En los sistemas democráticos occidentales, el secreto de la permanencia de un buen dirigente político consiste en saber culpar a otros por los desaguisados propios y, con una buena cobertura mediática, insistir en ese camino hasta convencer a las mayorías, como bien enseñaba Joseph Goebbels.

Sin irse tan lejos, Donald Trump intentó esa estrategia al catalogar como «virus chino» al causante del Covid-19. No le fue tan bien, aunque como decía el Ministro de Propaganda del Tercer Reich, “siempre algo queda”.

Ahora está en ese camino Joe Biden, que el mismo día en que el Departamento de Trabajo de Estados Unidos daba a conocer el incremento del Índice de Precios al Consumidor (IPC) más alto desde diciembre de 1981 –8,6% anualizado en mayo– dijo sin sonrojarse que «el informe de inflación de hoy confirma lo que los estadounidenses ya saben: el aumento de precios de Putin está golpeando duramente a Estados Unidos”.

Sin correrse de eje, el inquilino de la Casa Blanca agregó que «los occidentales están pagando más debido a las políticas occidentales elegidas por los políticos occidentales, y estamos siendo entrenados para mirar nuestras cuentas bancarias cada vez más reducidas y gritar: ‘¡Maldito seas, Putin!'».

Es innegable que los precios se dispararon en todo el mundo desde el inicio de la guerra en Ucrania y golpean impiadosamente los bolsillos de los ciudadanos de a pie de todo el planeta. Pero la inflación en Estados Unidos venia creciendo desde antes, y el coronavirus no es ajeno a esto. Los datos del IPC muestran valores de cerca de 1 punto y no más de 2 por año desde el récord del 4,08% de 2007. Hasta que comenzaron a crecer desde marzo de 2021 y ya en diciembre pasado estaban en el 7,04% sobre diciembre de 2020. 

Los números de mayo revelan que el combustible aumentó en un año el 48,7%, mientras que la energía, genéricamente, lo hizo en un 34,6%. Por otro lado, los alimentos treparon el 10,1% y los vehículos usados aumentaron el 16,1%. Son estos los consumos que explican fundamentalmente el aumento general, atenuado por el 5,5% de suba en el alojamiento.

Es cierto que en la base están los incrementos debido a la guerra en Ucrania de combustibles y alimentos, pero la energía ya venía aumentando en todo el mundo desde al menos un año antes y lo sintieron con toda su fuerza los europeos.

Lo que alerta a no pocos analistas es otra cuestión más de fondo. Que un aumento de precios también refleja la pérdida de valor de una moneda y también un profundo cambio de escenario internacional.

El estadounidense Michael Whitney, geopolitólogo del Centre for Research on Globalization (CRG, Centro de Investigación sobre la Globalización) de Canadá, considera que la guerra aceleró “un orden completamente nuevo en el que el dólar será sustituido por monedas nacionales (procesadas a través de un sistema de liquidación financiera independiente) en acuerdos comerciales bilaterales”.

De hecho, el rublo se revaluó desde su caída inicial de febrero, ni bien las tropas rusas comenzaron las operaciones militares el otro lado de la frontera. Al mismo tiempo, el Banco Central ruso volvió a bajar la tasa de referencia. Había crecido al 20% anual el 28 de febrero, en mayo bajó a 11 y desde este martes, adelantaron las autoridades monetarias, será del 9,50%. El mismo porcentaje que se registraba en la semana anterior a que Putin anunciara el despliegue de sus ejércitos.  «