Sostén del terrorismo, programa de armas avanzadas, falta de respeto por los derechos humanos, proyecto nuclear, eso bastó pare que Estados Unidos convierta a Irán en paria mundial. Así que congelamiento de haberes, bloqueo económico, veda sobre el petróleo iraní… desde 1979 abundan las medidas contra Irán, que recrudecieron en 2005. Amainaron con las negociaciones sobre el tema nuclear, pero Trump pateó la mesa de negociaciones y reimpuso el embargo total. 

Dictadura, corrupción, violación a los DD HH, fraude electoral, comunismo, así EE UU define a Venezuela. Congela haberes, establece bloqueo, incauta reservas venezolanas en oro, así como infraestructuras petroleras en EE UU (Citgo). Hasta llega a reconocer como presidente a un señor autoproclamado tal. Biden afirmó que “recalibrará” sus relaciones con Arabia Saudita a la luz de los derechos humanos (por el caso del periodista asesinado).

Pero resulta que con la guerra en Europa, los EE UU retoman contacto con esos tres países. Ahora el enemigo es Rusia, el archivillano es Putin. Sabemos que una misión llegó a Caracas; no hay tanta información sobre Irán; Arabia Saudita no contesta el teléfono aún.

No hablemos de hipocresía o de cinismo, que son categorías morales, sino de mala praxis. Sucede cuando occidente proclama en lo absoluto la bondad de  su causa y la maldad del resto. Es característico de una política mundial (weltpolitik), que invoca la equivalencia entre democracia y libre mercado urbi et orbi sin miedo al oxímoron. Era “el fin de la historia”.

Recordemos las guerras realizadas en nombre del “nation building”, cuyos resultados podemos apreciar en Irak, Afganistán, Libia, entre otros, sin hablar del resto de “revoluciones de colores” u otras “primaveras árabes”. Como si fueran series de Netflix. En el siglo XIX eso era llamado colonialismo. 

La experiencia de los bloqueos económicos, políticos, sociales y ahora culturales (Dostoievski y Tchaikovski, entre otros, están cancelados para el “mundo libre”) no arroja los resultados esperados. Es que los embargos tanto por parte de Estados Unidos, junto con la Unión dizque Europea, son inútiles para conseguir los resultados esperados en término de cambio de régimen, aunque obliguen a empresas propias y comprometan empresas de terceros países que tengan negocios en las naciones bloqueadoras. 

Además, estas medidas configuran un “castigo colectivo”, según el art. 33 de la Convención de Ginebra de 1949, pues afectan al conjunto de un pueblo. Pueden confirmarlo los 650.000 muertos en Irak (según The Lancet) debido a las sanciones de occidente. En cambio, son útiles para sacar competidores, ganar mercados, establecer y cobrar multas, fijar cantidades y precios. 

Por cierto, las consecuencias del actual bloqueo están desfasadas. No tienen efectos inmediatos en un país como la Federación Rusa, pero si en las alzas en las facturas de electricidad que le llegan a los europeos y el alza de precios del combustible a los norteamericanos. Para que esto no sea un segundo shock petrolero (dijo el ministro de economía de Francia) hay que buscar petróleo y energía por donde sea. ¿Con quién sea? Parece tarde para la Realpolitik.  

Decía Paul Kennedy que los imperios fenecen por sobre expansión (algo supo la Unión Soviética). Cuando incumplen las leyes que imponen, significa que son incapaces de mantener lo que tienen.