Una película de 2004 dirigida por Sergio Arau puede ilustrar la realidad que están viviendo el Reino Unido en estos días. En Un día sin mexicanos, el director azteca ilustra en clave de humor lo que sucedería en California si de un día para el otro desaparecieron misteriosamente los latinos. Y cómo ese fenómeno afectaría a la economía del estado más rico de EE UU. Algo parecido están comprobando los británicos.

Ya van varios días sin los europeos que hacían el trabajo que no hacen incluso que desprecian- los nativos de las islas. Y se siente en la vida cotidiana con la falta de combustible, de provisiones en los supermercados, pero también en las cosechas y trabajos de cuidado que hacían gente de Portugal, de Rumania, de Polonia, de Grecia, de Eslovaquia. Y también inmigrantes de países extracomunitarios que habían logrado obtener pasaporte de la Unión Europea y que Brexit mediante, ahora resultan haber sido esenciales, pero no habían registrado ese pequeño detalle.

La crisis es de tal magnitud que la cámara británica de procesadores de carne alertó sobre la falta de mano de obra en ese rubro que haría peligrar las tradiciones navideñas. «Deberíamos haber empezado a producir alimentos navideños en junio o julio, pero hasta ahora no lo hemos hecho y habrá escasez de productos festivos, como las salchichas enrolladas en tocino», dicen los empresarios en un artículo del diario The Times. Hacen falta al menos 15.000 carniceros, pero aunque lleguen en estos días, las fiestas ya no serán igual.

A todo esto se le puede agregar -aunque no es claro que esta también sea una consecuencia del divorcio de Europa- el aumento en las tarifas del gas y la electricidad, que trepan desde este 1 de octubre un 12% en el marco de una crisis en el sector que ya dejó un tendal de diez compañías quebradas en este año. En relación con el año pasado, los precios del gas subieron alrededor del 300%, según destaca un cable de la agencia Sputnik.

Entre los daños colaterales al Brexit, una decisión tomada en un referéndum que ahora los mismos votantes se cuestionan, están las relaciones con los países de la comunidad europea. Con España queda pendiente la cuestión de Gibraltar, una posesión britanica desde 1713 que reclama Madrid y que hasta ahora estaba bajo el paraguas de la UE. Por el momento, los españoles aceptaron ceder a la Agencia Europea de Control de Fronteras (Frontex) la vigilancia de ese paso. Londres no quería que el control quedara en manos españolas y desde Bruselas le dieron el visto bueno.

Con los franceses hay otra cuestión pendiente.  Sucede que con el Brexit la pesca en aguas británicas se debe negociar con Londres y las normas no son las mismas, además de que los pescadores galos resultan perjudicados por medidas proteccionistas británicas. Este martes el Departamento de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales de Gran Bretaña informó haber otorgado licencias de pesca para 1700 buques comunitarios. Los franceses pidieron 47 permisos para buques de hasta 12 metros de largo y recibieron solo 12.  Las aguas, para nada están calmas en el canal de la Mancha. Mientras tanto, en Europa toman medidas para apoyar a las regiones o los sectores más afectados por la salida del Reino Unido con un fondo de 5.000 millones de euros.

Más allá de estas cuestiones, ahora en Europa descubren el objetivo de las últimas movidas de Boris Johnson a nivel global, como la formación de AUKUS, junto con Australia y Estados Unidos, para contrarrestar la influencia de China en la región Indo-Pacifico.

El expresidente del gobierno español José María Aznar dijo en un encuentro de dirigentes conservadores hispanoamericanos: “el AUKUS sin la UE es una alianza claramente anglosajona y significa también desde el punto de vista europeo un triunfo de aquellos partidarios duros del Brexit. Es decir ‘podemos prescindir de la UE porque somos capaces de organizar alianzas con el mundo anglosajón’“.

Aznar descubrió que con Joe Biden tanto como con Donald Trump, el Brexit y el AUKUS son dos caras de la misma moneda.  «