Las elecciones municipales de este domingo dejaron algunas certezas sobre momento político brasileño. En primer lugar, que el bolsonarismo no es el fenómeno de masas que la granja de trolls del ultraderechista promueve desde las redes sociales. La segunda es que la centroizquierda mantiene un peso electoral importante, pero ya no está liderada por el PT. La tercera y quizás la más sugestiva es que Lula da Silva, como viejo zorro de la política que es, ya había previsto esta tendencia y en un momento clave de su derrotero judicial elevó a la categoría de sucesores a dos dirigentes que no son del partido que creó hace 40 años, sino una militante comunista gaúcha -a la que ungió como candidata a vicepresidenta en 2018- y uno del Movimiento Sin Tierra paulista. Y ambos, Guilherme Boulos y Manuela D’Ávila, están a las puertas de dar un batacazo en la segunda vuelta de San Pablo y Porto Alegre, si los ciudadanos de esos dos distritos claves se convencen de la necesidad de apoyar una opción progresista contra el neofascismo.

Este domingo hubo elecciones comunales en 5570 municipios de todo el país. Para el oficialismo era un comicio importante ya que si bien Jair Bolsonaro se quedó sin partido político, le dio su apoyo explícito a varios candidatos que le siguen fieles. La disputa era por el peso político que conserva el presidente, que según las encuestas tiene a esta altura un 40% de aceptación, y cómo eso se traduce en poder vecinal.

Podés ver: Comicio clave.

Por otro lado, los sectores de la izquierda y sobre todo el PT querían medir fuerzas luego de haber perdido en 2018 en elecciones donde el principal candidato, el ex presidente Lula da Silva, fue proscripto e incluso estaba detenido en ese momento. Este dato es para tener en cuenta, ya que no es difícil elucubrar que para Lula la mejor opción en San Pablo, la ciudad más poblada y la región más desarrollada del Brasil, que explica más del 33% del PBI de todo el Brasil, era Boluos, pero el PT llevó candidato propio.

Porto Alegre, en tanto, tiene una tradición más liberal y fue la primera ciudad en gobernar el PT y la cuna del Foro Mundial Social, que a principios del siglo alumbró una corriente de centro izquierda internacional progresista.Recuperar esas dos ciudades es un desafío y significaría un enorme aliciente en busca de recomponer la alianza que llevó al poder en Lula en 2003 y que terminó con un golpe institucional contra Dilma Rousseff en 2016.

Que Lula -detenido en la causa por corrupción pergeñada por el juez Sergio Moro el 7 de abril de 2018- tiene un olfato político impecable lo demostró ese mismo día en el acto q frente a la sede del Sindicato Metralúrgico, en San Pablo. En una tarima improvisada y ante una multitud, el dos veces presidente dijo que en Brasil la política había pasado a ser mala palabra para los medios hegemónicos y el poder judicial. Y presentó a dos dirigentes, Manuela D’Ávila, del Partido Comunista do Brasil, y Guilherme Boulos, del Partido Socialismo y Libertad (Psol) como «la esperanza del futuro que enfrentan la negación de la política». Tienen 38 y 39 años respectivamente.

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Tuvo que pasar mucha agua debajo de los puentes como para que la realidad probara el acierto de aquella predicción. En San Pablo, Boulos obtuvo el 20,2% de los votos contra el centro derechista Bruno Covas, el alcalde saliente, del PSDB, con 32,8%. El candidato del PT, Jilmar Tatto, recibió apenas un poco más de 8%, un punto menos que el bolsonarista Celso Russomano. No parece tan fácil que Boulos termine triunfando en dos semanas, pero nadie aventuraba que llegaría a sentarse en el balotaje, de modo que nada está dicho.

En Porto Alegre, D´Avila logró 29% de sufragios contra 31% de Sebastião Melo, del MDB, el partido centrista que gobernó Brasil acompañando a Lula y Dilma pero terminó quedándose con el gobierno tras el golpe contra la presidenta a manos de Michel Temer. Allí el PT no presentó candidatos pero el PSOL, de Boulos, tiene algo mas del 4% de votos que, sumados a otros partidos progresistas, permiten pensar que un triunfo de la dirigente comunista es posible en la ciudad que acuñó la frase «Otro mundo es posible»..

Otra ciudad importante donde la izquierda puede arrimar el bochín es Recife, la capital de Pernambuco. Allí disputarán la segunda vuelta João Campos, del PSB, con 29,2%, con Marilia Arraes, del PT, con 27,95. Un dato curioso: ambos son primos. João es hijo del ex gobermnador Eduardo Campos y bisnieto de Miguel Arraes, histórico líder de la izquierda regional. Marilia es nieta de Arraes, que era  gobernador de Pernambuco en 1964, se negó a entregar el poder a los militares golpistas y fue encarcelado en el archipiélago de Fernando de Noronha hasta que se exilió en Argelia. Murió al frente del estado, a los 89 años, en 2005.

Hubo cierto alivio en el PT por los resultados generales, aunque se nota que el partido perdió fuerza y necesita nuevos aires. Por lo pronto, Lula celebró en Twitter.

Gleisi Hoffman, la presidenta del PT, agradeció al candidato paulista por su esfuerzo y pidió todo el apoyo para el dirigente del PSOL el 29 de noviembre.
La interpretación de Bolsonaro, por supuesto, fue radicalmente diferente. Para el presidente, la noticia del domingo es que la izquierda perdió y que «la ola conservadora llegó en 2018 para quedarse». Sin embargo, tuvo que salir a desmarcarse de sus candidatos. Es que en su “feudo” carioca, sus elegidos solo obtuvieron 9 de 44 nominaciones para concejales.

El exobispo evangélico Marcelo Crivella, el alcalde saliente y que cuenta con todo el apoyo del presidente, arañó el 22% de votos, frente a su predecesor Eduardo Paes, del partido Demócratas, de esa derecha que rompió con el mandatario, y que llegó al 37%. Su defensa fue que su “ayuda a los candidatos se resumió en 4 lives en tres horas.