Cómo el ave Fénix, el gobierno de Luiz Inácio Lula Da Silva se despliega bajo las cenizas de la administración de Jair Bolsonaro, quien huyó a los Estados Unidos para no asumir su derrota política, dejando aún algunos focos de resistencia neofascistas. Debe ser lo primero a sortear por la nueva gestión, más allá que el armamento bolsonarista deviene cada vez más en mera cevita o fastidio de oficiales militares, la presencia castrense en la burocracia estatal es marcada y Lula deberá aplacarla. Lo segundo a enfrentar es a un capital financiero despiadado, que nutrió la desidia corrupta de una administración fraudulenta y sin escrúpulos, y que ahora pretende subordinar a un gobierno popular al pago de esos negociados, so pena, de acusarlo de populista y hacerle fluctuar las variables macroeconómicas, alegando que es “respuesta del mercado”.

Es verdad que Lula no pretende enfrentarlos directamente. Al igual que en 2003, cuando sacó su nota «Carta al Pueblo Brasileño» y ahora que otorga facultades de ministro a su vicepresidente Geraldo Alckmin, su compromiso es afrontar las responsabilidades financieras apostando a la recuperación económica con redistribución de renta. En definitiva, busca una tregua hacia adelante.

Este neodesarrollismo es el núcleo de la política económica de Lula, que pone al Estado como motor principal del crecimiento económico, lo que implica revertir todo el proceso de desestatización abierto por el bolsonarismo. Además, establecer un Plan de Desarrollo Integral contrapuesto a la espontaneidad del mercado que demuestra no marcar un rumbo claro.

Además, Lula va a propiciar la reinserción de Brasil en la economía global, reconstituyendo los vínculos comerciales y económicos bajo un esquema multilateral, saliendo del fracasado seguidismo yanquilófilo de Bolsonaro. El núcleo central está en la Alianza con Argentina, por eso su primera visita como mandatario será el próximo 24 de enero a nuestro país. Si bien el embajador argentino Daniel Scioli logró recomponer la relación diplomática y propiciar un vínculo comercial y económico, el salto será una alianza estratégica que fortalezca la región frente a la fragmentación global.

Redinamizar el MERCOSUR; reconstituir la UNASUR; y reorientar la CELAC, será un eje nodal de la alianza estratégica Brasil-Argentina. En base a que coloque a la región en una dinámica de crecimiento articulado con capacidad de inserción y negociación global. Sin caer en los encorsetamientos de la Unión Europea, como la moneda única o restricciones fiscales, los esquemas regionales deberán propiciar una coordinación macroeconómica conjunta y un plan de acción conjunta a esquema global, que reduzca el condicionamiento de potencias dominantes, especialmente en lo financiero.

Tal como se mencionó al inicio, un esquema de alianza regional podría poner en agenda discusiones sobre regulación del endeudamiento externo, sabiendo que juegan arbitrariamente a favor de gobiernos controlados por especuladores. La unidad de negociación puede ser una variante a la estrategia de desendeudamiento de la gestión anterior, especialmente cuando el contexto internacional no daría un superávit consistente para esa política.

No obstante, tras el informe del Gabinete de Transición, la gestión de Bolsonaro se puso al día con los organismos internacionales, saldando una deuda aproximada a mil millones de dólares, que ponía en riesgo la participación de Brasil en instancias como el Consejo de Seguridad de la ONU, entre otros espacios. A su vez, Lula recompone una inserción global de Brasil, que se manifiesta en la presencia de 120 representaciones diplomáticas y veintena de Jefes de Estado.

El clima en Brasil es de gran esperanza, especialmente por parte de millones de excluidos que fueron castigados por un Bolsonarismo misógeno, xenófobo y reaccionario. Es así, que Lula logró un sostén político con la aprobación de una PEC (Propuesta de Enmienda Constitucional) que aumenta el gasto público destinado a programas sociales para el año 2023. En ese sentido, el “auxilio social” de Bolsonaro se reorganiza nuevamente en la “Bolsa Familia”, no como mera asistencia sino como un plan universal de inserción ciudadana. La extrema pobreza abarca a 17.9 millones de personas, lo que representa un 8.4% de la población total , con un crecimiento de 5.8 millones más respecto a 2020, cuando era de 12 millones. Pero además, 62,5 millones de personas están en el espectro de la pobreza, uno de cada tres ciudadanos.

Ese esquema de gobierno  se fortalece con la recuperación de ministerios como el de Mujer, Afrodescendientes e incluso el flamante de Pueblos Originarios, reconociendo como sujetos de derechos a sectores que fueron excluidos y maltratados durante la gestión de Bolsonaro. No solo eso, revierte la visión y rol de género, incorporando en el gabinete un mayor número de mujeres, como una nueva impronta de la gestión de Lula.  «

Un año nuevo distinto

Las asunciones en Brasil se dan el 1° de enero desde 1995, cuando así lo hiciera el expresidente Fernando Henrique Cardoso. Esta vez de 2023 será la última ya que a partir de 2027 se realizarán los 5 de enero. El evento y la fiesta posterior estará emplazado en la Explanada de los Ministerios, en Brasilia, mientras que la firma y la asunción formal será en el Congreso Nacional.

Lula llegará a las 13:45 al Congreso. La sesión formal de toma de posesión presidencial será a las 15 horas. Posteriormente está prevista la salida del nuevo presidente y de Alckmin en dirección al Palacio de Planalto, la sede del Poder Ejecutivo, a las 16:20 horas. La primera dama, Janja Lula da Silva es la responsable de organizar el evento y la fiesta: estableció que se realice al atardecer, a partir de las 17, con una decena de artistas.

Según estiman medios brasileños, 120 representantes estarán presentes en la toma de posesión de Lula. Entre ellos, 17 son jefes de Estado de Alemania, Angola, Argentina, Bolivia, Cabo Verde, Chile, Colombia, Ecuador, el Rey de España, Guyana, Guinea-Bissau, Paraguay, Portugal, Surinam, Timor Oriental, Uruguay y Zimbabue. Aunque la lista de los integrantes de la delegación argentina no fue confirmada, el presidente Alberto Fernández estaría acompañado por el canciller Santiago Cafiero y la primera dama Fabiola Yáñez.