Una semana antes de la asunción de Nestor Kirchner me llaman de la embajada de Cuba en Argentina y me piden gestionar un aula en la facultad de derecho porque iban a venir «autoridades importantes de Cuba». Le dije que por supuesto, hacía poco habíamos hecho una reunión para 100 personas en un aula que podía andar. Ellos me dijeron que pensaban, más bien, en el aula magna de 1200 personas. Pero les insistí en que siendo lunes no lo veía como una buena idea. Pero me decían que necesitaban el aula magna. Como seguía tratando de hacerlos entrar en razón en un momento me corta el relato y me dice: «Hay algo que no te puedo decir, pero vos deberías darte cuenta que es un acto muy importante para nosotros». Corto y le digo a mi compañero del gremio que estaba al lado mío que parecia que venía Fidel Castro. Por supuesto que no me creyó. Voy al decano Alterini y le pido un acto para la embajada de Cuba. «Si te haces responsable te lo doy», me dijo. Asi que llamé a la embajada y confirmé.

El jueves anterior al 25 de mayo escucho por radio que Duhalde anuncia que Fidel Castro está entre los presidentes que vienen a la Argentina. Tomo conciencia entonces que nos estaban pidiendo que lo organicemos nosotros. Al otro día el sindicato era una revolución. Estabamos haciendo las invitaciones. Hasta Raúl Alfonsín estaba llamando para pedir entradas. En esa época Jaim Etcheverry era el rector de la UBA y no quería saber nada.

El fin de semana estuvimos con la gente de la embajada y de la seguridad de Fidel preparando todo. El lunes a las 15 ya eran miles de personas queriendo entrar. Se desbordó todo. El aula magna se llenó de gente. El estrado estaba lleno de gente parada. Los pasillos de la facultad también llenos. No se podía entrar. Más y más gente en todas partes.

Pero llegó un momento que la gente de la seguridad de Fidel dice que el acto no se puede hacer en esas condiciones. Pero ya estaban todos pasando en vivo. Voy a decirle al decano que se suspende el acto y el rector que no estaba de buena manera dice que va a llamar al embajador para que de una mano, porque así no podía ser. El embajador, que no conocía al rector, dice que eso lo organizó con Anró, asi que pide conmigo. Me tira el teléfono y me dice que se va, que me haga cargo. Hablo con el embajador y le tiro una idea que me había dado Maria Julia Oliván, que proponía llevar a Fidel a Canal 13 a cambio de una nota exclusiva y que lo transmitiera en directo por una pantalla en la puerta de la facultad. Me dice que puede ser y me pasa con el comandante. Yo pensé que era alguien cercano a él, pero era El Comandante y me contesta que no, que quería hablar con el pueblo argentino, estudiantes, trabajadores en directo. «Busquemos una forma para hacerlo. Podés avisar que se suspendió y cuando la gente se calma y se empieza a vaciar me avisas, voy para allá y la hacemos. Total tengo tiempo para esperar».

Entonces les dije con total respeto que no podía hacer eso, porque me matan. Usted se va y a mi me matan. Si la gente de seguridad le garantizaba su seguridad, yo podía preparar un estrado en las escalinatas. Me dijo que le parecía bárbaro y que me mandaba a Felipe que era el canciller de Cuba para que oragnicemos. Con él fuimos al aula y no podíamos entrar. Lo gracioso es que no nos dejaban entrar aun diciendo que veníamos a traer un mensaje de Fidel. Nos decían que ellos habían hablado con el Papa y que igual no entraba nadie.

La gente no quería salir así que decidió hablar el canciller. Agarró el micrófono y les dijo que salgan, que vamos a hacer el acto en la puerta de la facultad. Decían que no. Entonces dijo, con su tranquilidad, lo siguiente: «Los revolucionarios cubanos no le mentimos a la gente». Y todos le creyeron y salieron.

Se hizo el acto, fueron como dos horas y media. Como el rector no estaba hablé yo. Cuando terminó el acto me dijeron que me iban a dar una estatuilla de José Martí. Asi que me fui al hotel a buscarla. Había vallas de seguridad y no me dejaban pasar. Entonces llamé a la seguridad de Fidel y me vienen a buscar. Me invitan a pasar, subimos un par de pisos por escalera y al abrirse una puerta llego hasta el lugar donde estaba Fidel con la gente de la embajada. Era la una de la mañana fácil. El tipo muy agradecido. Estraba muy exultante. Entonces hacen un pequeño acto ahí adentro y me dan la estatuilla. Me quedé un rato charlando con él. Y en un momento me agarra del brazo y me dice: «Vení que aca enfrente está Chavez y me está esperando. Se va a enojar». En ese momento, en el pasillo, me dio cosa y le dije que estaba muy cansado y me fui a dormir.

En algún momento me quedó el arrepentimiento. Pero lo que viví fue muy fuerte.

* Secretario general de APUBA