Cristina Bautista viajó a Buenos Aires para extender hacia la Argentina su reclamo de justicia por la desaparición de su hijo Benjamín. Ella misma cuenta parte de su historia en esta edición de Tiempo.

Lo que impacta de esa visita es la imagen de Cristina –una mujer de pueblo acostumbrada a los rigores de una vida de privaciones– es una foto, un momento fugaz que supo capturar el reportero gráfico Mariano Espinosa, donde se la ve a ella de sombrero ranchero rojiblanco y chalina verde-agua al cuello, elevando su brazo izquierdo junto a Nora Cortiñas, de pañuelo blanco en la cabeza.

Las Madres de Plaza de Mayo se cargaron la lucha contra la dictadura argentina, reclamando por sus hijos desaparecidos en circunstancias que por más que resulte difícil de admitir, se parecen terriblemente a las del México actual.

No se imaginaban, tampoco ellas, el papel que habrían de ocupar en los años que tenían por delante. La realidad, esa dictadura suprema, las fue juntando y así comenzó a construirse el imaginario de justicia y democracia que insufla a la Argentina de estos tiempos, más allá de la intención de muchos dirigentes que pretenden devaluar esos principios.

También las Madres –así, a secas– salieron para buscar afuera la visibilidad y el reconocimiento necesario como para activar respuestas adentro. Y así fue que mostraron a quien quisiera oír los horrores del genocidio en esta parte del mundo.

Las Madres estuvieron en esas incursiones con todos los referentes que podían adherir a su reclamo. Se encontraron con Fidel, con los campesinos sin tierra en Brasil, y más de una vez los recibió el Subcomandante Marcos en la selva Lacandona.

Allí en Chiapas se iniciaba una utopía y esas mujeres que se pensaban para otra vida de menos exposición y no la del sacrificio permanente, también enarbolaron su bandera de memoria, verdad y justicia.

Ahora le toca a Cristina Bautista hacer un camino inverso y beber en esas fuentes. También es una Madre en busca de respuestas. El compromiso es el mismo, la lucha es la misma, la inexorable realidad las juntó en ese instante único.