El jefe de Gobierno español, Mariano Rajoy y el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, se dieron la mano con frialdad y luego encabezaron junto al rey Felipe de Borbón y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, la marcha de repudio a los atentados del jueves en La Rambla. Al menos para la foto, el enfrentamiento entre Madrid y Cataluña quedaba de lado ante el horror por el ataque de un grupo yihadista en el tradicional paseo, repleto de turistas, que dejó un saldo de al menos 13 muertos y casi un centenar de heridos. Pero como bien dicen en la península, la procesión iba por dentro.

Si bien en la superficie hubo colaboración entre las fuerzas nacionales y los Mossos d’Esquadra, la policía autonómica catalana, que trabajó en el caso ni bien se supo que una camioneta había atropellado a la multitud de transeúntes, con el correr de las horas fueron saliendo a la luz las desavenencias previsibles en una situación como esta.

Así, mientras el ministro del Interior de España, Juan Ignacio Zoido, se apuró a declarar que la célula implicada en el caso había quedado totalmente desarticulada luego de la balacera que costó la vida de cinco presuntos terroristas en la localidad de Cambrils, el portavoz de los uniformados catalanes, Albert Oliva, replicó de modo cáustico que la investigación continúa y que serán los Mossos quienes darán la última palabra. «De la misma manera que cuando se produjo el atentado fueron los Mossos d’Esquadra el cuerpo que dio la primera información y somos los que estamos dando la información, seremos nosotros los que concluiremos el resultado final de la investigación cuando consideremos que la célula esté totalmente desarticulada», fue la frase que usó.

El Periódico de Cataluña, a su turno, destacó el malestar de autoridades catalanas por la supuesta falta de colaboración en temas relacionados con el terrorismo, ya que se supo de un informe de la CIA advirtiendo hace al menos dos meses a Madrid del riesgo de un ataque precisamente en La Rambla.

Los medios españoles, sin embargo, destacan en general que para lo que es el cruce entre Cataluña y Madrid a semanas del referéndum independentista convocado para el 1 de octubre, el operativo frente al golpe en La Rambla no permitió avizorar fisuras graves entre el Estado Español y el poder autonómico. Recuerdan, de todos modos, que la primera declaración de Rajoy al conocerse el hecho, luego de los pésames de rigor, fue para decir que «al terrorismo se lo vence con unidad institucional». Lo que adelanta que esa será la clave para lo que resta hasta la consulta, declarada ilegal por el gobierno central.

Mientras tanto, las autoridades revisaban minuciosamente las viviendas de los implicados en el ataque, Moussa Oukabir, de 17 años, Mohamed Hychami, de 24 y Younes Abouyaaqoub, de 22, todos de Ripoll; y el de Said Aallaa, de 18 años, de Ribes de Freser, ambas localidades en la provincia de Girona.

Pero parecían enfocarse especialmente en la residencia de Abdelbaki Es Sattii, un imán de 43 años que llegó hace un par de años a la mezquita de Ripoll con el objetivo de resolver una interna clerical y que los investigadores piensan que fue un personaje clave para la radicalización del grupo de jóvenes, que según todo indica, venían planeando un ataque mucho más grande pero les falló el explosivo que pensaban utilizar y destruyeron una casa en Alcanar, Tarragona.

Lo que no sabían aún es si viajó apresuradamente a Marruecos el martes, como trascendió en un primer momento de un vecino de departamento, o fue uno de los abatidos en Cambrils que aún no habría sido identificado. Entre sus antecedentes, la policía destaca su cercanía con uno de los acusados por los atentados del 11 de marzo de 2004 en estaciones ferroviarias de Madrid. «