El vicepresidente electo Geraldo Alckmin, quien fue designado por Luiz Inácio Lula da Silva para coordinar la transición del gobierno, se reunirá este jueves a las 14 hs con el jefe de Gabinete de Jair Bolsonaro, Ciro Nogueira, en el Palacio del Planalto, según reportó O Globo.

También estarán presentes la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, y el exministro Aloizio Mercadante, que forman parte del equipo de transición. Será la primera vez que los líderes del PT regresen al Palacio del Planalto desde la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, en 2016.

Se desconoce si Jair Bolsonaro estará en el Palacio en ese momento.

El vicepresidente electo de Brasil, Geraldo Alckmin, coordinará la transición hacia el futuro gobierno liderado por Luiz Inácio Lula da Silva y pretende iniciar el proceso este jueves, según informó Gleisi Hoffmann.

Hoffmann ya habpia anticipado que volvería a hablar sobre la transición con Ciro Nogueira. El presidente electo asumirá el cargo el 1 de enero.

Según el medio brasileño O Globo, Alckmin liderará un equipo con 50 personas, que mezclará personal técnico y político para dialogar con los miembros del gobierno de Jair Bolsonaro. Se espera que el grupo esté conformado por los principales líderes del PT y de los partidos de la coalición que construyó Lula.

El período entre la elección y la investidura es regulado por una ley de 2002 que prevé la creación de un equipo de transición que puede tener hasta unos 50 miembros nombrados por el presidente electo, remunerados por el Estado. La norma se aplicó por primera vez cuando Lula debutó como presidente, sucediendo a Fernando Henrique Cardoso (1995-2002).

La legislación prevé entre otras cosas que “los miembros del gabinete de transición (…) tengan acceso a informaciones sobre las cuentas públicas, los programas y proyectos del gobierno”. El coordinador del equipo debe encargarse de solicitar acceso a los documentos oficiales.

Bolsonaristas fueron a los cuarteles a pedir un golpe

Activistas que apoyan a Bolsonaro reclamaron este miércoles frente a cuarteles del Ejército en todo el país, con amplia presencia en San Pablo y Río de Janeiro, un golpe de estado militar para desconocer al mandatario electo el domingo, Luiz Inácio Lula da Silva, en un movimiento que se sumó al iniciado el lunes por ruralistas y camioneros en más de 100 rutas.

La manifestación ocurrió un día después del pronunciamiento de Bolsonaro, que evitó aceptar la derrota y felicitar a Lula, y apenas indicó que iba a cumplir la Constitución, a 24 horas del inicio de los trabajos de transición hasta el 1 de enero, que serán coordinados por el vicepresidente electo, Geraldo Alckmin, y el jefe de gabinete del gobierno, Ciro Nogueira.

Pero Bolsonaro hizo este miércoles un aporte claro a la cuestión: además de manifestarse triste, pidió a sus seguidores que «desbloqueen las rutas”, al argumentar que esa medida “no forma parte de estas manifestaciones legítimas”.

“No queremos perder nuestra legitimidad», afirmó Bolsonaro en un video divulgado en redes sociales.

La jornada, feriado por el Día de los Muertos, encontró al bolsonarismo, que logró 49,1% de los votos el domingo, mostrando su músculo para reclamar en la puerta de los principales regimientos del Ejército, incluido un saludo nazi de varios centenares de personas que cantaron el himno extendiendo su brazo derecho en Sao Miguel do Oeste, Santa Catarina.

Según un balance de la Policía Caminera Federal, 156 puntos de cortes de ruta se registraban en 17 estados.

Ante la connivencia de parte de la cúpula bolsonarista de esa fuerza, el Supremo Tribunal Federal (STF, corte suprema) autorizó el martes a los gobernadores a reprimir con las policías provinciales y así lo hicieron los tres mandatarios regionales aliados del presidente hasta el domingo, los de Minas Gerais, Rio de Janeiro y San Pablo, que condenaron los bloqueos.

La policía caminera informó que deshizo 574 manifestaciones.

En San Pablo la tropa de choque arrojó gases lacrimógenos en la autopista Castelo Branco, una de las más importantes de la región.

Pero el más impactante movimiento de la extrema derecha se produjo frente a los cuarteles de todo el país, sobre todo en San Pablo y Río de Janeiro, para reclamar a los jefes militares intervenir mediante un golpe de Estado e impedir la asunción, el 1 de enero, de Lula.