Suha Abushamma, residente de primer año de Medicina General en la Cleveland Clinic –uno de los más importantes hospitales del país– fue deportada poco después de que su avión aterrizara en el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York el pasado 29 de enero. Portadora de un pasaporte de Sudán, los oficiales de inmigración le pidieron que firme un formulario I-275 sin explicarle que esto implicaba renunciar a su visa de trabajo.

Los casos de médicos extranjeros trabajando en EE UU que no pudieron regresar a sus puestos de trabajo proliferaron durante estos días, siendo el de la doctora Abushamma uno de los más emblemáticos. Hooman Parsi, un oncólogo iraní, debía comenzar un nuevo trabajo en San Bernardino, California, el pasado 8. Sin embargo, el bloqueo le impidió viajar, y una corte de apelaciones rechazó su pedido de restaurar su visa.

Tras la derrota oficial en la corte de apelaciones de San Francisco que no revirtió el fallo que ordenó suspender el decreto que impedía las inmigraciones de países con mayorías musulmanas, el presidente Donald Trump prometió el jueves que «en algún momento de la semana que viene» firmará un «nuevo decreto para proteger integralmente al país».

El decreto que vetaba el ingreso de ciudadanos de Irán, Irak, Siria, Yemen, Sudán, Libia y Somalia, impidió el ingreso de personas no solo con visas de turista, sino también de estudiante, trabajo y hasta residentes permanentes de los EE UU con green cards, centenas de ellos ligados al sistema de salud. Entre los afectados se contaron también personas de estos siete países que tenían cirugías y otros procedimientos médicos programados en centros de salud de todo el país.

En esos centros se les comunicó a aquellos empleados nacidos en el exterior –médicos, investigadores, enfermeros– que en caso de tener programado un viaje fuera de EE UU, se comunicaran con un representante de recursos humanos o con un abogado. Algunos hospitales fueron menos optimistas, y recomendaron no salir del país en absoluto.

En la revista más importante de la comunidad médica, el New England Journal of Medicine, médicos de siete hospitales publicaron una carta en contra del decreto, por el impacto que este tendría en el sistema de salud. «Las políticas migratorias que impiden el ingreso a los mejores profesionales para formarse y trabajar en EE UU, y que impide a nuestros residentes y médicos de planta viajar fuera del país, representa un paso atrás, que dañará a nuestros pacientes, colegas, y a la posición del país como un líder mundial en salud y educación», firman profesionales de los más importantes hospitales y universidades.

Pero la preocupación por el impacto que este decreto puede tener en el sistema de salud se extiende más allá de estos casos particulares. Mientras en 2016 los hospitales con residencias buscaron contratar a 27.680 médicos, según información del Programa Nacional de Residencias, solo 18.668 personas se graduaron de la carrera de Medicina en universidades estadounidenses. De restablecerse la limitación a ciudadanos de estos siete o más países, esto afectaría a 260 médicos que aplicaron a residencias este año. A razón de 3000 pacientes al año cada uno, esto resultaría en una pérdida de 780 mil consultas médicas en total, según la Asociación Americana de Universidades de Medicina (AAMC).

En la actualidad, el 25% de los médicos que trabajan en EE UU nació fuera del país. El sistema de salud estadounidense depende de los médicos graduados en el extranjero para remediar la falta de médicos locales, sobre todo generalistas, y especialmente en zonas rurales. Según la Academia Americana de Médicos de Familia, el 42% de las consultas en zonas rurales se realiza con médicos nacidos en el exterior. Y según la AAMC, aun con el actual flujo de médicos extranjeros cubriendo la demanda, se estima que faltarán 94.700 profesionales para el año 2025. Este faltante sería sobre todo en atención primaria.

En enfermería, la demanda es aun mayor. A pesar de que hay más de 3 millones de enfermeras y enfermeros en EE UU, de acuerdo con la Oficina de Estadística Laboral, habrá 1,2 millones de puestos de trabajo vacantes en enfermería antes de 2022. Ante una población con expectativa de vida cada vez más larga, el país depende también en esta área del flujo de enfermeras y enfermeros del exterior.

Uno de los sistemas utilizados por médicos extranjeros para migrar es el de excepción de visas J-1, que les permite aplicar a una green card a cambio de trabajar durante tres años en una parte del país donde falten profesionales, como zonas rurales de Missouri o Alabama. Estas regiones, que apoyaron mayoritariamente a Trump, son las que más podrían padecer la falta de médicos en caso de sostenerse o ampliarse el decreto.

Durante la campaña presidencial, Trump puso igualmente en la mira el programa de visas H1B para trabajadores calificados, bajo el cual los egresados de carreras de Medicina de universidades en el exterior pueden hacer sus residencias en EE UU. «Pondré fin al uso de las visas H1B que utilizan trabajadores por salarios más bajos, e impondré un requisito de contratar primero a trabajadores estadounidenses por cada visa y programa de inmigración», podía leerse en su plataforma durante los campaña presidencial.

Con otros proyectos en marcha para desmantelar los cambios al sistema de salud gestionados bajo el gobierno anterior, es posible que el impacto en el área de salud resulte el más tangible en el corto y mediano plazo. «