Mientras la ONU celebraba el Día Mundial de los Refugiados, este miércoles se conoció la información de que las autoridades europeas ultiman los detalles para la construcción de centros de detención de inmigrantes en el Norte de África. La forma más “elegante” de impedir que los miles que cada año intentan cruzar el Mediterráneo huyendo de guerras, persecuciones y miseria, representen un problema humanitario en Europa. En todo caso, lo serán en Libia, fuera de los focos mediáticos que tanto alteran a las sociedades del “Viejo continente”.

La crisis de los refugiados tuvo dos capítulos destacados estas semanas. Uno fue con el buque Aquarius, con 629 inmigrantes a bordo, que estuvo a la deriva luego de que el nuevo gobierno italiano, de centro derecha pero con un fuerte componente antimigrante, rechazara el desembarco en Lampedusa. Era una de las promesas electorales de la Liga del Norte, integrante de la coalición gobernante, y fue la primera oportunidad que tuvo su líder, Matteo Salvini, ministro del Interior, de demostrar que su xenofobia no era solo de campaña.

Los emigrantes tampoco pudieron desembarcar en Francia hasta que en España, otro gobierno que estrena cargo como el de Pedro Sánchez, del PSOE, sacó a flamear alguna de las banderas tradicionales del socialismo y abrió el puerto de Valencia para terminar con el irritante peregrinar de esos seis centenares de seres humanos, entre los cuales había 123 niños, 11 bebés y cuatro embarazadas.

El tema de los inmigrantes/refugiados saca lo mejor y lo peor de las sociedades modernas en todo el mundo. En el caso del Aquarius, una encuesta de Opinion Way reveló que el 56% de los consultados en Francia estuvo de acuerdo con la decisión del presidente Emmanuel Macron de bloquear el desembarco, en su caso con la excusa pueril de que el puerto original era italiano. En España, hubo comunicadores ofuscados porque muchos de los recién llegados vestían ropas occidentales y tenían celulares de última generación.

La vuelta de tuerca la dio el parlamento húngaro, que aprobó una ley que penaliza la ayuda a inmigrantes irregulares con hasta un año de cárcel. Fue a instancias del primer ministro ultranacionalista Viktor Orban y afecta fundamentalmente a varias ONGs que se dedican a facilitarles las cosas a miles de personas que intentan cruzar a Europa desde Noráfrica o el mundo árabe.

Orban y su partido Fidesz vienen enfrentando directivas de la Unión Europea desde que la inmigración comenzó a representar un problema para las autoridades. Pero con el tiempo se vio que el jefe de gobierno de Hungría es apenas un exponente de un clima de xenofobia que crece en otros países, como Francia, Alemania, Italia y Holanda fundamentalmente.

Este miércoles, el diario británico The Guardian publicó la lista de las 34361 personas que murieron intentando llegar a Europa desde África o Medio Oriente. El periódico destaca que el informe se basa en el cómputo de la Unión por Acción Intercultural, una red de 550 ONGs antirracista de 48 países. El registro, puntualiza, comienza con la muerte de Kimpua Nsimba, un joven congoleño de 24 años que murió ahorcado en un centro de detención de Gran Bretaña.

La crisis humanitaria y política que envuelve a Europa será tema de debate entre los jefes de Estado de la UE este fin de semana, en preparación de la cumbre que comenzará el jueves 28 de junio en Bruselas. Sánchez ya viajó para presentarse oficialmente ante sus pares y de paso explicar su posición sobre el tema migratorio.

Entre los más preocupados, según contó Jennifer Rankin en The Guardian, está el ministro de Hacienda francés, Bruno Le Maire, quien consideró que Europa está «en un proceso de desintegración por Estados que se están cerrando intentando encontrar soluciones nacionales a problemas que requieren soluciones europeas».

La propuesta de abrir centros de detención en Libia fue analizada por el mandatario galo en un encuentro en el Palacio del Elíseo con los jefes de las facciones rivales que dominan ese país, devastado desde el derrocamiento y asesinato de Muammar Khadafi.

Con Fayez Sarraj, el hombre que ocupa el cargo de primer ministro; Jalifa Haftar, el mariscal que controla el este del país; Aguilah Salah, el presidente de la Cámara de representantes, y el titular del Consejo de Estado, Khaled al-Mechr, oficialmente acordó realizar elecciones legislativas en diciembre y normalizar el país. Extraoficialmente tentó la posibilidad de hacer un centro de refugiados a la manera de los que en Turquía sirven de contención para los que huyen de Siria y Afganistán.

Pero las autoridades de la UE dudan en avanzar en esa iniciativa, dicen, porque Libia sigue envuelta en enfrentamientos y no hay con quién hacer acuerdos permanentes.

Lo notable es que hasta el inicio de la llamada Primavera Árabe, en 2011, no había un problema grave con los inmigrantes ilegales. Todo se desbarrancó cuando cayó Khadafi y cientos de miles de nativos de ese país y de otras regiones que tenían posibilidades de forjarse una vida en Libia, tuvieron que emprender otros rumbos. Lo mismo ocurrió en el otro extremo europeo, desde que comenzó el conflicto en Siria. «