Al próximo presidente de Chile, Gabriel Boric, le tocará conducir un país sobre una ruta congelada. El magallánico tendrá que demostrar su pericia en un terreno que mantiene un orden fijado bajo hielos continentales. Deberá transitar una potencial aprobación de la nueva carta magna -que podría trastocarlo todo-, gobernar con un Congreso que no controlará, manejar variables económicas ante un mercado que ya lo mira con recelo, y maniobrar desde un Estado reducido. En este escenario, el espíritu festivo que se vivió el domingo  deberá sonar de fondo como la música que acompaña un viaje largo, porque el gobierno de Apruebo Dignidad, que iniciará el 11 de marzo, también tendrá que regular las altísimas expectativas de ampliación de derechos en un contexto que es crítico.

“Estoy harta de vivir un momento histórico”, dijo Paula, una joven que militó por Boric en Santiago, y que refleja la necesidad de cambios pero también de previsión y tranquilidad.

Minutos después de reunirse con Gabriel Boric, el vicepresidente de la Convención Constituyente (CC), Jaime Bassa, exclamó varias veces: “Se vienen tiempos difíciles, no nos dejen solos”. Anticipaba así uno de los principales desafíos que tendrá el próximo presidente. Segundos más tarde, en diálogo con Tiempo, se mostró más optimista: “Va a ser más fácil trabajar la colaboración con este gobierno que con el saliente. Esperamos que estas condiciones nos permitan salir adelante mejor”. Bassa, que junto a la presidenta de la CC, Elisa Loncon, lideran el proceso de redacción de la nueva Carta, dijo que no temen un boicot a su trabajo pero pidió “que la derecha respete los resultados de las urnas, valore la democracia y sobre todo las instituciones”.Aseguró que José Antonio Kast “dio señales de eso al reconocer tempranamente la victoria” de Boric.

Más allá de los gestos de republicanismo protocolar, lo cierto es que Kast se pronunció a favor de mantener la Constitución de Pinochet mientras que Piñera nunca se reunió con Loncon. Y si bien la derecha no tiene los dos tercios de la CC para impugnar las reformas, podría empantanar el debate porque el órgano constituyente definió que todas las normas que se aprueben necesitarán el voto favorable de al menos 103 convencionales. La derecha no llega pero el centro, izquierda e independientes, distan de ser un bloque armónico. De todos modos, si bien el nuevo gobierno -liderado por el Frente Amplio y el Partido Comunista- reúne una presencia de 26 escaños, se calcula que podrían sumar 116 adhesiones, aunque no sin negociar.

En última instancia, los conservadores se reservan la capacidad de boicotear el nuevo texto constitucional durante el plebiscito de “salida”, que tendrá lugar el próximo año, en elección obligatoria. Además de esa campaña, a Boric le podría tocar volver a las urnas en dos años si que el Congreso define adelantar elecciones generales. Para algunos analistas, el aumento de la participación sería más favorable a sectores que alientan las reformas y que la derecha habría llegado a su techo de participación que ronda el 44%.

Foto: Jorge Villegas / Xinhua

La CC deberá abordar temas que van desde la “desprivatización” de servicios básicos hasta cambiar el sistema presidencialista. Es decir, podrá alterar el Chile conocido hasta ahora. De hecho, las perillas del Estado que tendrá Boric en términos de control de recursos son escasas, y de CODELCO (cobre) fue de las pocas áreas sin privatizar.

 El legislativo no estará controlado por el oficialismo aunque no podrá presentar proyectos que incluyan gasto fiscal, potestad de la que están excluidos los legisladores. La fuerza mayoritaria, aunque sin quórum propio, será el “piñerismo” -más un lugar de Kast- que tendrá 25 de las 50 bancas, mientras que en la otra mitad hay tres escaños eclécticos. En Diputados, el tándem de derecha se queda con 68 de las 155 bancas, a las que se podrán sumar las seis del impredecible Partido de la Gente de Franco Parisi, tercero en las presidenciales. Otras siete se acomodarán según el caso, mientras que el oficialismo y sus aliados de la ex Concertación llegarán a ocupar 74.

En el plano económico, Boric hereda un presupuesto 2022 drenado ya que Piñera recortó en un 22,5% del gasto respecto al de 2021. El argumento del aún presidente es priorizar la «salud» de las cuentas públicas, queda claro que sin importar sin importar el contexto social y sin previsión de un potencial rebrote de coronavirus. Este diagnóstico fue incluso registrado el domingo desde el bunker de Kast en la voz de Evelyn Matthei, alcaldesa de Providencia , quien advirtió que Chile tuvo “un problema social muy grave” que se agravará porque en 2022 caerá «muy fuertemente el presupuesto del gobierno, aumentan la tasas de interés, será más difícil encontrar empleo, no va a haber dinero para el IFE”.

Además, los “mercados” ven a Boric con desconfianza por sus líneas programáticas que apuntan a un aumento impositivo para empresas y del sueldo mínimo, sumado a la reducción de la jornada laboral, la creación de un nuevo royalty minero, y la reforma previsional. Medios locales registraron que el principal índice de la Bolsa de Santiago, el IPSA, retrocedió 5,39% en los tres días posteriores a la elección de Boric, mientras que en los gobiernos “afines” -Ricardo Lagos y Michelle Bachelet- ni siquiera perdió un 1%.

En ese contexto por demás incierto, Boric deberá por un lado encadenar las ruedas que le permitan conducir con paciencia sobre el hielo a la vez que agite los vientos cálidos que le permitan llegar a un deshielo.