El Valle de los Caídos, la monumental construcción que ordenó el dictador Francisco Franco en 1940 y donde están enterrados sus restos y los del fundador de la Falange Española, Primo de Rivera, reaviva el viejo debate sobre el pasado de esa nación, a 82 años de la sublevación militar contra la República que dio inicio a la Guerra Civil.

Desde que Pedro Sánchez llegó al poder, hace un par de meses, se propuso recuperar esa parte de la ciudadanía ideológica y sentimentalmente cercana a la República, viejos valores ciudadanos que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) dejó en el camino desde la Constitución de 1978 en aras del proceso democrático que se inició a la muerte de Franco.

Ese sector del ala izquierda del PSOE, a raíz de la crisis de 2008 y las políticas de ajuste que comenzó el entonces jefe de gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, se sumó a la masa crítica tras la movilización del 15 de Mayo de 2011 que construyó Podemos.

Ese partido fue clave para que Sánchez diera el zarpazo de la semana previa al 1 de junio. Ahora es la cantera que Sánchez busca tentar para fortalecerse y sostener su gestión, que llega luego de la peor elección en la historia actual del PSOE y por lo tanto, está a tiro de ser desplazado ante el primer tropiezo.

La propuesta de exhumar los cuerpos de los líderes fascistas es un viejo anhelo de la democracia. El monumento, inaugurado en 1959, aloja los cuerpos de ex combatientes franquistas y republicanos y fue presentado originalmente como un símbolo de la reconciliación. Pero no sólo es la tumba del dictador y su mentor ideológico sino que ostenta una cruz de 150 metros de altura que lo convierte en un memorial católico, cuando precisamente entre el bando que cayó en la contienda era mayoritariamente si no ateo, al menos anticlerical. Y por si esto fuera poco, fue construida por presos políticos como parte de su condena.

«Ninguna democracia puede permitirse monumentos que ensalcen una dictadura, la nuestra tampoco. Por eso quiero anunciarles que la decisión política de este gobierno es firme», dijo Sánchez hace unos días.

La réplica de la derecha ultramontana, que se puso de punta a medida que el proceso independentista catalán fue escalando, fue una marcha organizada por la Fundación Francisco Franco (FFF) el 18 de julio, cuando se cumplía el aniversario de la sublevación militar que terminaría encabezando el general fascista desde el norte de África. Y por cierto, cantaron «De cara al sol» con el brazo derecho extendido.

«Hoy comienza un nuevo alzamiento. El alzamiento de los españoles unidos frente a los españoles que quieren dividir, el alzamiento de los hombres de palabra frente a los poderes de las palabrerías. Hoy comienza la lucha de la verdad frente a la mentira, la lucha y encuentro de la felicidad frente a los que quieren implantar el sufrimiento, la lucha del amor entre españoles frente al odio de los intereses. Alzaros y triunfaréis. España, al final, siempre triunfará», dice una proclama del general Juan Chicharro Ortega, presidente de la FFF. Allí insiste en que «España se juega en estos momentos, una vez más, su existencia como nación cristiana».

Desde el propio PSOE, sin embargo, también hubo críticas al plan revisionista de Sánchez, aunque bastante más alambicadas. Y se entiende: por el gobierno español pasaron dos socialistas, Felipe González (1982-1996) y Rodríguez Zapatero (2004-2011), y nunca hubo un proyecto para exhumar a Franco.

El que salió en representación de ese «olvido» histórico fue Alfonso Guerra, ex vice jefe de Gobierno de González, licenciado en Filosofía y líder partidario de predicamento. «Aquí hay una serie de gente, por cierto jóvenes, que están todo el día boxeando con el fantasma de Franco. A mí Franco no me interesa; se murió hace tantos años… no tengo ningún interés», dijo, alzando protestas de familiares de al menos 140 mil víctimas de la dictadura que todavía buscan los cuerpos de los desaparecidos del franquismo.

Según las encuestas más recientes, el 56% de los españoles está a favor del traslado de la tumba del dictador, mientras que un 33,8 está en contra. La mayoría, además, está de acuerdo en ilegalizar a la FFF porque la percibe un riesgo contra la democracia. «