Los diputados de la oposición uruguaya –el progresista Frente Amplio, en soledad dentro del parlamento– dieron la nota ética y una muestra de coherencia política al rechazar un convite de la embajada de Gran Bretaña en Montevideo para visitar el enclave colonial de Islas Malvinas. Mientras, delegados de todos y cada uno de los partidos de la coalición que sostiene al actual presidente Luis Lacalle Pou, se tentaron con la oferta de un viaje con viáticos incluidos, abundante whisky y algún regalo, más allá de los simples souvenirs. A cambio de sumarse al juego de seducción británico, se travistieron durante una semana de turistas privilegiados en tierras usurpadas. Por la isla ocupada se pasearon cuatro diputados de segunda línea que con su excursión jalonaron un año de alineamiento de Lacalle con el gobierno de Londres.

Pese a que la embajada inglesa presentó el viaje como si se tratara de una misión oficial, en ningún momento se habló de una agenda prefijada de actividades, como es de rigor, aunque sí se contempló una visita a la Asamblea Legislativa en una sesión que fuera convocada al efecto, con la presencia del jefe de las fuerzas de ocupación en las islas del Atlántico Sur, brigadier Nick Sawyer.

Todos, unos y otros, fueron de la partida en una posterior recepción ofrecida por la gobernadora Alison Blake y su consorte, Peter Henry, donde el número principal fue Faye O’Connor, embajadora de la corona en Montevideo.

La hoja de ruta –que no previó una visita al cementerio de Darwin, donde yacen los jóvenes argentinos caídos en la cruenta guerra de 1982– se cerró con la observación de unos interminables, aburridos rebaños de ovejas.

“Se trata de una invitación bienvenida para participar de esta actividad anual que incluye a distintos actores, periodistas, estudiantes, empresarios y dirigentes políticos en general, y nos parece una buena instancia para conocer la realidad de las islas”, dijo el diputado Felipe Schipani (Partido Colorado), a quien acompañaron sus pares Silvana Pérez Bonavita (del partido militar Cabildo Abierto), Pedro Jisdonian (blanco, el partido del presidente Lacalle Pou) y Luis Gonzáles (Partido Independiente).

“El viaje no implica ningún cargo para el presupuesto del Congreso, no podemos aislarnos y rechazar una invitación que no supone ningún condicionamiento”, agregó. En estos días, y en las mismas condiciones, también estuvieron en Malvinas cuatro estudiantes de Uruguay, del continente, de Brasil y de Chile.

Si el objetivo es la cooptación de nuevos “amigos”, podría decirse que el trabajo de la embajadora Faye Emily O’Connor ha sido sumamente efectivo. La estudiante uruguaya Sofía María Canessa fue elocuente, al decir que “hemos conocido otro mundo” y que le interesaría convertirse “en una verdadera embajadora de las Falkland Islands y promover el viaje de otros chicos para que conozcan en directo esa realidad”. Pérez Bonavita dijo que sus pares isleños expresaron interés en que “muchos” uruguayos vayan a radicarse a Malvinas: “Detallaron que hay unos 300 trabajadores chilenos y podrían recibir a muchos más uruguayos, para incorporarlos en áreas como las del gas y el petróleo, la pesca (las dos en litigio con Argentina), la construcción y la prestación de servicios a los cruceros que llegan a Port Stanley”. 

Pérez Bonavita es una veterana en estas lides. El año pasado levantó una polvareda cuando el 3 de enero, en el 188 aniversario de la ocupación británica de las islas, saludó al gobierno de Londres desde su cuenta de Twitter con un efusivo “#happyfalklandsday”. Entonces, el fundador, líder intocable y presidenciable de Cabildo Abierto, el exgeneral y comandante en jefe del Ejército, Guido Manini Ríos, se vio forzado a dirigirse al embajador argentino, Alberto Iribarne, pidiéndole disculpas por la actitud de Pérez Bonavita y aclarándole que el partido militar mantiene una posición de defensa de los derechos argentinos sobre las islas. Nada dijo entonces, y hasta ahora, sobre el quiebre de la disciplina partidaria en el que cayó la diputada, cosa grave tratándose Cabildo Abierto de un partido netamente verticalista.

Nada dijo Manini, tampoco, sobre el quehacer en el Atlántico Sur de unas fuerzas armadas como las británicas, integradas a la estructura bélica de la Otan, con toda su parafernalia atómica, en un área orgullosamente declarada por los 32 países del sistema interamericano y caribeño como “zona de paz, libre de armas nucleares”. El exgeneral también mantiene silencio sobre las buenas migas políticas amasadas por la diputada Pérez Bonavita con el oficial brigadier Nick Sawyer apostado en Malvinas para defender ese enclave estratégico.

Nadie le ha reclamado a Lacalle –exalumno preescolar, primario y secundario del selecto The British Schools– que adopte una actitud belicosa hacia el Reino Unido, pero sí se pide que su gobierno preserve la histórica política internacional de Uruguay, anticolonialista y defensora de los principios de no intervención y libre determinación. Sorprenden sus gestos cada vez más integrados a los intereses británicos.

En abril del año pasado, cuando se cumplieron 40 años de la aventura bélica argentina en Malvinas, el opositor Frente Amplio propuso la votación de una declaración legislativa para recordar a las víctimas jóvenes de aquel enfrentamiento. El Partido Blanco, el lacallismo, fue demorando la votación sine die, luego se supo que porque el presidente tenía agendado un viaje oficial a Londres que, casualidad o no, coincidió con la fecha patria argentina y americana del 25 de mayo.

La breve permanencia de Lacalle en Londres se cerró con una declaración bilateral con el entonces primer ministro Boris Johnson. En esos días hubo un antes y un después. Las partes sellaron un acta entre la estatal ANCAP y la británica Challenger Energy, abriendo así una primera brecha para la eventual privatización de la petrolera uruguaya. En el medio, Lacalle habló sobre la apertura de una ruta aérea con Malvinas e hizo la vista gorda a la presencia isleña en el stand de la ExpoPrado, el símil uruguayo de la Rural argentina. En el final, 137 días después de su presentación, el 17 de agosto, Lacalle dio luz verde a los suyos para que votaran aquella declaración propuesta por el Frente Amplio. La demora se debió a que el presidente no aceptaba, y menos antes de su viaje a Londres, hablar del “territorio usurpado” por el Reino Unido. Quería, y así salió, definirlo como “territorio en disputa”.  «