Los 27 países de la Unión Europea lograron, al cabo de tres semanas de enfrentamientos internos – y sobre la hora- llegar a un acuerdo para reducir significativamente las compras de petróleo a Rusia como parte de un nuevo paquete de sanciones. La medida fue presentada como un modo de “cortar una enorme fuente de financiación para su maquinaria de guerra” en Ucrania. La restricción, sin embargo, no es total ya que -y ese fue parte del problema para consensuar una medida en común- corta la compra de unos dos tercios del fluido, que llegaban por barco, porque hay países que necesitan mantener en funcionamiento las tuberías que alimentan sus redes. Es el caso de Hungría, el principal oponente a este tipo de castigos que terminan afectando a su propia economía, pero también de República Checa, Eslovaquia y Austria.

La divergencia no fue solo por cuestiones logísticas sino porque ya comienzan a aparecer los resultados efectivos de las sanciones contra Rusia al cumplirse los 100 días de la invasión a Ucrania. Y la realidad no acompaña las expectativas con que Joe Biden y los líderes de la UE y la Otan presentaron las primeras penalizaciones económicas contra la decisión anunciada por el presidente Vladimir Putin de una operación para “desmilitarizar y desnazificar” a Ucrania, el 24 de febrero pasado.

Esta evaluación no parte de medios a los que se podrían calificar de afines a Moscú, como podría argumentarse. Un artículo que firma Larry Elliott, editor de Economía del diario británico The Guardian, señala que “en los primeros cuatro meses de 2022 Putin podría presumir de un superávit de 96 mil millones de dólares, más del triple de la cifra del mismo período de 2021”. Y agrega el dato paradojal de que cuando la UE anunció la prohibición parcial a las importaciones de petróleo, el costo de crudo aumentó fuertemente, “proporcionando al Kremlin otra ganancia financiera inesperada”.

Para más, acota Elliott, las exportaciones de petróleo y gas rusos a China se incrementaron más del 50% sobre el año pasado. Algo de esto entrevió la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen en una entrevista de estos días. “La UE se ve obligada a comprar petróleo ruso para que Putin no lo venda en otros mercados y gane aún más. Te seguiremos comprando petróleo no porque lo necesitemos, sino porque no queremos que alguien más te lo compre y te haga ganar más dinero”, dijo en un tono que intentaba ser desafiante.

Contra los análisis de «mesa de arena» de los dirigentes occidentales, efectivamente las compras en otros mercados se aceleraron y la India, un supuesto aliado del “mundo civilizado”, recibe ahora unos 600.000 barriles diarios de crudo de Rusia contra los 90.000 del año pasado. Y con grandes descuentos.

Chris Weafer, director general de consultora Macro-Advisory, lo advirtió brutalmente: “Las sanciones, por el momento, no son un gran daño financiero para Rusia debido a que los precios globales se encuentran elevados, así que incluso con descuentos probablemente vendan su petróleo al mismo precio que el año pasado”.

Por si fuera poco, India firmó un convenio monetario para comerciar en rupias y en rublos. Esta semana, la empresa Gazprom anunció el cese de suministro a Países Bajos precisamente por negarse a abonar en la moneda rusa, como exige un decreto de Putin, con lo que se suma a Polonia, Bulgaria y Finlandia en los “contracastigos” del Kremlin.

Otro medio británico, el portal de la BBC en español, en un artículo que firma Cristina Orgaz, afirma que “contra todo pronóstico, el rublo se ha convertido en la moneda con mejor desempeño del mundo frente al dólar en lo que va de año, superando incluso al real brasileño” y entre las razones para esta «sorpresa», señala a “los férreos controles de capital impuestos por el Kremlin” desde la primera batería de sanciones. Pero también la exigencia de que los pagos se realicen en la divisa rusa. Y a pesar de los gestos de desagrado y las declaraciones condenatorias, anota Orgaz que “Alemania, uno de los mayores clientes de la estatal gasista rusa Gazprom, ya accedió a pagar en rublos junto con otros grandes compradores europeos”.

Otras voces condenatorias a la estrategia de la UE y EEUU en el laberinto ucraniano van apareciendo en estos días. Según el economista francés Jacques Sapir -citado por el analista Arnaud Bertrand- Occidente evaluó erróneamente el tamaño de la economía rusa. Para Sapir, que da clases en Moscú y Paris, si se calcula el volumen de la actividad en función del Producto Bruto Interno (PBI), convirtiendo rublos a dólares, es claro que el total da que Rusia está a la altura de la economía de Brasil o España.

Pero si se toma en cuenta la Paridad del Poder Adquisitivo (PPA), que compara la productividad y el nivel de vida en cada país, un valor que tanto el FMI como la OCDE aplican con mayor asiduidad, resulta que la economía de Rusia es comparable a la de Alemania, la mayor de Europa, y sería la sexta del mundo. Con este criterio de mediciones, la economía china supera a la de Estados Unidos desde hace al menos seis años.

El golpe más impactante lo propinó el ex secretario de Estado Henry Kissinger, desde la mismisima la cumbre de Davos. Para celebrar sus 99 ños, el impulsor del acercamiento de EEUU y China en 1970 dijo que Ucrania debería firmar un acuerdo de paz lo antes posible, aunque sea cediendo territorio a Rusia. “Sería fatal para Occidente dejarse llevar por el estado de ánimo del momento y olvidar el lugar apropiado de Rusia en el equilibrio de poder europeo por 400 años”, agregó el tan veterano como controvertido geopolítico.  «