Es realmente muy triste. Desde marzo a julio se han muerto 81 niños por Covid en los estados de Luisiana, Texas, Florida, Arkansas y Missouri. Obviamente, la mayoría porque no se habían vacunado, ya que son niños de 3 semanas de nacidos hasta 17 años y en los Estados Unidos, se está vacunando a chicos de 12 años en adelante, desde hace dos meses. La información oficial se refiere a que las víctimas se han contagiado desde la familia. Pero el tema tremendo en esos estados en que la gente tiene gran resistencia a la vacunación, como por en Texas y en Florida.

Justamente esto ocurre en épocas de comienzo de clases. En algunos Estados ya se iniciaron y en otras del país será a partir de setiembre.  Por estas horas se pueden escuchar testimonios desgarradores de los padres que están aterrados que sus chicos vayan a las escuelas sin haber sido vacunados. Pero, por otra parte, muchos de ellos, sus mayores son los más reticentes a la vacuna. Es más, los gobernadores de estos estados (Greg Abbott, de Texas; Ron De Santis, de Florida, ambos republicanos, seguidores de Donald Trump) insisten en que no es necesario que los chicos lleven máscaras ni barbijos a las escuelas.

Es muy penoso, porque su posición es la misma que tuvieron cuando comenzó la pandemia, el año pasado. Una actitud de incredulidad ante el flagelo del Covid-19. Con todo lo que ocurrió desde entonces y los millones de muertos. Mientras, Florida, hoy mismo, tiene un altísimo nivel de ocupación de camas, superior al 70%. Sólo se entiende porque siempre avalaron la misma postura negacionista y mantienen en esa postura.

Por otro lado, la máxima autoridad científica que tiene los Estados Unidos, el doctor Antony Fauci, el mismo que hace más de un año alertó que «el enemigo aquí es el virus, no hay tiempo para peleas políticas», ahora manifestó su enorme preocupación por el aumento de casos a nivel nacional: 147 mil, el miércoles; 142 mil, el jueves; 129 mil, el viernes. Con más de mil fallecidos diario por día. Estas cifras son comparable con los peores picos de la pandemia, desde que comenzó el año pasado.

En Nueva York, la situación está bastante controlada, pero tanto el gobernador renunciante Andrew Cuomo como el alcalde Bill de Blasio han hecho lo posible para que la gente se vacune. Pero de todos modos, hay 3 millones de personas que no quieren vacunarse en un país en el que 90 millones no quieren la vacuna, la mayoría republicanos. Es un tema muy complicado porque incluye cuestiones psicológicas y obviamente políticas. Pero el panorama es muy desolador. No sabemos qué va a pasar con esos chicos cuyos mayores no quieren vacunarse y que no pueden recibir la vacuna, todavía. Es muy triste por ellos.