Le duró poco al gobierno de Jair Bolsonaro su acercamiento a los pueblos originarios. Apenas lo que daba para asociarse a Mauricio Macri en su crítica a la desafortunada frase del presidente argentino sobre los antecesores de los brasileños. Este martes la policía reprimió una manifestación en Brasilia de la Asociación de Pueblos Indígenas de Brasil (APIB), que protestaban contra el avance de ese proyecto de ley, que altera las reglas de delimitación de sus tierras ancestrales. Fueron gases lacrimógenos contra arcos y flechas.

«Hoy es un día bastante preocupante en lo que respecta a las manifestaciones, pero también a la democracia», declaró en una rueda de prensa posterior Joenia Wapichana, la primera diputada indígena de Brasil. La iniciativa transfiere del Ejecutivo al Legislativo el proceso de demarcación de esos territorios y los indígenas temen que los cambios permitan la explotación comercial de las reservas naturales.

No habían pasado 24 horas cuando el ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, presentó su renuncia a raíz de una investigación por su presunta participación en la exportación ilegal de madera de la Amazonía a Estados Unidos y Europa.

Salles, de 46 años, fue desde el primer día muy cuestionado por indígenas, académicos y ambientalistas por no haber impedido la deforestación de ese pulmón del planeta y haber facilitado los negocios de explotación ganadera o venta de madera.

Curiosamente, también recibía críticas de los del agronegocio, porque consideraban que su política ambiental daña la imagen internacional de Brasil, una potencia agropexportadora, y hasta le puede cerrar puertas en el exterior.