Recep Tayyip Erdogan está aprovechando plenamente el fracaso del golpe militar iniciado en la noche del viernes 15, para concentrar el poder, pero Barack Obama no le va a perdonar la derrota, la alianza con Irán ni el mejoramiento de los vínculos con Rusia. El próximo golpe militar está anunciado.
El primer ministro Binali Yildirim informó ayer que habían sido detenidos 2839 militares ligados al golpe –entre ellos algunos altos mandos–, 265 personas resultaron muertas durante los enfrentamientos y 1440 resultaron heridas. Por otra parte, fueron 17 los oficiales de la policía muertos por un ataque con helicópteros en Ankara en la noche del viernes y otras 12 personas murieron por el estallido de una bomba en el Parlamento. Al mismo tiempo se supo que el Alto Consejo de Jueces y Procuradores (HSYK, por su sigla en turco) había exonerado a 2745 jueces en todo el país. y que 1563 militares fueron detenidos.
Algunas versiones refieren también la prisión de uno o más miembros de la Corte Constitucional. El primer ministro anunció asimismo la reimplantación de la pena de muerte y un «severo castigo» contra los golpistas. Al iniciarse el golpe, el presidente afirmó con razón que se trataba de «un regalo de Dios». No se sabe si el gobierno provocó el levantamiento, pero es seguro que estaba informado y lo esperaba.
Según Telesur, luego de que huyó de su país, Alemania le negó asilo, pero Irán le concedió refugio.
Desde allí llamó al pueblo por FaceTime a movilizarse en defensa de la democracia y las leyes. La movilización se organizó rápidamente a través de las redes sociales, y la multitud, que ocupó las plazas y avenidas y rodeó a las tropas apostadas en los puentes sobre el Bósforo, permitió al jefe de Estado retornar el sábado a Estambul.
Al denunciar un intento de asesinarlo, cuando todavía estaba en la costa cerca de Estambul, el presidente acusó a Fetulá Gülen, un ex imán exiliado en Estados Unidos desde 1999 (ver recuadro), de estar detrás de la conjura. Por su parte, el diario sensacionalista británico Daily Mirror informó que el general Akin Ozturk –comandante de la Fuerza Aérea turca entre 2013 y 2015– está sindicado como jefe de las fuerzas golpistas.
Desde agosto del año pasado el general Ozturk era miembro del Supremo Consejo de Justicia Militar y habría lanzado el golpe ante la inminencia de que el Consejo lo acusara de complicidad con Gülen.
No se conoce todavía el alcance de la conspiración, pero es evidente que las fuerzas rebeldes fueron demasiado pequeñas y estaban muy descoordinadas. Según el jefe interino del Estado Mayor (el titular fue detenido por los golpistas), general Umit Dundar, la mayoría de los alzados pertenecían a la Fuerza Aérea, la Policía Militar y las fuerzas blindadas.
Tras el golpe, los dirigentes políticos occidentales se apresuraron a pedir respeto por la democracia y los Derechos Humanos. No obstante, el secretario de Estado Kerry anunció que Estados Unidos consideraría la solicitud de extradición de Gülen si Turquía la presenta. Hay muchos indicios de que Erdogan provocó el golpe para concentrar el poder e instaurar una república presidencialista de fuerte inspiración islámica, pero mucho más fuertes son las implicaciones internacionales del episodio: mientras se desarrollaba el golpe, John Kerry y Serguei Lavrov acordaban en Moscú un plan para asegurar el cese del fuego en Siria y el control del islamista Frente al Nusra como prerrequisitos de la transición política.
La explicación pasa por avizorar que al provocar el golpe, empero, el presidente turco cruzó los planes de Estados Unidos. Un efectivo entendimiento de estos con Rusia sobre Siria marginaría al presidente turco que en junio pasado se reconcilió con Moscú y ha venido mejorando su vínculo con Teherán.
Washington probablemente haya querido imponer en Turquía un gobierno más leal, pero ahora Obama deberá lidiar con un Erdogan fortalecido, al que intentará derribar más seriamente.
Habrá que ver si Alá el Todopoderoso sigue siendo tan pródigo con el líder turco. «

La cobertura pseudo-religiosa

Fetulá Gülen, a quien el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan sindicó públicamente, de modo implícito pero claro, como líder del fracasado golpe de Estado de la noche del 15 al 16 de julio, es un multimillonario ex clérigo que dirige desde Pensilvania –donde vive desde 1999– una cofradía islámica llamada Hizmet (servicio, en castellano). 

En Turquía el movimiento tiene estimativamente el apoyo del 10% de la población (unos 8 millones de personas), pero está presente con escuelas, universidades y madrasas (escuelas coránicas) en 180 países, así como con una red de escuelas subsidiadas en Estados Unidos. Estas reciben cuantiosas donaciones con las que Hizmet ha hecho fuertes inversiones en medios, clínicas y en el sector financiero. Se trata de una cofradía secreta que ha penetrado las fuerzas armadas, la Justicia, las universidades y las cámaras empresarias de Turquía.

Hasta 2013 Gülen apoyaba a Erdoğan, pero se distanció cuando importantes funcionarios del gobierno fueron acusados de corrupción. Los partidarios del presidente, por su parte, acusan al ex clérigo de instrumentar la Justicia, para derrocar al gobierno democráticamente elegido. Si bien el movimiento se organiza como una red, tiene jerarquías estrictas y no acepta discusiones internas. Se lo acusa de misionar sus ideas, una práctica ajena al Islam.

Los occidentales caracterizan las ideas de Gülen como progresistas, pero Hizmet es un grupo místico que colabora con servicios de inteligencia norteamericanos y, según se supo por las denuncias contra Hillary Clinton por el uso de su casilla privada, cuando era secretaria de Estado, en 2009 seguidores del ex imán donaron cerca de un millón de dólares para la Fundación Clinton.

Desde la época otomana las cofradías secretas han sido en Turquía la forma tradicional de organización paralela al Estado. En especial aquellas adictas a versiones más místicas y menos rituales del Islam han gozado siempre de gran predicamento. En su conjunción de misticismo, autoritarismo y tecnocratismo Hizmet es una organización clandestina de gran poder.

LA MANO DE OBAMA

Columna de opinión de Alberto López Girondo, periodista.

El mundo está convulsionado por dos hechos sucesivos de un dramatismo que aterra. Y la pregunta que muchos se hacen es por las razones para el demencial ataque en los festejos de la Revolución Francesa en Niza y para una intentona golpista en Turquía que dejó un saldo de cerca de 300 muertos y más de mil heridos, además de una purga como no se recuerda en las fuerzas armadas y el Poder Judicial.

La cuestión es si ambos hechos tienen alguna relación o se los puede considerar aislados. Y la verdad es que si hay un hilo común es la inestabilidad de la región que alguna vez ocupó el imperio otomano, desmembrado hace un siglo en plena guerra mundial. Desde entonces la situación en Medio Oriente y el norte de África (en inglés se lo engloba bajo el acrónimo MENA) es explosiva.

De Túnez era originario el joven que manejaba el camión de la masacre en Francia, la situación en Turquía se aceleró desde que el presidente Recep Tayyip Erdogan, a fines de junio, impulsó negociaciones cruciales para limar asperezas con Israel, Rusia e Irán. Eso, sumado a la situación interna en Ankara que bien se describe en estas páginas y el rol central de Turquía en el combate de los yihadistas y como paso obligado para los emigrantes que quieren cruzar a Europa, hacen que la preocupación tenga fundamento.

En 1916 los gobiernos de Francia y Gran Bretaña firmaron los acuerdos secretos Sykes-Picot para repartirse los despojos del imperio. Pero en esa contienda se comenzó a esfumar el poderío de franceses y británicos. Ahora el imperio que pretende dictar las pautas y tranquilizar –en su beneficio– a una región rica en petróleo es Estados Unidos.

En noviembre hay elecciones para la sucesión de Barack Obama. Por ahora picó en punta la demócrata Hillary Clinton, que mucho tuvo que ver con esta actualidad conflictiva desde que ocupó el cargo de secretaria de Estado en el primer tramo de la gestión “obamista”.

El primer presidente negro en la historia estadounidense está tratando de dejar un mundo ordenado según las nuevas pautas de la “pax americana”, para lo cual deberá torcer el rumbo multipolar que había alcanzado en esta última década. Si gana Clinton, tendrá el trabajo medio hecho, si el triunfador fuera Donald Trump –que llegó a declarar que es necesario recuperar la amistad con Rusia– le deja un paquete que le resultará difícil de desatar.

El golpe en Brasil, que integra la alianza que compite por el poder global del siglo XXI, los BRICS, se lo debe entender en el marco de esta estrategia. El golpe contra Erdogan, que en 2010 se había asociado con Lula para impulsar un acuerdo por el plan nuclear iraní, también. Por eso el mandatario turco reclama la extradición de Fetullah Güllen, el líder exilado en Pennsylvania al que acusa por la intentona. Y que perdió a muchos de sus seguidores en los estrados judiciales y los cuarteles luego del fracaso del putch.