La situación en Libia mantiene en vilo a los países europeos, que a ocho años de haber abierto la lámpara a los peores demonios en el país norafricano, no para de sufrir las consecuencias, en una suerte de justicia poética.

Es que luego del drama de los cientos de miles de refugiados  que cruzaron el Mediterráneo para huir de la miseria y la guerra civil en que se sumió esa rica nación petrolera tras el asesinato de Muammar Khadafi, ahora la Unión Europea tiene dudas sobre a qué lado apoyar ante este avance de las tropas del mariscal Jalifa Haftar, hacia Trípoli, donde tiene su sede el gobierno reconocido por los organismos internacionales.

Como un molde del proceso que en Venezuela intenta el gobierno de Donald Trump para destituir a Nicolás Maduro, en febrero de 2011 comenzó una serie de levantamientos que se conocieron entonces como la “Primavera Árabe”. Fue una oleada que se llevó a los regímenes de Túnez, Egipto. La intentona en Libia comenzó con el desconocimiento del gobierno de Khadafi y la asignación de legitimidad al Consejo Nacional de Transición, cuya cabeza visible era Mustafa Mohammed Abdul Jalil.

Haftar fue el elegido para llevar adelante la ofensiva militar. Había sido un hombre muy cercano a Khadafi cuando derrocaron al rey Idris, en 1969. Pero cayó en desgracia durante el conflicto con Chad, en 1986. Derrotado en la batalla de Maaten al Sarra, huyó a Estados Unidos, donde vivió por 20 años y desde allí participó en varios intentos por derrocar a su ex compañero de armas, con financiación de la CIA.

Si bien el gobierno francés, entonces en manos de Nicolás Sarkozy, fue el más efusivo en la estocada final contra el líder libio y el primero en enviar tropas, esta fue “la guerra de Hillary Clinton”, según se encargó de documentar el informático JulianAssange, detenido la semana pasada en la embajada ecuatoriana en Londres.

“Eso está registrado en sus correos. Involucró en ello a su agente favorito, SidneyBlumenthal. Hay más de 1700 correos electrónicos de Hillary, de los 33 mil que publicamos, que tratan solo sobre Libia”, declaró Assange desde su reclusión en la sede diplomática al periodista australiano John Pilgery en 2016. Y agregó que un dossier interno llamado «El tictac de Libia» “es una descripción cronológica de cómo Hillary desempeñó el papel central en la destrucción del Estado libio».

Muerto Khadafi por una turba de fanáticos, en octubre de 2011, efectivamente el país se convirtió en un caos que sin embargo, no dejó de ser un enorme negocio para las empresas petroleras, que ahora veían fluir el líquido sin tener que rendir cuentas.

Luego de al menos 50 mil muertos y la destrucción de gran parte del patrimonio libio, la nación quedó dividida en dos facciones: el este, bajo el dominio del mariscal Haftar con capital en Tobruk; y el oeste, formalmente ahora a cargo de Fayez al Sarraj, un arquitecto reconocido como mandatario por las Naciones Unidas. «