Según la empresa, para fabricar un litro de refresco necesita 2,94 litros de agua. Coincide en esto con las fábricas de cerveza, aunque otras fuentes de la industria llegan a hablar de más de cuatro litros por litro. Como la minería, Coca Cola contamina las napas, provoca el stress hídrico donde actúa y seca las nacientes de los ríos que fueron privatizados a su favor. Tal es el caso del área metropolitana de la brasileña Belo Horizonte, vecina de Ouro Preto, Patrimonio Cultural de la Humanidad y palabra mayor del barroco americano. Allí, la fábrica secó las nacientes de los ríos Paraopeba y De las Velhas, que abastecían al 90% de los 2,6 millones de habitantes de la capital de Minas Gerais.

El caso se repitió en Centroamérica. Después de un cuarto de siglo de fabricar su refresco en Soyopango –área metropolitana de San Salvador– y secar la reserva de agua local, la planta fue trasladada a Nejapa, una «población dormitorio» de las afueras de la capital salvadoreña. No tardaron en reaparecer ese y aparecer nuevos problemas. El alcalde local, Sergio Quijada, intimó a la Coca Cola y la denunció judicialmente por verter sus desechos a los cursos de agua sin tratamiento alguno, provocando contaminación y afecciones dermatológicas en la población, además de la muerte de peces y otros animales. Según la denuncia de la alcaldía, la embotelladora realiza vertidos contaminantes que han llegado a colapsar la planta local de tratamiento. «Están esquilmando los pozos, pero sólo con eso no logramos conmover a la Justicia, se necesita algo más concreto», denunció Quijada. «