El 4 de mayo, el triunfo de Isabel Díaz Ayuso entusiasmó a la derecha de ambos lados del Atlántico porque derrotó a opciones de centro y de izquierda de la Comunidad de Madrid con un lema contundente: Libertad o comunismo. Ninguno de los partidos que enfrentaban al Partido Popular se definían como comunistas ni reivindicaban la lucha de clases, pero el mote, según parece, calzó  en un sector importante del electorado madrileño como para olvidar estos 26 años de gobiernos conservadores, cada uno más corrupto que el anterior, según investigaciones judiciales en marcha. Este domingo, del otro lado de la cordillera, se dio vuelta la tortilla y el Partido Comunista de Chile ganó seis intendencias. La más resonante fue la de Santiago, que quedó en manos de la joven economista del PCCh Iraci Hassler.

Puede decirse que el resultado en la región capitalina de España no auguraba demasiadas sorpresas. Las encuestas marcaban la preferencia mayoritaria por Díaz Ayuso. De todas maneras, si el resultado hubiese beneficiado al PSOE o Mas Madrid, tampoco hubiese tenido la implicancia que tiene el de la capital chilena.

Porque en Chile, precisamente, el 11 de septiembre de 19673 se inició el período más oscuro de la historia sudamericana, con el golpe que derrotó al presidente socialista Salvador Allende. Siempre es bueno recordar que exactamente 12 días después, el 23, Juan Domingo Perón era elegido presidente de Argentina por tercera vez, con un 62% de votos favorables.

Tras 18 años de exilio, persecuciones y fusilamientos de militantes peronistas para establecer un modelo económico resistido por las mayorías, el viejo el líder volvía al poder en un momento dramático para la región. Fueron 18 años en los que la derecha y muchos sectores medios se convencieron de que el peronismo estaba muerto y enterrado. La realidad desmintió esas profecías autocomplacientes.

En junio del 73 había habido otra interrupción constitucional en Uruguay. Pero el golpe en Chile fue leído como la advertencia de que el imperio no ahorraría sangre del pueblo con tal de imponer sus designios ante la llegada del peronismo el gobierno argentino. El general Augusto Pinochet, que hasta unos días antes se presentaba como garante de la Constitución, mostró, también, el destino homicida de esa camada de militares latinoamericanos formateados en la Escuela de las Américas, de Panamá.

Pinochet y esa oligarquía creada al calor de persecuciones, asesinatos y latrocinio, también pensaba que el comunismo no llegaría al poder jamás. El modelo neoliberal, dirigido desde Chicago con asesoría en el campo del inventor esa poderosa maquinaria económica. Milton Friedman, resultaba según este esquema. infalible. Tanto que al regreso de esa democracia tutelada que dejaba Pinochet, en 1990, todos los partidos de la llamada “transición” se comprometieron a no tocar nada para que no se cayera el andamiaje urdido a sangre y fuego. Y eso hicieron hasta que en octubre de 2019 todo estalló por los aires.

En noviembre pasado ganó la intendencia de Montevideo Carolina Cosse, también surgida de las filas del PC. En el “paisito” ya hubo una experiencia un tanto más virada a la izquierda con el Frente Amplio, desde 2005, de modo que el neoliberalismo, si bien no fue derrotado, fue puesto en disputa.

El uso de la palabra “comunista” como una acusación denigrante forma parte del recetario electoral conservador desde hace décadas. Muchos gobiernos cayeron desde 1954 en Guatemala para acá bajo ese “cargo”; en la mayoría de las veces ni siquiera exacto. Pero si el discurso político se basa en que comunista es mala palabra, cualquier indicio de progresismo tiene que ser la antesala de la dictadura del proletariado y vale para lo que sea menester.

La caída de la Unión Soviética provocó una debacle de partidos comunistas en gran parte de Occidente. En Europa, literalmente desaparecieron. En estas regiones, se redujeron a expresiones mínimas, aunque con cierta influencia en el progresismo.

La gran noticia de Chile, además de que la derecha no tendrá influencia directa en el dictado de la nueva constitución, no es tanto que ganó una integrante de PC en la capital. Esa era una posibilidad. La noticia es que dio vuelta 31 años de escarnio y persecuciones.

Puede ser la señal que faltaba para dar vuelta a ese bucle de la historia y continuar de un modo más virtuoso la primavera de principios de siglo con aquella coincidencia de gobiernos progresistas truncada circunstancialmente en 2016. En todo caso, es otra manifestación de que la región está en disputa y que no hay que vender la piel antes de cazar al oso .

Al mal paso en Ecuador -fruto de errores graves de los sectores populares- se abren puertas en Colombia y en el Brasil que espera la vuelta de Lula. Y soplan aires nuevos desde Chile.