «No estoy diciendo que era así, pero es la imagen que mucha gente tiene», aclaró.
Los brasileños se han acostumbrado a ver a los militares entrar en escena cuando otras instituciones fallan. En Río de Janeiro, las personas no pestañean cuando ven soldados en uniforme de combate.
Durante los Juegos Olímpicos de 2016, los militares se ocuparon de labores de seguridad. Con el mismo objetivo han vuelto a las calles varias veces desde el año pasado, para vigilar desde la playa de Copacabana hasta las caóticas y violentas favelas donde el tráfico de drogas manda.
Un paso suplementario se dio este año, cuando Temer decretó la intervención militar del área de seguridad de Río, designando a generales al frente de la policía, del cuerpo de bomberos y de otros servicios de emergencia, argumentando que los gobernantes civiles fallaron en la lucha contra el crimen.
La excelente reputación de los militares es parte importante de la campaña presidencial del excapitán Jair Bolsonaro, que figura en segundo lugar en las encuestas para las elecciones de octubre.
Aunque Bolsonaro a veces expresa nostalgia por la dictadura, no manifestó su apoyo a los camioneros que pedían la intervención militar, diciendo que la derecha nostálgica de aquellas épocas debía llegar al poder por el voto, y no mediante un golpe de Estado.
Aunque el tema no caló, los llamados fueron suficientes para llevar a la presidenta de la Corte Suprema, Carmen Lúcia, a decir el miércoles que la democracia es el «único camino legítimo».
El ministro de Seguridad Institucional de Temer, Sergio Etchegoyen, también intentó tranquilizar a los brasileños: «La intervención militar es un asunto del siglo pasado», proclamó. «
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